Google celebró este miércoles su conferencia de desarrolladores anual. La compañía anunció por todo lo alto sus nuevos teléfonos, incluido su modelo de pantalla plegable, el nuevo capricho de la industria. En el terreno digital la gran protagonista fue Bard, la inteligencia artificial con la que Google quiere recoger el guante lanzado por Microsoft al incorporar una versión de ChatGPT a su buscador. Tras varios meses en pruebas, Bard ya está preparado para la carrera que puede marcar el futuro de la compañía y buena parte del sector tecnológico. Competirá en 180 países, ninguno de ellos perteneciente a la Unión Europea.
Google ha dejado fuera del territorio comunitario a Bard, su gran apuesta de futuro. Sundar Pichai, el CEO de la multinacional, no dio ninguna explicación de ello este miércoles. Tampoco lo hicieron los demás portavoces que subieron al escenario del anfiteatro Shoreline en Mountain View, California. La situación se ha hecho evidente la publicación oficial de la lista de esos 180 países donde empezará a funcionar Bard.
“Nuestro objetivo es hacer que Bard esté en más países (y disponible en los principales 40 idiomas a nivel global) pero debemos hacerlo de manera responsable. Como parte de ese esfuerzo, estamos trabajando para garantizar que Bard cumple con nuestro estándar de calidad y, al mismo tiempo, encaja en las costumbres y normas locales”, ha explicado una portavoz de Google a elDiario.es.
Los 180 países en los que estará disponible la nueva IA de Google conforman la práctica totalidad del planeta. Las únicas ausencias que se unen a la UE son países como Rusia, China o Irán, que prohíben la entrada de este tipo de herramientas digitales a sus territorios. “Continuaremos interactuando con expertos, reguladores y legisladores para tener sus comentarios, junto con los de nuestros equipos locales en todo el mundo, para determinar cuándo Bard está listo para lanzarse en una nueva región”, añade la portavoz de Google.
La decisión de Google llega después de que ChatGPT haya sido acorralado por una investigación de las agencias de protección de datos del continente. Los reguladores de privacidad sospechan que el entrenamiento de la máquina desarrollada por OpenAI ha incluido la succión de datos personales de los europeos de forma indiscriminada, sin tener su consentimiento previo y sin explicar si esa información ha quedado almacenada en su base de datos y podría ser revelada por la IA en algún contexto.
También se encuentra bajo investigación el uso que ChatGPT hace de las interacciones personales que tiene con sus usuarios y cómo trata los posibles datos confidenciales que estos expongan. Estas dudas sobre el encaje legal de muchas de las características de esta IA provocaron que Italia ordenara a OpenAI retirarla de su territorio hasta que su regulador de privacidad emita una resolución al respecto. La agencia española es otra de las que ha anunciado una investigación individualizada sobre esta herramienta.
Regulación en camino
La irrupción de las nuevas inteligencias artificiales generativas, tanto las que son capaces de producir textos, como ChatGPT o Bard, como aquellas que crean imágenes o música, ha hecho evidente que esta tecnología necesitará una regulación especial. El Parlamento Europeo ha presentado este jueves sus propuestas para crear un reglamento para la IA con medidas específicas para las generativas.
La principal novedad que solicitan los eurodiputados es la obligación de que estas herramientas incluyan un aviso que deje claro que se trata de contenidos creados artificialmente. Pretenden evitar así situaciones peligrosas derivadas de sucesos como el del “papa moderno”, cuando una IA generó una imagen del papa Francisco llevando un abrigo de una conocida firma de moda que muchas personas interpretaron como real.
La Eurocámara también ha propuesto la prohibición de todo uso indiscriminado del reconocimiento facial, incluso por parte de la policía y las fuerzas de seguridad. Además, pide el veto de otras herramientas de IA como aquellas especializadas en identificar emociones humanas, una capacidad que los expertos denuncian como imprecisa y basada en pseudociencia.