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Así se disfrazan los nuevos mercenarios de Twitter para inflar el impacto de la ultraderecha

Gráfico que muestra las dos comunidades diferenciadas entre los seguidores de @anonymus_es, con 26.900 mil seguidores, una de las pruebas que la investigadora utiliza para demostrar que es un perfil mercenario.

Carlos del Castillo

Astroturfing es un juego de palabras en inglés que utiliza el nombre de un fabricante de césped artificial para nombrar una estrategia de marketing político. Esta se basa en camuflar la propaganda de apoyo a un candidato como un movimiento de base, surgido desde abajo. De todos los problemas que relacionan a la información política y las redes sociales, el astroturfing se ha convertido en uno de los más nocivos: en 2018, es necesario preguntarse muchas veces quién impulsa realmente cada idea antes de aceptar que los usuarios lo apoyan.

Centenares de empresas de todo el mundo venden servicios de astroturfing, hasta el punto de que cualquier candidato de cualquier país puede incluirlo sin problemas entre sus herramientas de campaña. Además de generar una falsa sensación de respaldo popular, se usa para impulsar conversaciones que favorecen al cliente, atacar a rivales o magnificar determinados problemas para venderlos como más graves de lo que son en realidad. El político que centra su discurso en ellos puede acaparar la conversación.

En este mercado operan granjas de bots, influencers a sueldo y cuentas mercenarias, aquellas que cambian de discurso según el cliente. No es difícil notar su paso si se sabe dónde mirar. Pero es terriblemente complicado probarlo. Las redes sociales no abren sus datos a los investigadores. Su método para controlar la plaga es recopilar información, para luego hacer barridos masivos que eliminan millones de cuentas de un plumazo. Sin embargo, no es del todo imposible pillar a uno de estos cyborgs mercenarios con las manos en la masa.

La investigadora de la Universidad Carlos III Mariluz Congosto cazó a uno en directo. Es especialista en la propagación de mensajes a través de Twitter, donde estudia las interacciones entre comunidades y usuarios. Rastrea estas conexiones para descubrir quién está impulsando qué en esta red social.  

Mientras analizaba la conversación generada en torno al programa de Salvados sobre el 1-O, Congosto reparó en una cuenta que decía representar a Anonymous en España, @anonymus_ES (más de 26.900 seguidores en el momento de redacción de esta información), autor del comentario más retuiteado del hashtag. Era un ataque contra políticos de izquierda.

Pese a su nombre (que contiene una errata), el contenido de los comentarios de la cuenta difiere de los que se suelen asociar al movimiento hacktivista. Tanto, que en la nube de seguimiento de las conversaciones en las que participa, sus tuits aparecen más a la derecha que los de las cuentas asociadas al PP. “Me extrañó mucho y escarbé”, explica la investigadora a eldiario.es.

En un primer análisis aparecieron factores asociados a las cuentas mercenarias. El primero, el uso por parte de @anonymus_ES de técnicas de spam para colar mensajes de ultraderecha en conversaciones sin relación con la política, como las de los programas de Gran Hermano o First Dates. Segundo, su escaso número de mensajes para ser una cuenta con muchos seguidores abierta en 2013. Tercero, el gran número de retuits de cada uno de sus comentarios. Con indicios así, procedía pasar la prueba del algodón: ¿Quién sigue a @anonymus_ES? ¿Quién lo retuitea?

Las sospechas de la investigadora se confirmaban. La posibilidad de que @anonymus_ES fuera una cuenta mercenaria que cambia de identidad según su cliente apareció en el gráfico de relaciones entre sus seguidores. En este se forman dos comunidades muy diferenciadas, al contrario de lo que suele ser habitual en las cuentas gestionadas por humanos. “Salen dos esferas, los seguidores que tenía en la antigua identidad y los nuevos”, revela Congosto.

Otro indicio: los tuits de la cuenta anteriores a diciembre de 2017 habían sido borrados. En este punto, la investigadora tenía el rastro en la comunidad de seguidores que deja un cambio de identidad y una señal de cuándo se produjo. Pero todavía no contaba con una prueba irrefutable. Por eso recurrió al código numérico que Twitter asigna a cada cuenta y que permanece inalterable aunque se cambie el nombre de usuario.

Allí estaba. En la base de datos que dejó el análisis de una conversación antigua sobre las elecciones catalanas de la investigadora apareció el código numérico de @anonymus_ES, pero asociado a @zzxbx. Fue un golpe de suerte: si Congosto no hubiera analizado esa conversación en concreto o el mercenario no hubiera comentado en ella, no habría encontrado su antigua personalidad.

