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La pelea entre Trump y Harris por ganarse a Silicon Valley que puede marcar a toda la humanidad

Silicon Valley ha sido tradicionalmente un bastión demócrata. Barack Obama, Hillary Clinton y Joe Biden pueden atestiguar que todo es un poco más fácil cuando el centro del poder tecnológico estadounidense está de tu parte. Una inclinación especialmente evidente desde que Donald Trump es el candidato republicano: solo el 24% de los votantes registrados en el valle votó por él en 2020, lo que supuso incluso una mejora respecto al 20% que logró en 2016.

Pero el respaldo va mucho más allá de los votos. Silicon Valley ha volcado su dinero y sus relaciones públicas para impedir que Trump sea presidente, en una tendencia que hasta ahora era transversal entre multinacionales y startups, altos ejecutivos y jóvenes que pican código. Había múltiples razones para ello, desde el propio perfil demográfico de la zona (diversidad étnica y alto porcentaje de universitarios, el punto más débil del republicano) hasta el rechazo a sus políticas radicales de inmigración en un área que concentra talento internacional.

Incluso Elon Musk, atrapado hoy en la espiral reaccionaria y negacionista de la alt-right estadounidense, ha declarado que fue votante demócrata.

Sin embargo, la carrera electoral de 2024 comenzó con un regusto diferente. El Gobierno de Biden ha cercado judicialmente a las grandes tecnológicas, presentando demandas antimonopolio contra Google, Amazon, Apple o Meta. También ha apoyado la macrocausa que compara a las redes sociales de esta última con el “opio” o “tabaco” y se ha mostrado partidario de atar más en corto a las plataformas en general. Esta política más beligerante, unida a su evidente debilidad como candidato, han provocado una situación inédita en Silicon Valley: los partidarios de Trump han sido hasta ahora más activos y visibles que los demócratas.

No está claro que los trumpistas del valle sean mayoría ni que vayan a poner más dinero encima de la mesa que los demócratas, pero sí que por primera vez la capital tecnológica mundial está en disputa. Consciente de la oportunidad, el republicano ha diseñado una estrategia para asaltarla que no solo redefiniría el paisaje de Silicon Valley, sino que también podría remodelar el orden económico y político global. Porque el plan empieza con la elección de su propio número dos, el senador de Ohio J.D. Vance, pero continúa con las promesas de no regular la inteligencia artificial y eliminar las restricciones de las criptomonedas.

Un pupilo de Peter Thiel en la Casa Blanca

El candidato a vicepresidente J.D. Vance, de 39 años, es conocido por ser el autor de Hillbilly Elegy, un libro que detalla su vida y la de su familia en el contexto de la clase trabajadora blanca en el llamado cinturón del óxido de Estados Unidos, muy afectado por la desindustrialización, la pobreza y la drogadicción. Él se presenta ante el público estadounidense como la voz de la clase trabajadora ante las “élites de Washington”. Lo que Vance no cuenta es que antes de entrar en política fue un inversor tecnológico con importantes padrinos entre las élites de Silicon Valley.

El principal no es otro que Peter Thiel, la punta de lanza de Trump en la industria digital. Fue el primer magnate de la tecnología que se posicionó a favor del empresario en la carrera presidencial de 2016, lo que contribuyó a potenciar su imagen de villano en el valle. Él mismo se la había granjeado desde que decidió utilizar todo su dinero e influencia para cerrar un medio que se atrevió a publicar que es gay, intentó formar su propia nación ultraliberal en altamar o explicó en un libro cómo se ha de “mentir” al público y a los reguladores para convertir startups en monopolios digitales.

Thiel hizo fortuna al cofundar Paypal junto a Elon Musk, multiplicándola después al ser un de los primeros inversores de Facebook. Hoy es una de esas personas desconocidas para el gran público pero cuyo nombre va asociado a Airbnb, Spotify, LinkedIn, Stripe o SpaceX. También cofundó Palantir, uno de los principales proveedores de inteligencia artificial militar y de espionaje del mundo, con relaciones “especiales” con Israel y sus operaciones en Gaza. J.D. Vance trabajó para Thiel varios años, llegando a ser el director de uno de sus fondos de capital riesgo entre 2016 y 2017, Mithril Capital.

En 2019, Vance cofundó su propia firma de inversión, Narya Capital. Aunque tiene su sede en Ohio, las startups tecnológicas son una parte muy importante de su porfolio. Esto le ha permitido mantenerse cerca de la industria digital y los intereses de los inversores de capital riesgo, como el propio Thiel o como Ben Horowitz y Marc Andreessen, fundadores de Andreessen Horowitz, seguramente el fondo de inversión tecnológica más importante del mundo. Ambos han seguido los pasos de Thiel este 2024 mostrando su apoyo a Trump, lo que les ha valido la reprimenda pública de un buen número de colegas y socios.

La situación ha provocado el primer gran cisma político en Silicon Valley, con multimillonarios tecnológicos despellejándose en las redes y llegando incluso al insulto. Las cosas están calientes en la meca tecnológica porque los intereses de personajes como Musk, Thiel, Horowitz o Andreessen nunca habían diferido tanto de la postura común más demócrata del valle, y una de las grandes razones es la inteligencia artificial.

