Se llaman “Ray-Ban Stories”, pero su desarrolladora ha sido la corporación de redes sociales Meta, (matriz de Facebook, Instagram o WhatsApp). Son sus primeras gafas inteligentes, tienen dos cámaras, tres micrófonos y graban vídeos de hasta 60 segundos que se pueden publicar instantáneamente tanto en sus plataformas como en las de la competencia, puesto que Meta no las ha hecho exclusivas. Han salido a la venta este jueves en España y los juristas contactados por este medio avisan de que llevan al límite la normativa de privacidad.
Para usar las gafas es necesario descargar la app Facebook View, donde las Ray-Ban Stories envían las imágenes a través de bluetooth. Fuentes de la Agencia Española de Protección de Datos (AEPD) explican a elDiario.es que si las fotos y vídeos no pasan de ahí, quedan amparadas por la excepción legal que permite grabar con “una finalidad exclusivamente doméstica”. “No obstante, su uso posterior, como por ejemplo la difusión a terceros de las grabaciones a través de internet, quedaría sometida a la normativa de protección de datos”, aclara la Agencia.
El objetivo de Meta no es que los propietarios usen las gafas solo para registrar imágenes y audios y guardarlos en su teléfono, sino para que luego las suban a Facebook e Instagram. “Hemos creado las Ray-Ban Stories para combinar un diseño elegante que la gente realmente quiera ponerse, con funciones que le ayuden a disfrutar del presente mientras captura y comparte los momentos de su vida”, afirma Andrew Bosworth, jefe de Tecnología de Meta. A partir de su publicación en redes es donde empiezan los problemas, ya que “cuando una persona excede ese ámbito puramente doméstico, como ocurre en redes sociales, desde luego está invadiendo los derechos de otras personas”, expone Elena Gil, abogada especializada en protección de datos.
Cuando una persona excede ese ámbito puramente doméstico, como ocurre en redes sociales, desde luego está invadiendo los derechos de otras personas
“Hay normas muy estrictas sobre videovigilancia para evitar que una persona o empresa, con fines privados, pueda invadir la intimidad, pero con este tipo de tecnologías esto queda desbordado”, detalla la experta. Especialmente porque Meta ha puesto el foco en que las gafas sean casi indistinguibles respecto a los modelos tradicionales de Ray-Ban. Para las personas a su alrededor, el único indicador de que las gafas están grabando es un pequeño piloto led blanco que se ilumina en el frontal derecho de la montura. Manipularlo, taparlo u obstruirlo va contra los términos de uso de las gafas, recalca Meta, pero hacerlo no interrumpe la grabación.
“Grabar por la calle a cualquier persona, y más de una forma tan desapercibida, puede tener muchísimas implicaciones por violaciones de la intimidad. Máxime porque al ser una cámara en unas gafas, la persona que las lleva solo graba a otras, pero no sale en la imagen ella misma”, afirma Gil.
La abogada recuerda que la AEPD ha ido perfilando los límites de la publicación de imágenes en las redes sociales en los últimos años. Una de sus últimas multas en este sentido fue para un usuario que compartió el vídeo de una agresión machista en el que aparecían la víctima y su hijo. La Agencia actuó de oficio tras la viralización de las imágenes, sancionando con 6.000 euros a la persona que las publicó por no pixelar sus caras.
En este sentido, la AEPD recuerda que el organismo cuenta con un mecanismo de denuncia rápida que le permite actuar de urgencia y “solicitar a las redes sociales que retiren inmediatamente contenidos que hieran gravemente los derechos de los afectados, como imágenes sexuales o violentas”. Este canal prioritario y los procedimientos sancionadores tradicionales se activan “con independencia del dispositivo con el que se graben los contenidos”, recalcan fuentes del organismo.
¿Hacia las grabaciones ubicuas?
