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Un ensayo aborda “el factor humano” del Desastre de Annual, en su centenario

Un ensayo aborda "el factor humano" del Desastre de Annual, en su centenario
Sevilla —

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Sevilla, 19 ene (EFE).- La mayor derrota del Ejército español del siglo XX, el denominado Desastre de Annual, en el que perdieron la vida casi diez mil soldados y otros muchos fueron hechos cautivos, cumple cien años y el escritor e investigador Gerardo Muñoz Lorente se ha centrado en el “factor humano” de los olvidados de la tragedia.

El autor ha dicho a Efe que es bien conocida la peripecia de los generales, políticos y jefes militares que intervinieron en Annual y en la masacre de Monte Arruit, entre ellos los generales Silvestre y Berenguer, responsables directos de la tragedia, pero que ha preferido dedicar las páginas de “El desastre de Annual” (Almuzara) a la tropa, a los soldados rasos que perdieron allí la vida o sufrieron un penoso cautiverio.

Annual fue el inicio de la última guerra colonial española, “el prólogo de la Guerra Civil, y el comienzo del fin del reinado de Alfonso XIII”, según Muñoz Lorente, quien también ha enumerado otras consecuencias inmediatas como la sucesión de varios gobiernos, crisis políticas, una crisis social que pasó “de la conmoción a la indignación” y la dictadura de Primo de Rivera.

La batalla se libró en el verano de 1921, entre el 21 de julio, cuando los rifeños rebeldes liderados por un antiguo caudillo amigo de España, Mohamed Abd-el-Krim, ocuparon la posición española de Igueriben, y el 10 de agosto, fecha de la rendición y matanza en Monte Arruit.

Entre esas fechas, miles de militares españoles sufrieron una derrota aplastante al emprender una retirada desesperada condenada al fracaso, según Muñoz Lorente, quien asegura que el desencadenante fue el empecinamiento del general Silvestre de avanzar hacia el centro del Riff desoyendo las llamadas a la precaución de su superior, el general Dámaso Berenguer, quien también trató de avanzar desde Ceuta hacia el interior.

La derrota fue de tales proporciones que los rifeños llegaron hasta los alrededores de Melilla y si no entraron en la ciudad, asegura Muñoz Lorente, fue por la orden expresa de Abd-el-Krim, quien quiso evitar una masacre que hubiera alcanzado tintes pavorosos al estar la población civil prácticamente desguarnecida.

El autor ha evocado episodios de civiles melillenses pidiendo armas con las que defender a sus familias ante la proximidad de un enemigo muy motivado que en Annual y Monte Arruit se ensañó con los españoles, sobre todo con la oficialidad.

Muñoz Lorente ha rescatado las dramáticas experiencias vividas por algunos de los españoles capturados, también de algunas mujeres apresadas por los rifeños, cantineras de algunas posiciones militares avanzadas o prostitutas que se mantenían en las inmediaciones de esas posiciones.

Muchos soldados anónimos fueron ejecutados inmediatamente después de haberse rendido confiando en que se les perdonaría la vida y otros pasarían un largo cautiverio de un año y medio en el que también otros muchos murieron de hambre o enfermedades.

A diferencia del trato recibido por el general Navarro y otros jefes militares que compartieron el campamento y, en ocasiones la mesa, del mismo Abd-el-Krim, quien los empleó para intercambio de prisioneros o para presionar en sus negociaciones.

Alfredo Valenzuela

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