En la semioscuridad de un laboratorio casero, en la soledad de unas investigaciones clandestinas, en el anonimato de un seudónimo masculino o a la sombra del éxito de sus propios colegas varones. La historia de las primeras mujeres que dedicaron su vida y su intelecto a las investigaciones científicas no está exenta de ninguno de estos componentes, en ocasiones se dieron todos a la vez.
Muchos de sus estudios y descubrimientos han llegado a nuestros días con nombres y apellidos como Ada Lovelace, Grace Hopper o Marie Curie, otras son célebres exclusivamente en sus campos de investigación aunque de sus hallazgos todo el mundo tiene conocimiento. La estructura de doble hélice del ADN; los genes ‘saltarines’ capaces de saltar entre diferentes cromosomas, los chips microelectrónicos o los procesadores de textos son solo algunos ejemplos.
La Historia está llena de heroínas anónimas. Este 8 de marzo, Día de la Mujer, traemos algunas de las que, desde ese anonimato infame, dejaron su huella en la historia de la ciencia y la tecnología.
Hipatia de Alejandría
Fue la primera mujer en realizar una contribución sustancial al desarrollo de las matemáticas. Gracias al film de Alejandro Amenábar, ‘Ágora’, un amplio público ha sabido de la vida de esta científica que escribió sobre geometría, álgebra y astronomía, mejoró el diseño de los primitivos astrolabios —instrumentos para determinar las posiciones de las estrellas sobre la bóveda celeste— e inventó un densímetro. Nació en el año 370, en Alejandría (Egipto), y falleció en el 416, cuando sus trabajos en filosofía, física y astronomía fueron considerados como una herejía por un amplio grupo de cristianos, quienes la asesinaron brutalmente.
Marie Sophie Germain
“La ley general de que el aprendizaje de las mujeres debe ser conseguido a través de medidas heroicas aún no ha quedado obsoleta. Ellen Watson (la primera mujer que asistió a clases de Matemáticas en el University College de Londres) hizo todos sus estudios antes de la hora del desayuno, porque estaba obligada a dedicar todo el tiempo del día a la enseñanza de sus hermanos y hermanas más jóvenes sin que su familia siquiera sospechara”. Estas palabras escribía Marie Sophie Germain, de su coetánea inglesa a principios del siglo XIX. Matemática, física y filósofa francesa que hizo importantes contribuciones a la teoría de números y la teoría de la elasticidad. Uno de los más importantes fue el estudio de los que posteriormente fueron nombrados como números primos de Sophie Germain. Consciente de los impedimentos sexistas a los que se enfrentaba firmó numerosas investigaciones bajo el seudónimo masculino: “Por temor a la burla ligada a una mujer científica, he adoptado previamente el nombre de Monsieur LeBlanc”.
Amalie Emmy Noether
Se la considera la mujer más importante en la historia de las matemáticas. Nacida en Alemania en 1882, la figura de Noether ocupa un lugar imprescindible en el ámbito de las matemáticas, especialmente en la física teórica y el álgebra abstracta, con grandes avances en cuanto a las teorías de anillos, grupos y campos. A pesar de esto, y de ser reconocida por la comunidad matemática, no se le aceptó como investigadora y docente en el Instituto de Matemáticas de Göttingen. Tuvieron que interceder por ella Einstein y Hilbert para que se le otorgaran algunos reconocimientos y pudiera percibir un sueldo modesto. A finales de los años 20 huye de Alemania por el auge nazi, no sólo por los prejuicios que existían entonces contra las mujeres científicas, sino por su condición de judía, socialdemócrata, y pacifista.
Falleció en EEUU, después de ser sometida a una cirugía uterina. Albert Einstein fue el autor de su nota necrológica: “La más grande, significativa y creativa genio matemático producida en la historia del desarrollo educativo de las mujeres”.
Lise Meitner
Física nacida en Austria en 1878 con un amplio desarrollo en el campo de la radioactividad y la física nuclear, su intervención fue crucial en el hallazgo teórico clave para la obtención de la energía atómica. Meitner descrubrió el procedimiento por el cual se podría obtener dicha energía atómica, y que más tarde serviría para construir la bomba atómica, aunque la física no quiso colaborar en el proyecto de una bomba de ese alcance. Su colega de laboratorio, Otto Hahn, continuó con la investigación y en 1944 le dieron el premio Nobel de Química dejando a Meitner fuera de todo reconocimiento. Años más tarde, el meitnerio (elemento químico de valor atómico 109) fue nombrado así en su honor. Su genio ha sido reconocido asimismo con múltiples premios. Paradójicamente en 1954 le dieron la Medalla Otto Hahn.
Susan Jocelyn Bell Burnell
Astrofísica británica que descubrió la primera radioseñal de un púlsar. Nació en 1943, en Irlanda del Norte y su descubrimiento fue parte de su propia tesis. Esa radiación es lo que hoy se conoce como púlsar, una estrella de neutrones que gira sobre sí misma y que es el único objeto donde la materia puede ser observada a nivel nuclear. Jocelyn Bell Burnell publicó un artículo en ‘Nature’ que dio la vuelta al mundo. Sin embargo, el reconocimiento sobre este descubrimiento fue para Antony Hewish, su tutor, a quien se le otorgó el premio Nobel de Física en 1974.
