Son unos dos milímetros de cápsula, como un grano de arroz. Se introduce en el cuerpo mediante una aguja, con una técnica que se ha desarrollado para veterinaria, para poner chips a los animales. Rainer Bock, director de proyectos estratégicos de grupo del departamento de relaciones públicas de Kaspersky, tiene el brazo arremangado, plantado sobre la mesa. Mira a un lado y a otro, a la cámara y a los periodistas, al tipo de la aguja y al biohacker Hannes, que hará las veces de guía, explicando al público lo que va a suceder.
Bock ya sabía que le implantarían un chip bajo la piel en directo, desde la IFA, pero sus ojos delatan inquietud. El hombre que maneja la aguja ya tiene varios chips implantados dentro de su cuerpo. Se dedica profesionalmente a colocar piercings, un proceso que asegura es parecido a la introducción de un chip en el cuerpo humano. Se coloca unos guantes negros y esteriliza la zona entre dedo gordo y el índice de Bock, en el dorso de la mano. Pellizca la piel en varios puntos para probar. Ha encontrado el hueco, cerca del nacimiento del dedo índice.
La aguja se destapa. La punta es un tubito hueco de metal. Son varios milímetros de grosor. “Bueno, ¿te has visto un par de vídeos de YouTube sobre cómo se hace esto, no?”, bromea Hannes, justo antes de la inyección. Tras la carcajada nerviosa viene el pinchazo. El tubito se pega a la piel y se aprieta el émbolo. Un clic sordo y el chip ya está dentro. Después se coloca una gasa en la zona y listo. Bock ya es un biohacker.
La definición hace referencia a la idea de que estas personas hackean su propio cuerpo. Estos dispositivos no sólo sirven para identificarte, también se pueden abrir puertas o enviar información. El chip de Bock tiene un sentido experimental. Su empresa, Kaspersky, especializada en seguridad informática, quiere ver qué necesidades de protección tienen estos dispositivos y Bock se ha prestado como conejillo de indias.
Hace un año se planteó la idea de los implantes de chips en su departamento. Pronto se convirtió en obsesión. “Porque todas las nuevas tecnologías se olvidan de la seguridad”, apunta Bock. Cuando estaban teniendo este debate Bock hizo un comentario casual. “Bueno, si necesitáis a alguien yo puedo echar una mano”. Y así es como acabó siendo filmado mientras se le introducía un implante delante de medio centenar de periodistas que acudieron a presenciar el evento en el marco de la IFA.
“Nosotros, los que tenemos los implantes [hay más gente dentro de la compañía con chips bajo la piel], plantearemos los casos de uso y los investigadores examinarán los retos de seguridad”, señala Bock en declaraciones a eldiario.es.
El siguiente paso de la tecnología
El biohacker Hannes Sjöblad opina que el próximo paso de la tecnología son estos dispositivos que se introducen bajo nuestra piel. Es fácil seguir su lógica: después de los ordenadores han venido los smartphones y tras ellos los wearables. Cada vez físicamente más cerca. “Esto es evolución. Todas las cosas a nuestro alrededor se están volviendo inteligentes”, comenta Hannes.
Por 99 dólares se puede conseguir un chip para implantar bajo la piel. Es un dispositivo muy básico, con NFC para comunicarse con el exterior, como con un smartphone, y una memoria de 889 bytes. Esto es suficiente para desbloquear el smartphone del portador son con acerca la mano, abrir puertas de edificios o incluso las de un coche conectado. Se puede encender la luz solo con entrar a una estancia y, por supuesto, controlar el pulso o la temperatura controlar, algo que ya hacen los dispositivos wearable.
Hannes cree que incluso se podría pagar mediante el implante. Pero esto ya plantea más riesgos, pues se necesitaría almacenar la información de la tarjeta de crédito. Otro de los presentes durante la puesta en escena, Marco Preuss, investigador de Kaspersky, lanza una advertencia. “La tecnología no es cien por cien segura, por muy simple que sea”.
“[Los implantes de chips] están en una fase primitiva por el momento. Para ser honestos los chips son muy limitados hoy en día”, indica Preuss, añadiendo que por este motivo es difícil atacarlos, pues hay que estar muy cerca. Su compañero, Bock, es de la misma opinión. “No creo que haya muchos retos de seguridad con esta tecnología ahora. No hay suficiente espacio en el chip para almacenar información sensible”.
En el futuro será diferente. “Si quieres almacenar datos sensibles necesitas cifrado. Y si quieres cifrar datos necesitas una CPU y, si quieres una CPU en el chip, necesitan energía”, aclara Bock. Ahora la información está abierta en el chip, pero habría que tocarlo para extraerla. “Si se quiere utilizar de forma profesional necesitas resolver el problema de la energía y entonces se podrá resolver el problema de la seguridad”. Por el momento Bock los datos que podrían robarle a Bock no parecen muy sensibles. “Almacenaré la información de mi tarjeta de contacto, porque siempre me las olvido”.
Imagen del interior: Kaspersky