Las Ray-Ban Stories no son las primeras gafas inteligentes que salen al mercado desde las fallidas Google Glass. Huawei (sin cámara) o Xiami (con ella) sacaron otros modelos en 2021, aunque no han llegado a pisar las tiendas físicas como sí lo harán las de Meta. Con sus 329 euros de precio, tampoco son la opción más barata si lo que se busca son unas gafas con cámara, puesto que existen modelos pensados específicamente para el espionaje desde 50 euros. El potencial del dispositivo de Meta es el de convertir las gafas inteligentes con cámara en un gadget ubicuo y asociado a las redes sociales.
Meta sabe que esto puede generar fricciones y ha adelantado que intentará “educar” a la gente sobre cómo convivir con este nuevo tipo de aparato. “El próximo mes de abril se lanzará una campaña de marketing en muchos de los mercados de la UE para educar a la gente sobre los dispositivos wearables y las gafas inteligentes, explicando cómo funcionan. Queremos que la gente sea más consciente de que otras personas están usando sus gafas inteligentes, como podría ser sus cámaras u otras capacidades”, explicó Ankit Brahmbhatt, jefe de desarrollo de las Ray-Ban Stories, en una reunión con periodistas en la que estuvo presente este medio.
Fuentes de la multinacional exponen en privado que Meta también es consciente de que las gafas facilitan comportamientos delictivos o peligrosos. Recuerdan que han colaborado en la elaboración de “una guía” sobre gafas inteligentes de ConnectSafely, una ONG de EEUU centrada en instruir a la sociedad sobre bienestar digital. “Esta categoría de producto relativamente nueva plantea cuestiones sobre la seguridad del usuario y la privacidad de quien esté cerca de alguien que utilice las gafas. Los usuarios deben seguir ciertas normas de seguridad, como no permitir que le distraigan mientras conduce y no usar las gafas de forma inapropiada, como tomar imágenes de personas sin su consentimiento o en espacios privados, como vestuarios o baños”, dice esa guía, de momento solo disponible en inglés.
Apaga las gafas en determinados espacios como la consulta del médico, los vestuarios, los baños públicos, las escuelas o los lugares de culto
Las mismas fuentes indican que Meta también ha publicado, también en inglés, una página con consejos para usuarios de las Ray-Ban Stories. “Obedece la ley. No utilices las gafas para llevar a cabo actividades ilegales como el acoso, la violación de los derechos de privacidad o la captura de información sensible como los códigos PIN” es uno de esos consejos. “No a todo el mundo le gustan las fotos. Deja de grabar si alguien expresa que prefiere no salir en una foto o un vídeo y ten cuidado al hacer fotos cerca de menores” y “Apaga las gafas en determinados espacios como la consulta del médico, los vestuarios, los baños públicos, las escuelas o los lugares de culto”, son otros dos.
Meta especifica la necesidad de apagarlas en los colegios, pero no requiere tener una edad mínima específica para usar las Ray-Ban Stories. Como es necesario asociar una cuenta de Facebook a la app que hay que descargar para utilizarlas, la multinacional señala que cualquier usuario con cuenta (el mínimo legal para abrir una son 14 años) podrá conectarlas.
“Va a haber lío con esto, seguro”, anticipa Carlos Sánchez Almeida, abogado especialista en libertad de expresión. “Cuando tú ponías un móvil delante de alguien la gente sabía que estabas filmando, pero eso no va a ocurrir con las gafas, al menos al principio. Dentro de poco vamos a ver montones de filmaciones de probadores de señoras, lo tengo clarísimo”, continúa.
El experto cree que los mayores problemas, además de en espacios íntimos, pueden darse en entornos privados pero abiertos al público, como los comercios. La ley ampara que se grabe a los miembros de las fuerzas de seguridad, como policías o guardias civiles, y se publique en las redes sociales “siempre que no se ponga en riesgo a los agentes o la misión”, pero otras figuras como los guardas de seguridad quedan en un “terreno gris”.
“El problema es que va a haber clones chinos de estas gafas a patadas, y no solamente en gafas, ya que el sistema operativo se podrá migrar a otros dispositivos y nunca vamos a saber cuándo estamos siendo filmados y cuándo no. La ley no puede parar el avance de la tecnología, así que lo que tenemos que asumir es que hemos perdido otra parte de nuestra privacidad”, concluye Almeida.