Un perro huele las cosas unas cuatro o cinco veces mejor que un ser humano, por eso en nuestra nariz hay cerca de 5 millones de células olfativas por unos 250 millones de los canes. No todas las razas huelen de la misma forma, pero lo que está claro es que su olfato es bastante superior al de los humanos. Además, nuestro sistema límbico (el área del cerebro donde se procesan los olores) es 40 veces menos eficiente que el de los perros.
Los animales nos ganan oliendo cosas. También vencen a las máquinas. Incluso a los sistemas premiados en el pasado, como la nariz electrónica con la que Jesús Lozano y José Luis Herrero (Universidad de Extremadura) ganaron en diciembre el premio a la investigación que otorga anualmente la Fundación Policía Española. En el proyecto, titulado Sistemas olfativos artificiales para la detección de agentes peligrosos, también contaron con la colaboración de José Miguel Sánchez España, inspector jefe del grupo TEDAX-NRBQ de Badajoz.
Lozano trabaja en la Escuela de Industriales de la Universidad de Extremadura. Un día, mientras los TEDAX estaban por allí de visita, les llamó la atención un póster que el investigador tiene en su laboratorio: “es uno de esos donde medimos una serie de compuestos químicos que son precursores del TATP, un explosivo muy utilizado por los islamistas”, cuenta Lozano a eldiario.es. La policía se interesó por el trabajo de los científicos y acordaron entonces desarrollar algo juntos.
Ese algo no era otra cosa que una nariz electrónica. Lozano y Herrero llevan varios años trabajando en estos dispositivos para otro tipo de aplicaciones, “como calidad alimentaria en bebidas, para saber qué comidas están estropeadas o tienen defectos, etcétera”, dice el investigador. También han usado el sistema desde un punto de vista medioambiental “para detectar olores o la calidad del aire”. El reto que ahora se planteaba era el de medir explosivos y compuestos químicos, así que “empezamos a optimizar el sistema” dice Lozano.
Oler explosivos de forma inalámbrica
La nariz electrónica ha sido entrenada a base de machine learning (aprendizaje automático) y redes neuronales. Lozano explica que “unos determinados estímulos se corresponden con un determinado compuesto o un determinado peligro” en el sistema. Aunque dominan lo que ocurre dentro del laboratorio y son capaces de diferenciar explosivos allí dentro, no así fuera del mismo.
El investigador reconoce que “hasta el momento solo hemos hecho unas pruebas preliminares, unos primeros diseños” y que el sistema solo se ha probado en el laboratorio. Por eso, los TEDAX aún no han podido trabajar con la nariz electrónica. “Sus sistemas no funcionan nada bien. Simplemente les alertan si hay algún posible peligro, pero da mucho falsos positivos. Entonces, al final, ¿qué hacen ellos? Ante cualquier cosa se protegen lo máximo posible porque no tienen unos instrumentos que les den fiabilidad”, dice Lozano.
De esta forma, los TEDAX podrían montar el dispositivo sobre un dron y volarlo sobre la zona donde vayan a intervenir para comprobar si hay explosivos cerca. O en los robots que ya utilizan para desactivar bombas, para cerciorarse de con qué material están trabajando. Lozano va más allá y lanza otra idea: “como es un dispositivo de bajo coste [en torno a los 700 euros], habíamos pensado incluso en una especie de pelota que tú la puedas tirar y a distancia te envíe los resultados del análisis”.
Porque precisamente ese es uno de los aspectos revolucionarios de la nariz electrónica extremeña: que funciona en remoto. Así puede conectarse de forma inalámbrica con un teléfono móvil, una tablet o un ordenador para visualizar los resultados. Aunque como ya dijimos al comienzo del artículo, el olfato de los perros es infinitamente superior al de la nariz electrónica, sí que podría ayudar a los animales a la hora de reconocer ciertos elementos. También, en casos extremos, quizá podría salvar vidas.
Lozano marcha en diciembre al Digital Olfaction Society, un simposio sobre olores y la transmisión de estos a través de Internet. Junto con la Universidad de Extremadura, se ha propuesto enviar cuatro olores de perfume a través de la Red para que los huelan en París. “Puede parecer una tontería, pero el sentido del olor es mucho más complicado que el de la visión”.
El investigador anticipa que los móviles pronto incorporarán detectores de gases, “lo que dará pie a que mucha gente desarrolle aplicaciones”. Y lo compara con el desarrollo de las técnicas de reconocimiento facial, espoleadas por la proliferación de las cámaras en los smartphones: “hasta estonces no se desarrollaron esas apps...”, concluye.