El bitcoin vuelve a batir récords. El pasado martes sobrepasó por primera vez los 50.000 dólares al cambio y en lo que llevamos de año ha aumentado su valor un 70%. El hito en estas semanas ha sido la inversión de 1.500 millones de dólares en esta criptomoneda por parte de Tesla (y por tanto de su mandamás, Elon Musk, a quien muchos consideran un gurú de las inversiones en nuevas tecnologías), pero el crecimiento está sustentado también en la decisión del BBVA, Paypal o Mastercard de aceptarla como método de pago.
La situación ha provocado una alerta de la Comisión Nacional del Mercado de Valores y el Banco de España. Aunque se llamen “criptomonedas”, las autoridades financieras prefieren el nombre de “criptoactivos”, puesto que los consideran un producto de inversión: “Su extrema volatilidad, complejidad y falta de transparencia son una apuesta de alto riesgo”, avisan ambas instituciones.
Cuando el precio del bitcoin sube, arrastra consigo al resto de las criptomonedas. “Son un sector en sí mismo, habrá unos 40.000 tipos de criptomonedas. Bitcoin es obviamente la más importante y la puerta de entrada. Cuando la gente ve beneficios, se distribuyen las ganancias a otras criptomonedas, que al ser más pequeñas suben más al ser más volátiles”, detalla Raúl Marcos, fundador de Carbono.com, una consultora especializada en este tipo de inversiones.
Este nuevo boom de las criptomonedas, superior ya al que vivieron en 2017, está provocando consecuencias un tanto inesperadas. Una de ellas es la escasez de algunos modelos de ordenador portátil, que se han vuelto terriblemente difíciles de conseguir. La clave está en uno de sus componentes, que para los criptomineros se ha vuelto más valioso que el dispositivo entero.
¿Criptomineros?
Como recuerdan la CNMV y el Banco de España, en la actualidad las criptomonedas se parecen más a un activo de inversión que a un método de pago. Pero el bitcoin, la precursora de todas las demás, sí fue concebida como moneda, aunque con trasfondo ideológico: es independiente de cualquier institución financiera o autoridad central y no las necesita para funcionar.
En vez de tener un responsable vigilando lo que ocurre con la divisa, son sus propios propietarios los que supervisan todas y cada una de las transacciones a través de una red descentralizada y encriptada (de ahí el prefijo cripto-). Esa tecnología se denomina blockchain, cadena de bloques. Cuando se produce un intercambio de criptomonedas, la 'factura' se guarda en las carteras de todos aquellos conectados a la red. Cada conjunto de facturas se denomina bloque, que se va añadiendo a la cadena pública.
Para asegurarse de que siempre hubiera dispositivos conectados verificando esas transacciones, Satoshi Nakamoto –seudónimo del programador o grupo de programadores que lanzó el bitcoin– no los entregó sin más al primero que pasara. Los escondió en un rompecabezas matemático, de manera que el primero que completara una serie de ecuaciones informáticas mientras está conectado a la red, se lleva una recompensa en bitcoin. Cuando esto pasa, su premio y las facturas de las transacciones internacionales se añaden al registro público y se comienza a preparar un nuevo bloque.
Ese proceso recibe el nombre de minado y lo emplean la mayoría de las criptomonedas. Casi inmediatamente se convirtió en un negocio. Si el coste operativo del dispositivo que se utiliza en el minado más la electricidad consumida es menor que el valor de la criptomoneda conseguida, se gana dinero. “Es como una lotería. Si tienes un ordenador conectado compras un boleto, pero si tienes mil, compras mil boletos”, ejemplifica Marcos.
A las instalaciones con cientos o miles de ordenadores conectados para resolver el puzzle matemático se las conoce como granjas de minado. Suelen localizarse donde la electricidad es más barata, aunque las hay por todo el mundo, también en España. Se calcula que el consumo eléctrico global de la minería de criptomonedas está en torno a los 9 gigavatios de potencia. Los picos de demanda en España, por ejemplo, están en torno a los 40 gigavatios.
Un pico para minar todas las criptomonedas
Para evitar que el puzzle matemático se acabara muy rápido, la recompensa por minar bitcoin se reduce a la mitad cada 210.000 bloques. Empezó en 50 bitcoin por bloque y actualmente está 6,25. “Inicialmente era posible incluso realizar estas tareas utilizando un ordenador común, pero según la dificultad ha ido subiendo se ha requerido mayor capacidad de cómputo”, detalla Sergio Carrasco, abogado especializado en nuevas tecnologías.
Aquí es donde vuelve a ser entrar el nuevo boom global de las criptomonedas, puesto que no todos los equipos son igual de eficientes en el minado de todos los tipos de criptomoneda. Una de las que más se está beneficiando de este nueva ola es el ethereum, la segunda más valiosa actualmente, que se paga a unos 1.500 euros por unidad. En su minado son especialmente importantes las tarjetas gráficas, encargadas de realizar los procesos informáticos necesarios para resolver el rompecabezas.
Hay algunos tipos de tarjeta gráfica, diseñados por la empresa Nvidia, que son capaces de funcionar en el minado tanto de bitcoin como de ethereum. Pero su concepción original era diferente, ya que estaba pensada para rendir muy bien en portátiles diseñados para jugar a videojuegos. Su capacidad en este campo ya hacía que tuviera una alta demanda, pero han sido los criptomineros los que han hecho que sea muy difícil de conseguir. El mercado de las tarjetas gráficas individuales es pequeño, por lo que cuando este se agotó, empezaron a comprar los portátiles enteros en los que van integradas.
La consecuencia es que aunque los modelos de portátil que utilizan estos componentes llevan meses en el mercado, muy pocos se han utilizado para jugar a videojuegos. Usar portátiles completos para el minado es menos eficiente, pero la flexibilidad que ofrecen las tarjetas gráficas de Nvidia para cambiar a bitcoin en caso de que ethereum baje de precio ha hecho el resto. “Al final la lógica es simple: quiero algo que me dé muchas monedas por el trabajo, y si ethereum baja, que me pueda pasar a otra cosa”, explica Carrasco.
Unas fotos viralizadas en la red social china Weibo recogidas por Omicrono confirmaron el uso de los portátiles con las tarjetas gráficas de Nvidia para el minado de criptomonedas, algo que los aficionados a los videojuegos llevaban tiempo sufriendo. “Yo no veía algo así desde 2016”, afirma Raúl Marcos, de Carbono.com.
Si no puedes con tu enemigo, haz un producto para él
Las compras masivas de sus productos por parte de los criptomineros estaban escamando a Nvidia, que veía como su público principal, los jugadores de videojuegos, era incapaz de acceder a sus tarjetas gráficas más potentes. Durante unas semanas se rumoreó que la marca estaba meditando limitar la capacidad de sus productos para hacerlos menos atractivos para la minería de criptomonedas. Finalmente la solución ha sido un poco más capitalista.
Nvidia anunció este jueves que empeorará la capacidad de sus tarjetas gráficas para minar criptomonedas, pero a la vez, ha lanzado una línea de ellas destinadas específicamente a este uso. Los jugadores tendrán sus portátiles, los mineros, su pico; y la marca, sus beneficios. Todos contentos... si se deja al margen la preocupación de las autoridades financieras y las consecuencias de la energía consumida por la minería de criptomonedas, claro.