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El 3D escudriña el tórax de los neandertales: la forma robusta es heredada
Madrid, 7 oct (EFE).- Los neandertales tenían un tórax más grande que el del hombre moderno; más robusto, más corto y más ancho. Ahora, una reconstrucción en 3D de cuatro cavidades pectorales de bebés neandertal ha desvelado que esta peculiar forma estaba determinada genéticamente, la heredaban de padres a hijos.
Así, los neonatos neandertales tenían una caja torácica similar a la adulta, capaz de sostener el alto gasto energético de un cuerpo masivo y ancho, por lo que su forma no era fruto del desarrollo.
El autor principal de este estudio es Daniel García Martínez, del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (Cenieh) en Burgos, y explica a Efe que de este trabajo se desprenden dos conclusiones fundamentales. Y es que, agrega, hasta la fecha no se sabía si los neandertales nacían con ese tórax ancho y más corto o si esa robustez la iban desarrollando a lo largo de la edad adulta.
En estudios anteriores se había apuntado que huesos más largos, como el fémur, podrían ser ya robustos desde el nacimiento, pero no se había estudiado -aclara- si esto era así en el tronco: es la primera vez que se ve que esta forma corporal del tórax neandertal estaba determinada genéticamente, afirma el investigador del Cenieh.
Estas características anatómicas están en concordancia con el resto del cuerpo de los neandertales, que tenían una pelvis también ancha, huesos robustos y en general una gran musculatura.
La otra aportación esencial, agrega García Martínez, es que esta forma del tórax no era exclusiva de los neandertales: posiblemente estos la habrían heredado de especies anteriores como Homo erectus, que también tuvieron un cuerpo más masivo, ancho y robusto.
“Esta morfología representa la condición arcaica compartida con Homo erectus y probablemente esté relacionada con grandes requerimientos energéticos, ya que los neandertales infantiles también tenían una apertura nasal de gran tamaño”, señala por su arte en una nota Markus Bastir, investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid (MNCN-CSIC) y firmante del artículo.
Para llegar a sus conclusiones, los investigadores utilizaron herramientas de reconstrucción virtual y morfometría tradicional y geométrica en 3D para reproducir a partir de restos fósiles hallados el siglo pasado la forma del tórax de cuatro menores neandertales.
Dos encontrados en yacimientos ubicados en Francia (Le Moustier y Roc de Marsal), uno en el Kurdistán sirio (Dederiyeh) y otro en Rusia (Mezmaiskaya). Sus edades, de entre dos semanas a 3 años.
La investigación ha requerido un arduo trabajo de identificación y ordenación de los diferentes elementos del tórax de los niños y recién nacidos neandertales, debido a que, como explica Asier Gómez-Olivencia, de la Universidad del País Vasco, las costillas y las vértebras normalmente aparecen muy fragmentadas en el registro fósil, lo que tradicionalmente ha hecho muy difícil su estudio.
La reconstrucción llevó unos ocho meses y para el análisis comparativo los investigadores contaron con la colaboración del Hospital Universitario de Zúrich (Suiza), que aportó pruebas TAC de cajas torácicas de humanos modernos, de 29 individuos.
En el momento del nacimiento los neandertales ya tenían diferentes cerebros y mandíbulas, por lo que tiene sentido que la morfología del tórax también estuviera determinada genéticamente y se encontrara en los recién nacidos, según los también autores de la Universidad de Zúrich Christoph Zollikofer y Marcia Ponce de León.
Este artículo sienta las bases sobre la forma del tórax neandertal en el momento del nacimiento, y representa una continuación del trabajo sobre la evolución de la caja torácica que el equipo de investigación lleva realizando desde hace años, con colaboraciones de diferentes instituciones europeas.
“Aunque llevamos años investigando el tórax neandertal y hay un consenso generalizado de la comunidad científica al respecto, aún queda mucho por recorrer en el estudio de la evolución del tórax humano, ya que se conoce muy poco sobre este elemento tan central del cuerpo de otras especies anteriores del género Homo”, concluye García Martínez.
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