Oliver Stone dice que su película no es necesaria. Que la controversia es un bien devaluable en Hollywood y que el público olvidará Snowden en cuanto su cartel desaparezca de las marquesinas, como ocurrió con JFK, Nixon o Nacido el 4 de julio. Lo único que permanece en un género que baila entre la no ficción política y el thriller de espionaje son sus protagonistas. Los de carne y hueso. Es posible que las películas no construyan el mito, pero sirven para perpetuarlo.
En el caso de su último filme es aún más urgente porque, en estos momentos, un joven de 33 años tuvo que pedir asilo en Rusia para evitar la cárcel en Estados Unidos. El exanalista de la NSA tiene dividida a la opinión pública de su país. Por eso Snowden es necesaria, como también lo es el oscarizado documental de Laura Poitras, Citizenfour.
Stone, además, pretende lograr algo que no era la prioridad en el testimonio grabado de Edward Snowden. Citizenfour quería poner rostro a la gran filtración y apoyar en vídeo el bombazo que había adelantado The Guardian. Snowden quiere sentar en la butaca al gran público y que veamos reflejado de una vez hasta qué punto somos una parte fundamental de la trama.
Edward Snowden ha dejado claro que la política de recogida de datos de la NSA no ha servido para interceptar “ni un solo ataque terrorista”. Aun así, tras el estreno del film de Poitras en 2014, los norteamericanos condenaron esos métodos de vigilancia pero los seguían aceptando para garantizar su seguridad. El nuevo reto del exanalista es llegar a través del cine de masas a quienes no leyeron los artículos de The Guardian o no conectaron con el lenguaje más técnico de Citizenfour.
Desde escenas de sexo controladas por webcam hasta una simulación de redes de datos brillante, Oliver Stone utiliza todas sus armas para atizar a la indiferencia. A esos “me da igual, no tengo nada que esconder” que se repiten a diario en todas las partes del mundo. Justo donde la NSA pinchó teléfonos, leyó SMS privados y grabó las imágenes de las webcam de millones de ordenadores particulares. Para ello, la Agencia de Seguridad Nacional utilizó sistemas y herramientas que se mencionan en Snowden, pero sin tiempo para entrar en detalles.
Por eso hemos montado una breve guía para aquellos que hayan visto (o vayan a ver) la película y quieran entender qué son y cómo nos afectan a todos.
PRISM
Este proyecto aparece por primera vez cuando Joseph Gordon-Levitt, en la piel del jovencísimo Edward Snowden, está haciendo las pruebas de la CIA en la escuela Sherman Kent. El programa permitía desde 2007 el acceso directo de la NSA a los servidores de Google, Microsoft, Facebook, Yahoo, Skype o Apple, entre otros. La cantidad y naturaleza de los datos que vigilaba la agencia variaban dependiendo de la compañía, desde chats en vivo y fotografías hasta historiales de búsquedas y datos de conexiones.
El programa de ciberespionaje PRISM fue diseñado, en teoría, para tener controlados a los ciudadanos de la UE ante una posible tentativa de ataque terrorista. Hay dos leyes que protegen esta recolección masiva de datos y que Snowden ha denunciado desde su aparición en Citizenfour. La primera, la Patriot Act (Ley Patriótica), fue aprobada por el Congreso tras los ataques del 11-S, durante el Gobierno de George W. Bush. La segunda se conoce como Ley de Vigilancia de la Inteligencia Extranjera o FISA y es la encargada de plantar la semilla de la culpa en nuestro protagonista.
Por cierto, este intercambio de datos entre algunas de las empresas más influyentes de Internet y la NSA no se estaba utilizando solo para registrar perfiles peligrosos. Según The New York Times, la Agencia de Seguridad Nacional establecía también conexiones sociales de preferencias y afinidades entre los ciudadanos a través de su huella (pública y privada) en Internet.