Mientras que existe una pulsión general por la necesidad de una regulación para esta tecnología, algo que apoyan grandes multinacionales como Google o Microsoft para tener seguridad jurídica en sus actividades, el capital riesgo y muchas startups no quieren que nadie les cierre puertas. Creen que definir unos límites para la inteligencia artificial “coarta la innovación” o, dicho de otra forma, reduce su margen de maniobra para pegar un pelotazo. Vance comparte esta opinión.

No regular la inteligencia artificial

“Muy a menudo los directores generales, especialmente de las grandes empresas tecnológicas que creo que ya tienen posiciones ventajosas en la IA, vienen y hablan de los terribles peligros para la seguridad de esta nueva tecnología y de cómo el Congreso tiene que regular lo antes posible. Y no puedo evitar preocuparme de que si hacemos algo bajo la presión de los actuales titulares, será en beneficio de esos titulares y no en beneficio del consumidor estadounidense”, dijo Vance en una reciente comisión sobre privacidad e IA celebrada en la Cámara de Representantes.

Trump mantuvo la incógnita de quién sería su candidato a vicepresidente hasta el último momento. La lectura inicial es que eligió la lealtad que el recién llegado Vance le había profesado desde 2022 por encima del capital político de otros candidatos como el senador por Florida Marco Rubio. Sin embargo, según han revelado varias crónicas que han descrito en profundidad cómo tomó esta decisión, en el último momento todo se redujo a un juego de presiones en el que aliados clave como Musk lo apostaron todo por la elección de Vance.

Con este movimiento, los grandes inversores de capital riesgo de Silicon Valley esperan que Vance, uno de los suyos, defienda en la Casa Blanca la necesidad de no regular la inteligencia artificial. Ello a pesar de que el senador también ha defendido la necesidad de vigilar mucho más las actividades de las grandes tecnológicas, llegando incluso a caer en teorías de la conspiración compartidas por Musk, que asegura que Google promociona a los demócratas en su buscador, obviando que él es el dueño de una red social que decidió devolverle la cuenta a Donald Trump tras haber sido condenado por instigar el asalto violento al Capitolio de 2021.

La UE acaba de aprobar su propia ley para la inteligencia artificial con las primeras restricciones para estos sistemas. No obstante, las posibilidades de que las tecnológicas estadounidenses ignoren al continente en sus nuevos desarrollos se disparan si EEUU aboga por una desregularización total. Es lo que acaba de hacer Meta con la IA que iba a usar las fotos y comentarios de los usuarios de Instagram y Facebook. Ante el bloqueo impuesto por los reguladores de privacidad, que consideran que la corporación de redes sociales no ha informado a los usuarios adecuadamente de sus pretensiones, Meta ha decidido simplemente hacer como si la UE no existiera; no utilizará los datos de los europeos para entrenar a su IA y a cambio bloqueará que su nuevo modelo se use dentro del territorio de la Unión.

Todo tiene un precio (en bitcoin)

El otro pilar de la estrategia de Trump para reclutar a la industria tecnológica son las criptomonedas. Su promesa es simple: despedir en su primer día de mandato al presidente del regulador bursátil estadounidense, conocido por su postura controlar estos activos, y convertir el país en “la capital cripto del planeta y la superpotencia mundial del bitcoin”.

Está funcionando. “Cruzo el Rubicón y apoyo al Partido Republicano y al presidente Trump”, escribía este miércoles David Marcus, otro de los ejecutivos de postín del valle. Dirigió Paypal (la fuerte presencia de ex fundadores y directivos de esta plataforma en el núcleo de poder de Silicon Valley ha derivado en la acuñación del término “Paypal Mafia” para definirlos) y luego se pasó a Facebook para coordinar su fallido proyecto de crear una criptomoneda. Ahora tiene su propia empresa cripto.

Su carta explica “el gradual giro de 180 grados desde mi posición en la anterior elección” que han dado numerosos pesos pesados del valle por las promesas de Trump. “Muchos —incluida una versión anterior de mí mismo— quedan atrapados en un marco mental que se convierte en su identidad y les impide evolucionar radicalmente su pensamiento con nuevos hechos e información. Yo finalmente me liberé de ello”, asegura Marcus.

Poco importa ya que Trump haya sido escéptico con las criptomonedas hasta ahora. La nueva realidad es que vende incluso zapatillas deportivas con su nombre y el logo del bitcoin. Si la cripto-religión necesita un nuevo profeta tras las acusaciones de fraude, blanqueo de dinero y penas de cárcel que han caído sobre los primeros magnates del bitcoin, Trump está dispuesto a serlo.

La jugada le está reportando fondos y apoyos por parte de los fieles. Un movimiento que, si termina en la Casa Blanca, podría erosionar el dominio de los sistemas financieros tradicionales, desafiando la autoridad de bancos centrales y gobiernos en la emisión y control de moneda. Las criptomonedas podrían convertirse en una alternativa viable a las monedas fiduciarias, el gran sueño del movimiento cripto.