Bell tenía claro el lugar desde el que hablaba e investigaba: “Una de las cosas que las mujeres aportan a un proyecto de investigación, o de hecho cualquier proyecto, es que vienen de un lugar diferente, tienen un trasfondo diferente. La ciencia ha sido nombrada, desarrollada, interpretada por hombres blancos desde hace décadas, pero las mujeres pueden ver la sabiduría convencional desde un ángulo ligeramente diferente”.
Barbara McClintock
Nacida en EEUU en 1902, esta genetista sí fue reconocida con un premio Nobel de Fisiología y Medicinapor sus increíbles hallazgos sobre los genes saltarines. Pero tuvieron que pasar 30 años desde que enunció su avanzada teoría hasta que se lo otorgaron. Hoy, el hecho de que los genes sean capaces de saltar entre diferentes cromosomas es un concepto esencial en genética y es imprescindible para la comprensión de los procesos hereditarios. “Nunca pensé en parar, y odiaba dormir. No puedo imaginar tener una vida mejor”.
Rosalind Elsie Franklin
“La ciencia y la vida ni pueden ni deben estar separadas”. Franklin es la científica británica con cuyos datos James Watson y Francis Crick formularon en 1953 el modelo de doble hélice que describe la estructura del ADN, uno de los hitos de la biología del siglo XX. Pese a que fue Rosalind Franklin quien obtuvo los datos que permitieron definir mediante imágenes tomadas con rayos X que el ADN tiene estructura de doble hélice, no fue premiada con el Nobel de Medicina y Fisiología que sí se llevaron sus colegas Watson y Crick. Estos nunca hicieron mención de su nombre ni de su trabajo y le mostraron siempre su desdén como científica. Había fallecido en 1958, cuatro años antes de que la Academia Sueca reconociese la importancia de su descubrimiento.
Las mujeres tecnólogas
Los avances posteriores en tecnología no se entienden sin las investigaciones científicas que se realizaron previamente en campos como las matemáticas o la ingeniería. Muchas de las que luego dedicaron su ingenio a la tecnología como Hedy Lamarr o Joan Clarke, provenían de dichos campos.
La historia de la computación ha ocultado durante años a la mujeres que estuvieron detrás con su trabajo y entrega. Como el caso paradigmático de las mujeres del ENIAC. Un trabajo que realizaron en los años 40 pero que hasta 1986 fue invisible. Kathryn Kleiman las descubrió y las dio conocer al realizar una investigación en Hardvard sobre el papel de las mujeres en la computación. En la descripción del puesto de trabajo de estas mujeres se indicaba que para realizar esta labor era necesario “esfuerzo, creatividad mental, espíritu innovador y un alto grado de paciencia ya que el ENIAC no tenía manual de programación”.
Las mujeres que hoy en día se dedican a la computación son herederas del trabajo que sus antecesoras hicieron.
Lynn Conway
Célebre pionera en el campo de diseño de chips microelectrónicos. Sus innovaciones desarrolladas durante los años 70 en el Centro de Investigación de Palo Alto en los Estados Unidos han causado un enorme impacto en el diseño de chips a nivel mundial. Se basan en su trabajo muchas de las compañías tecnológicas más punteras. En 1965 participó en el diseño del primer ordenador superescalar.
Lynn Conway es transexual y lo reivindica públicamente. De hecho, fue una de las primeras mujeres transexuales en recibir una terapia de sustitución hormonal y una reasignación quirúrgica. Poco antes de someterse a la cirugía para la reasignación de género en 1968, Lynn fue despedida de IBM donde trabajaba a causa de su transexualidad, perdiendo así el trabajo que había realizado para ellos.
Frances E. Allen
Nacida en EE.UU en 1932, fue la primera mujer que recibió el premio Turing, equivalente al Nobel de Informática, en 2007 por sus contribuciones que mejoraron sustancialmente el rendimiento de los programas de computador y aceleraron el uso de sistemas de computación de alto rendimiento. “Soy una exploradora en casi todos los sentidos”, se definía la propia Allen.
Investigadora de IBM, pionera en el campo de la automatización de tareas paralelas y optimización de compiladores (programas que traducen un programa escrito en un lenguaje de programación a otro) fue nombrada miembro de honor de IBM convirtiéndose en la primera mujes en lograr dicho reconocimiento. Su trabajo ha contribuido a los avances de los ordenadores de altas prestaciones para resolver problemas como la predicción del tiempo, la secuenciación del ADN, y las funciones de seguridad nacional.
Note la lectora/lector que en este repaso frugal por algunas de las pioneras de las ciencias y la tecnología no hay latinoaméricanas, asiáticas o negras. Y no porque no las hubiera.
Euphemia Haynes, nacida en Washington en 1890, fue la primera mujer afroamericana en obtener un doctorado en matemáticas, a la que siguió Evelyn Boyd Granville también con un doctorado en matemáticas por la Universidad de Yale en 1945, son una buena prueba de ello. Pero si a nuestras congéneres blancas de clase media occidentales se les vetó, se les minó el acceso a la investigación o se les invisibilizó, podemos imaginar el muro infranqueable con el que se toparon aquellas mujeres con inquietudes científicas que no respondían a los cánones raciales, sexuales y de clase.
Por las científicas que lo lograron, por las que lucharon y no lo consiguieron y por las que nunca llegaremos a conocer, dedicamos desde Diario Turing este especial 8 de marzo.