Cuenta con más de 45.000 seguidores, de los que gran parte son las redes de la izquierda, críticos con la OTAN o antifascistas. Tiene una identidad que dice ser “rusa”, pero de la que no hay rastro previo a abril de 2021. Y ha multiplicado su actividad desde el ataque de Vladímir Putin a Ucrania, focalizándose en distribuir la propaganda del Kremlin sobre la guerra, incluidos bulos ya desmentidos. Es una de las cuentas con más impacto en la conversación española sobre la guerra de Ucrania, pero “todo apunta a que no es una persona, sino un perfil artificial que se ha creado para esta ocasión con una estrategia de comunicación muy clara”.
Es el análisis de Mariluz Congosto, una de las mayores especialistas en propagación de mensajes y caracterización de usuarios en Twitter. La investigadora ha publicado los detalles en un hilo en esta plataforma en el que explica la estrategia de comunicación de este “perfil prefabricado”: una primera etapa centrada en acercarse a las redes de izquierda para conseguir tirón, para después volcarse en distribuir propaganda de guerra rusa una vez que se produjo la invasión.
Bajo el nombre de Irina y una foto de Roza Shanina, una francotiradora rusa de la II Guerra Mundial, la cuenta empezó esta actividad en abril de 2021, con muchos tuits criticando al PP y respuestas a prominentes cuentas de la red de perfiles progresistas de esta red social. Su cuenta se creó mucho antes, en 2015, pero en los seis años transcurridos hasta su reactivación nunca participó en las conversaciones políticas de Twitter, que Congosto monitoriza y almacena en su base de datos.
Al contrario, de 2015 a 2021 el perfil de Irina se dedicó a impulsar y compartir publicaciones sobre sorteos en la red social. La actividad de ese período ha sido eliminada, pero Congosto ha detectado tres tuits que sobrevivieron al proceso de borrado debido a un fallo característico que a veces ocurre en Twitter durante la eliminación de publicaciones. “No he encontrado ningún rastro anterior a su activación en 2021. No participaba en debates ideológicos, se utilizaba para otra cosa. De otra forma la habría pillado seguro, tengo registradas todas esas cuentas ideológicas”, expone la investigadora en conversación con elDiario.es.
Irina tampoco tiene rastro en Facebook u otras redes sociales occidentales: “No hay ningún dato, ninguna foto, ninguna referencia. Ningún signo de que sea una persona humana”, continúa Congosto. “Para que no parezca que la han creado ayer y específicamente para la guerra, han cogido una cuenta antigua, han borrado su actividad y la han puesto a trabajar con una estrategia. Se nota que lo tenían preparado y, con unos cuantos días de publicar mucho, ha conseguido penetrar ampliamente en esas redes de izquierda. Ahora tiene mucha audiencia y amplificación”.
elDiario.es se ha puesto en contacto con el perfil para intentar recabar su versión, pero no ha contestado a los mensajes enviados. En Twitter, el perfil ha defendido que Irina es una persona real. “Solo quiero añadir que no soy pro-rusa, soy rusa e intento contrarrestar la tremenda rusofobia occidental y sus fakes mostrando la verdad sobre la 'invasión' rusa”, ha publicado, aunque en otros mensajes ha afirmado que es “ciudadana española”.
Sin embargo, la táctica de esta cuenta para “contrarrestar la rusofobia” ha sido hacer una extensiva labor de comunicación de las posiciones del Kremlin para defender la guerra. Esto incluye todas y cada una de sus narrativas de desinformación, como que Ucrania es un país nazi y Rusia lo ha atacado para “desnazificarlo”; que en el Donbás se estaba produciendo un genocidio y Putin ha tenido que intervenir para detenerlo; o que el país tenía una red de laboratorios secretos para producir armas biológicas pagados por EEUU, todas ellas narrativas que el Kremlin promueve sin ofrecer pruebas.
El perfil de Irina también se dedica a hacer una cobertura extensiva de las actividades de las tropas rusas en Ucrania. Un diario de guerra que incluye fotografías y vídeos sobre drones ucranianos derribados, vehículos destruidos, soldados rusos colocando banderas de su país en edificios de Mariúpol o manifestaciones de apoyo a la invasión celebradas en Siria con pancartas que muestran la “Z” del ejército ruso.
En esta actividad de distribución de la propaganda bélica del ejército ruso el perfil también ha publicado bulos desmentidos por verificadores. Uno de ellos ha sido la muerte “20 minutos después de entrar en Mariupol” del francotirador canadiense apodado Wali, un rumor que extendieron las fuerzas del Kremlin y que quedó desmentido a través de varios vídeos que mostraban al militar en fechas posteriores al 15 de marzo, cuando se produjo su supuesto fallecimiento. Otro, el bulo de que la CNN ha informado de la muerte en Ucrania del mismo periodista que ha había dado por muerto en Afganistán. Tanto el primero como el segundo han sido desmentidos por Maldita.es.
“Un éxito”
Irina ha tenido un gran impacto en la difusión de la propaganda del Kremlin entre los usuarios objetivo a los que apuntaba. “Es un éxito de campaña. Hay que reconocerlo, ha conseguido penetrar muy bien, consiguiendo muchas interacciones positivas en las redes a las que apuntaban”, dice Mariluz Congosto en conversación con este medio.
Su número de seguidores ha crecido de manera espectacular desde que la tensión se disparó en la frontera entre Rusia y Ucrania. De no llegar a 3.300 seguidores a mediados de enero de este año ha pasado a los más de 46.000 de este martes. La investigadora ha detectado que una parte de ellos son perfiles de nueva creación, dados de alta el pasado mes de enero, lo que revela que ha tenido “un poco de alimentación artificial”, pero gran parte de su comunidad es orgánica y se conforma de perfiles que la investigadora encuadra en las redes de izquierda por el resto de sus interconexiones con otros usuarios.
Congosto señala que una parte de este éxito viene dado por el bloqueo de los perfiles de los medios de comunicación oficiales del Kremlin en las redes sociales occidentales. Su rol de distribución de la visión de Putin de la guerra ha sido sustituido por “perfiles artificiales” como el de Irina. “El que ya no haya cuentas de RT ni otros medios rusos hace que la gente se vaya a este tipo de cuentas que son todavía peor, porque RT sabes lo que es, pero estos perfiles no sabes lo que son”, dice.
Una acción de la Comisión Europea, la de forzar a las redes a bloquear a los medios oficiales rusos, que la investigadora critica, ya que ha impedido que expertas como ella puedan monitorizarlos.
Lo que no ha aparecido al analizar la comunidad de Irina es una conexión con las cuentas de RT, Sputnik o sus periodistas. La embajada rusa en España la sigue, pero otros perfiles consolidados de comunidad de Twitter que suelen compartir información sobre Rusia o tradicionalmente favorable al Kremlin no han entablado contacto con ella. Así, Congosto no descarta que el origen del perfil pueda estar en algún activista anti-OTAN al que Irina apunta y no en una maniobra de influencia de Rusia.