Microsoft, los servidores submarinos y el impacto medioambiental que supone hundir la nube

Microsoft lleva cuatro años metiendo y sacando servidores del mar. Como cada vez es más caro refrigerarlos en tierra, la multinacional lleva haciendo pruebas para sumergir los aparatos desde 2015. Se llama Proyecto Natick y, tras una primera fase que finalizó en diciembre de ese mismo año, el verano pasado la compañía puso en marcha el nivel dos. Bajo el mar de las islas Orkney, un poco más al norte de Escocia, ahora mismo hay 864 servidores distribuidos en 12 hileras dentro de una gran cápsula de metal con el logo de Microsoft.

Es un todo o nada: si alguno de los equipos falla no podrá repararse. Pero si todos sobreviven, dentro de cinco años serán rescatados por los mismos que los hundieron para que otra cápsula les dé el relevo. “Normalmente se mira al mar como si fuera de propiedad privada, pero es todo lo contrario”, explica a eldiario.es Ricardo Aguilar, director de Investigación de Oceana Europa. “Sumergir estas estructuras supone un impacto que puede afectar tanto a las corrientes como a los líquenes y a la sedimentación”, continúa.

No es algo que Microsoft no sepa. La propia empresa ya reconoció el verano pasado que la cápsula podría aumentar la temperatura del mar: “El agua a pocos metros corriente abajo se calentaría unas pocas milésimas de grado como máximo”, explicaba a la BBC Ben Cutler, supervisor del Proyecto Natick. Sin embargo, Aguilar tampoco cree que este sea el mayor de los problemas: “De una manera aislada no parece importante. Pero a nadie se le ocurriría utilizar una parte que sea de dominio público en tierra para hacer almacenamientos de ningún tipo”, continúa.

Enfriar servidores en la superficie terrestre tampoco sale gratis, ya que las empresas han de utilizar sistemas de refrigeración durante las 24 horas del día. Solo en EEUU en 2013, estas naves utilizaban la energía que necesitarían 34 plantas de carbón para funcionar a pleno rendimiento. Aún hay más: un artículo del New York Times ya advertía hace siete años que los centros de datos gastaban alrededor del 90% de la energía que consumen y un informe del 2017 de la Comisión Europea apuntaba que estos lugares generan el 2% de las emisiones de CO2 que se vierten a la atmósfera. El mantenimiento de las máquinas y el empleo de los sistemas de aire acondicionado necesarios para que no se sobrecalienten suponen un alto coste para el planeta.

Ahorrar energía y costes: ¿A qué precio?

Ese precio a pagar en la factura de la luz y también en la medioambiental es lo que pretende abaratar Microsoft sumergiendo sus servidores. En 2015 hicieron la primera prueba con la cápsula Leona Philpot, que estuvo bajo las aguas de las costa de California durante cuatro meses. El experimento salió bien y por eso, tres años más tarde, decidieron hundir otra más grande y más potente.

La segunda fase del Proyecto Natick es una cápsula de 12,2 metros de largo sumergida a 36 metros de la superficie y conectada a la corriente a través de un cable submarino especial. Peter Lee, el vicepresidente corporativo de Microsoft Research considera que esto solo nos traerá ventajas.

No los están hundiendo cerca de la costa por casualidad: la multinacional es consciente de que alrededor del 50% de la población mundial vive cerca del mar, por lo que creen que colocando los servidores en lugares próximos a los núcleos urbanos aumentaría la velocidad de Internet. A esto se le sumaría el consumo energético, por el que Lee considera que las máquinas podrían gastar hasta un 3% menos, y la rapidez a la hora de instalarlos.

Los 864 servidores tendrán capacidad para almacenar 27,6 petabytes y las miras de la multinacional están puesta sobre Azure, la nube de Microsoft. Aseguran que la energía que utilizan las máquinas proviene en un 100% de fuentes renovables y que consumen un cuarto de megavatio, o lo que es lo mismo: un poco más de lo que gasta un ordenador encendido en una oficina durante 8 horas al día los 365 días del año.

Llevan monitorizando la cápsula desde verano del 2018, pero aún no han publicado ningún informe. Microsoft dice que pasados los cinco años hay dos opciones: o reemplazar la cápsula por otra o dejarla en el agua para que haga de arrecife natural. Aguilar considera que esta última opción tiene cosas buenas y malas: “A veces eso puede llegar a aumentar la diversidad y la abundancia pero claro, otras, lo que ocurre es que la mayoría de las pesquerías se concentran alrededor y se genera un incremento del impacto”, concluye.