“Todas esas pruebas apuntan a una actividad profesional, no a una cuenta activista ni al comportamiento de una persona normal. Cuando las granjas de bots tienen que cambiar de identidad una cuenta lo que hacen es borrarles los tuits y las personas a las que siguen, y las ponen a funcionar de otra manera. Pero siempre les dejan los seguidores porque siempre les conviene tener cuantos más mejor”, expone la investigadora.

La nueva identidad apoya a Vox. Comparte contenidos del partido de ultraderecha y lo defiende ante ataques de otras formaciones. También retuitea a Matteo Salvini, el videpresidente italiano y líder de la formación xenófoba de La Liga.

Congosto detalla que la granja a la que pertenece @anonymus_ES lleva tiempo en el negocio, puesto que tanto el perfil como los seguidores de la antigua identidad que retuitean sus comentarios automáticamente (entre los que hay perfiles rusos y comentaristas de la campaña de Trump) fueron creados en 2013. La reacción de @anonymus_ES a las revelaciones ha sido bloquear que la investigadora pueda seguir viendo sus mensajes. Este medio ha intentado ponerse en contacto en varias ocasiones y por diferentes vías con el responsable de la cuenta, sin recibir respuesta.

Un portavoz de Vox ha negado cualquier relación con la cuenta y apunta que este tipo de prácticas de suplantación de identidades son habituales en la red social. Congosto también explica que el cliente de una granja de trolls no tiene por qué ser un partido en concreto, sino que puede ser cualquiera con interés en extender determinados discursos o polarizar la conversación política.

Este mismo fin de semana, @anonymus_ES ha logrado que sus mensajes vuelvan a ser los más compartidos en los hashtag que el PSOE ha utilizado para presentar a sus candidatos para las elecciones autonómicas. También en la conversación entorno a la visita de Pablo Iglesias al programa de La Sexta Noche.

A última hora de este domingo Twitter ha decidido limitar el acceso a la cuenta de @anonymus_es. “Advertencia: Esta cuenta está temporalmente restringida”, reza el aviso de la red social, que justifica que “esta cuenta ha presentado actividad inusual”. El contenido de sus comentarios sigue siendo accesible si el usuario decide seguir adelante pese al aviso, aunque este es el paso previo a la suspensión definitiva.

No intentes hacer esto en casa 

Pese al esfuerzo y las herramientas utilizadas, fue la fortuna de tener esa cuenta en un registro antiguo lo que permitió a la investigadora probar sin temor a equivocarse que detrás del perfil de @anonymus_ES no hay una persona sino un negocio. Muchas horas de trabajo para apuntar a una sola cuenta como falsa.

En los últimos tiempos, los servicios para analizar las redes sociales y determinar si un perfil es un bot se han multiplicado. A principios de noviembre, Twitter avisó sobre ellos: “Hemos visto detectores de bots y paneles de control creados por entidades comerciales, que aseguran que las conversaciones están llenas de bots, aparentemente en un esfuerzo por impulsar sus propios modelos de negocio”, avisó el jefe de integridad de la red social, Yoel Roth.

“Muchos de estos 'detectores de bots' o 'cazadores de trolls' utilizan técnicas de aprendizaje automático para obtener una 'puntuación de bot'. ¿Qué demuestra esa calificación realmente? La respuesta es que muy poco”, afirmó. Señala que el problema es que solo Twitter tiene los datos que pueden determinar con exactitud la falsedad de una cuenta.

¿Por qué no los comparte con investigadores? Según Roth, porque la compañía violaría la privacidad de aquellos usuarios reales que den falsos positivos. Además, afirma que hacer públicos estos datos “ayudaría a los actores maliciosos a sortear nuestras defensas”. La recomendación de la red social ante la sospecha de estar hablando con un perfil falso o mercenario es utilizar sus herramientas de denuncia y evitar el cruce de acusaciones.

Twitter decidió afrontar la intoxicación de las conversaciones por parte de las empresas en 2016. Desde entonces, la red social ha ido implementando cambios para sanear la información que se comunica a través de su plataforma y ha realizado varias purgas de cuentas falsas. En sus último recuento de usuarios, el resultado ofreció un balance negativo de nueve millones. Esto no ha afectado a su cuenta de resultados, que lleva varios trimestres en positivo pese a estar descendiendo en número de usuarios totales.

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