A veces las historias sobre redes sociales tienen un final deslucido y lamentable. Algo que debió ocurrir en voz baja, por un descuido, por cosas del azar, se amplifica fatalmente. Un tuit puede desatar una tormenta y cobrarse víctimas: dos personas despedidas, una crisis de reputación y una amenaza de hackeo.
Es el caso de dos desarrolladores que asistieron a una conferencia sobre lenguajes de programación de PyCon en Santa Clara, California, a finales de marzo. Mientras un expositor disertaba, los muchachos de la comunidad de PyThon se relajaron un poco e hicieron un par de bromas de connotación sexual, aparentemente inocentes. Pero, para algunos, no lo eran tanto.
Adria Richards, que trabajaba para la empresa SendGrid dedicaba al desarrollo de servicios de correos electrónicos, estaba sentada justo delante de ellos y escuchó de mal agrado aquel chiste. Se volteó y les tomó una foto con su teléfono, publicó una entrada en su blog personal y tuiteó la imagen denunciando la incomodidad que le provocaba lo que interpretó como una discriminación hacia la mujer, con el hashtag del evento: #pycon.
Bastaron pocos segundos para que todos los asistentes de la conferencia se enteraran de lo sucedido y dos guardias de seguridad invitaran a los atrevidos chicos a abandonar el evento. El problema mayor fue que también echaron a uno de ellos de la empresa “por conducta inapropiada”, según cuenta en un post el CEO de PlayHaven, Andy Yang.
Se trata de un claro caso de cómo las redes sociales, si no son utilizadas correctamente, pueden jugar en nuestra contra.
Juan Merodio, experto en Social Media, comenta que son cada vez más los episodios de gente que, por una indiscreción o un uso inadecuado de las redes sociales, terminan en la calle o cargando a cuestas una crisis de reputación de la que saldrán a medio o largo plazo.
Por lo general se trata de cargos públicos, políticos, deportistas, figuras del entretenimiento.
“Claro que este caso apunta a una pérdida de privacidad. Ahora tenemos ojos que nos rodean por todas partes y cualquiera tiene un teléfono y te saca una foto o te graba en vídeo. Es complicado. Siempre que hagas las cosas bien no tendrás problemas, pero los personajes públicos deben tener más conciencia de esta realidad”, indica Merodio a Diario Turing.
El caso narrado tiene un componente adicional: Richards no es cualquier bloguera. Se trata de una desarrolladora de cierto prestigio, que lleva su bitácora personal But You Are A Girl, con más de 20.000 suscriptores, y una cuenta de Twitter que casi alcanza los 15.000 seguidores. En términos de social media se trata de una influencer en su sector.
Es la doble variable que Oscar del Santo, también profesional de redes sociales percibe en este problema: el poder de Twitter para viralizar un contenido y la importancia creciente de los influencers, cuyo impacto en redes sociales puede ser entre 10 y 15 veces mayor que el de cualquier persona.
“Estas historias son cada vez más comunes y siguen un guión también cada vez más común. El uso de Twitter conlleva una responsabilidad y esta chica puso en altavoz algo que ha podido ocurrir en un contexto donde, tal vez, no había malicia. Ese chiste era privado entre personas sentadas detrás de ella, quien añadió su propio comentario y llevó a una reacción extrema de los dueños de la empresa con el despido”, reflexiona Del Santo, consultado por Diario Turing.
La historia, en sí, también añade otro elemento: ¿dónde están los límites en el uso de las redes sociales? Según Del Santo, autor del libro De Twitter al cielo próximo a publicarse, “es posible viralizar un comentario que has oído perfectamente, por tu libertad de expresión. Quizás la reacción parece desproporcionada pero cada empresa tiene sus políticas”.
En España se pueden contar situaciones similares recientes que remiten a crisis de reputación online. Aquel vídeo privado de la concejal Olvido Hormigos, reproducido en YouTube infinidad de veces, le salió caro en ese momento cuando se vio forzada a dimitir, aunque ahora la ex edil forma parte de un reality show.
“Twitter puede ser muy peligroso cuando se ataca la reputación, el activo intangible que tenemos. Es como el cristal o la confianza, cuando se rompe es muy difícil recomponer las piezas”, añade Del Santo.
La recomendación para el común de la gente que usa las redes sociales es la prudencia, tener siempre en cuenta que nuestra voz puede ser amplificada con consecuencias insondables.
En el caso de celebridades o personas con notoriedad pública, el asunto es tanto más complejo. Cualquier comentario no reflexionado puede significar un desastre, como el del diputado de UPyD, Toni Cantó, quien desató una polémica al poner en su cuenta de Twitter datos erróneos sobre violencia contra la mujer.
Pero la historia de los chicos de PyThon tampoco terminó así. Apenas salir de las oficinas de Play Haven, el desarrollador despedido posteó un comentario en el sitio Hacker News, en el que se disculpó con Richards, pero le recriminó el hecho de haberle tomado una foto sin notificarle con cuál propósito, lo que le costó su empleo, “que me gustaba y necesitaba porque tengo tres hijos”.
Aquello fue como poner al coche en retroceso. Richards vio como su cuenta de Twitter era bombardeada con quejas de todo pelaje y la empresa SendGrid fue amenazada por los cyberactivistas de Anonymous con un ataque masivo a sus sistemas operativos si no despedían también a la ofendida bloguera.
Un comunicado de la compañía, luego de 48 horas, puso fin a todo: “Ha quedado claro que las acciones de Adria Richards han dividido de manera drástica a la comunidad de desarrolladores, cuando su función dentro de esta compañía era justo la contraria. Como resultado, no puede seguir trabajando para SendGrid”.
El último tuit de Richards tiene fecha 23 de marzo y dice: “Gracias a los que me han apoyado. Aprecio vuestro esfuerzo”.