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La red se llena de neurotecnología que trata el insomnio, la ansiedad o el estrés “sin fundamento científico”

Entre finales del siglo XIX y principios del XX decenas de vendedores ambulantes recorrían los nuevos asentamientos de la frontera oeste de EEUU ofertando un producto milagro, aceite de serpiente. La pócima, defendían, podía curar desde el dolor de cabeza, el dental, el reuma o un esguince. Estos pseudoctores y su aceite de serpiente pasaron a la historia como el paradigma del bulo. En el siglo XXI, la industria de los wearables (tecnología que se viste o se lleva puesta) vende neurodispositivos para tratar enfermedades degenerativas, insomnio, estrés postraumático o el déficit de atención. Según un reciente estudio, no son muy diferentes del aceite de serpiente: no hay pruebas de que puedan hacer nada de eso.

La investigación ha analizado 41 de los dispositivos más populares que se anuncian como remedios a estos trastornos cuando el usuario busca en Internet sus síntomas o tratamientos y están disponibles para su compra directa a través de plataformas como Amazon. eldiario.es ha podido comprobar que algunos de ellos han estado a la venta en grandes superficies españolas. La conclusión de los investigadores es que casi todos ellos hacen “reclamos sin fundamento científico” y sus fabricantes no tienen ninguna evidencia puedan tratar los síntomas que asegura su publicidad.

 

¿Cómo se anuncian estos dispositivos? El estudio, elaborado por investigadores de la Universidad British Columbia (Canadá) y publicado en la revista científica Neuron, ha dividido sus reclamos en varias categorías. Las dos más comunes son que pueden aliviar el estrés y la ansiedad, que se repite en el 10% de los productos analizados, o que son útiles para el insomnio o mejorar la calidad del sueño, en otro 10%. Pero los autores han identificado que su publicidad alude a 20 tipos diferentes de supuestos beneficios: aseguran que pueden mejorar el bienestar general, el estado de ánimo, la concentración, el rendimiento físico, la memoria, la autonomía personal, la eficiencia en el trabajo, ayudar con la pérdida de peso... Para casi todo.

Los wearables neurológicos se dividen en dos grupos. Unos sirven para leer el encefalograma y hacen recomendaciones derivadas de este análisis a través de una app adjunta, mientras que otros aseguran que pueden estimular la actividad cerebral por diferentes vías. En el estudio publicado en Neuron los investigadores vieron que se dividen el mercado casi al 50%: 22 de los aparatos que se anuncian con más intensidad en las redes eran del primer tipo, por 19 del segundo. 

 

El truco de su publicidad es enlazar a textos que pueden parecer científicos o tener relación con el producto y confiar en que el potencial cliente no se los lea. La investigación detectó que 33 de esos 41 dispositivos tenían algún un enlace a otros contenidos para respaldar lo que vende su publicidad, pero solo ocho de ellos eran a “artículos académicos relevantes y contrastados sobre el dispositivo en particular”, detallan los investigadores. El resto eran enlaces a citas de “investigación científica general o explicaciones de conceptos científicos”, a testimonios de usuarios o a estudios del propio fabricante que no han sido revisados por terceros.

Un ejemplo de estas trampas que exponen los investigadores es el enlace que se hace desde uno de estos productos a un artículo sobre cómo la neurotenología puede mejorar el funcionamiento cognitivo en general pero sin explicar cómo se supone que lo hace su dispositivo.

 

Cuando sus eslóganes sí están sustentados en estudios o evidencias científicas, los investigadores alertan de que emplearlos sin control médico es peligroso y “hay muy poca investigación sobre el impacto a largo plazo del uso de estos dispositivos, especialmente cuando ese uso es a largo plazo y frecuente”. “Muchos permiten al usuario controlar el nivel de estimulación administrada. No es irrazonable imaginar que muchos usuarios entenderán que una estimulación más larga y más intensa equivaldrá a una mejora y un efecto incrementados”, advierten los investigadores, haciendo referencia al peligro y efectos secundarios derivados de este uso. 

 

Algunos de los productos que menciona el estudio son MeloMind, de MyBrain Technologies (estrés y ansiedad), Senzeband, de Neuro (mejorar la memoria), Muse, de InteraXon (concentración) o Sleep Shepherd Blue (calidad del sueño). La lista completa está presente en el artículo

Tecnología médica para reflotar los wearables 

Los wearables llenaron titulares a principios de la década que ahora espira. La ropa conectada y, en general, la tendencia de incorporar procesadores y conexión a Internet a objetos comunes, como relojes o gafas, parecía estar llamada a protagonizar la siguiente gran revolución tecnológica. Fue el gran fiasco. Un pozo en el que cayeron muchos productos cuyas estadísticas de cobertura mediática e impacto en el mercado fueron inversamente proporcionales.  

 

No obstante, una nueva generación ha devuelto la vida a este segmento, gracias en gran parte a las capacidades médicas de los Apple Watch. La marca de la manzana perfeccionó en 2017 la iniciativa que habían tomado otras marcas al incorporar sensores capaces de medir las constantes vitales y monitorizar el cuerpo del usuario hasta el punto de que consiguió la autorización de las autoridades estadounidenses para realizar electrocardiogramas válidos (que concede la Food & Drug Administration con menos condiciones que las agencias del medicamento española y de la UE, donde dos años después no ha conseguido el certificado).

Las capacidades de los relojes conectados para medir el ritmo del corazón y otros parámetros como el rimo sinusal estimularon a su publicidad a impulsarlos como apoyos a la salud. Pueden programarse, por ejemplo, para mandar avisos a terceros o alertas en caso de las constantes vitales difieran de las normales o si los dispositivos detectan que el portador se ha caído y no se levanta.

Los neurodispositivos sobre los que alerta la investigación de los científicos de la Universidad de British Columbia se basan en esta nueva ola publicitaria que encabezan marcas de referencia para vender productos mucho más allá de lo demostrado empíricamente. 

“Las tecnologías que leen señales o estimulan el cerebro han sido históricamente accesibles solo para investigadores y clínicos. Ahora, sin embargo, se están vendiendo directamente a los consumidores”, avisan en su artículo: “El mercado de la neurotecnología portátil se dirige a los consumidores con promesas de beneficio cognitivo y bienestar personal. La evidencia científica es esencial para fundamentar las afirmaciones sobre la utilidad, la seguridad y la eficacia y para la elección informada y la confianza pública”.