Tribunal FISA
La Ley FISA fue aprobada en 1978 para vigilar a agentes de inteligencia extranjeros y ha sido enmendada múltiples veces desde entonces. También nombró su propio tribunal para dar luz verde a las operaciones de rastreo emprendidas por la NSA. En la película de Oliver Stone es donde empieza y termina todo.
La primera revelación de Edward Snowden a Glenn Greenwald, periodista de The Guardian, fue precisamente que el tribunal FISA había emitido una orden a la compañía telefónica Verizon para que recopilase las llamadas de sus millones de usuarios. Toda esa trama de vigilancia masiva ordenada por el tribunal federal cabe en un cubo de Rubik, donde Snowden esconde la tarjeta SD con esta información al final del film.
XKeyscore
“Yo, sentado desde mi escritorio, tengo la autoridad de realizar escuchas telefónicas, tanto a ciudadanos como al juez federal o incluso al presidente, si tengo acceso a su correo personal”. Es la frase más memorable que pronuncia Edward Snowden en el documental Citizenfour y que resume la magnitud del escándalo. La herramienta XKeyscore es la prueba, además, de que esos datos no solo estaban siendo interceptados, sino también almacenados para acceder a ellos de forma retroactiva sin ningún tipo de autorización previa.
En la película, Snowden y otro analista de la NSA introducen en un buscador las palabras Bush, matar e Irak, y automáticamente aparecen miles de fotos, conversaciones privadas de Facebook, y perfiles de Skype. Pero, ¿de quiénes? “De todo el reino, Blancanieves”, le dice su colega.
La interfaz permite así consultar ese océano de datos mundiales recogido a un ritmo de 125 gigabytes por segundo. Solo es necesario arrancar la búsqueda a partir del nombre, el número de teléfono, la dirección IP, palabras clave, el idioma o el tipo de navegador utilizado.
Optic Nerve
Esta es una de las escenas en la que más énfasis pone Oliver Stone, por si todavía quedase alguien en la faz de la Tierra que no tapa su webcam con una pegatina. La película ofrece una dramatización de lo que ocurrió durante seis meses en 2008, que no tiene nada que envidiar a la ficción. El servicio de inteligencia británico GCHQ desarrolló un programa que almacenaba automáticamente las imágenes de la webcam de los usuarios de Yahoo Messenger.
Después, los analistas de la NSA utilizaban el buscador XKeyscore para bucear por todos los vídeos. Una de las principales controversias vino por que el 10,8% de las imágenes eran de contenido sexual. Yahoo negó rotundamente estar al tanto de Optic Nerve y en seguida lo condenó como “una grave incidencia en la violación de la privacidad de nuestros usuarios”. Poco después, el portal cifró sus correos mediante el sistema PGP, que protege el contenido de los mensajes pero no sus metadatos.
“Los metadatos son mucho más intrusivos y más valiosos que cualquier cosa que puedas decir”, dijo Edward Snowden a este periódico.
Boundless Informant
“¿Cuál creéis que es el país al que más estamos vigilando?”, pregunta Snowden a sus compañeros en el centro de operaciones SIGINT de Oahu, Hawaii. “Pakistán”, dice uno, “Arabia Saudí”, el otro. Lo cierto es que los propios ciudadanos estadounidenses estaban siendo víctimas de una operación que tenía como supuesto objetivo la amenaza extranjera. “Quería saber que no era el único al que le parece un poco raro”, dice un tímido Joseph Gordon Levitt.
El nombre de este sistema de análisis y visualización de datos masivo dejaba poco a la imaginación (Informador sin límites). La NSA lo utilizaba para organizar todos los metadatos por países, con toda la información adicional que eso implica. Es decir, si la agencia registraba una llamada, también guardaba los dos números de teléfono, la duración y la ubicación.
Según el siguiente mapa, solo en marzo de 2013 la NSA recogió más de 73.000 millones de metadatos en todo el mundo. Todos recordamos las palabras del director de la agencia, Keith B. Alexander, negando en rotundo al Congreso que espiasen a los ciudadanos norteamericanos. Pero su propia visualización de datos cantó en su contra al mostrar más de 3.000 millones de metadatos made in USA.