Las redes sociales, el boicot en la sombra para frenar el cambio climático

“No podemos resolver este problema solo mediante mejores narrativas o difundiendo más datos científicos y verificaciones de hechos. Las investigaciones han demostrado una y otra vez que la desinformación gana terreno, porque este tipo de contenido impulsa la economía de la atención y los sistemas optimizados para maximizar las interacciones en redes sociales. Las plataformas deben reducir el impacto de los superdifusores de bulos y hacer que sea más difícil, más laborioso y menos rentable 'hacerse viral' mintiendo sobre la crisis climática. Si no abordamos ese problema arquitectónico fundamental, tendremos dificultades para lograr cambios reales en todos los demás”.

Es la conclusión última de un informe de Coalición de Acción Climática Contra la Desinformación (CAAD, por sus siglas en inglés) presentado con motivo de la COP29, que se celebra esta semana en Azerbaiyán. Se trata de la cuarta edición del estudio realizado por este grupo de 50 organizaciones ecologistas y contra la desinformación, que lleva varios años ofreciendo una bibliografía anual sobre los bulos climáticos y los objetivos de aquellos que los propagan.

El texto de este año, no obstante, presenta una “conclusión más cruda”. Esta “no se refiere a ninguna tendencia específica” entre los propagadores de desinformación, sino al hecho de que estos puedan seguir lucrándose con los bulos y contaminando el discurso púbico sobre la crisis. “Aunque el contenido exacto puede cambiar de un año a otro, nos llama la atención lo mucho que sigue igual y lo poco que se ha hecho para abordar las causas profundas”, destacan las organizaciones.

En lugar de quedar relegadas a los márgenes del discurso público, nuestras pruebas sugieren que tales narrativas se están convirtiendo en algo más habitual, más violento y más impactante a través de la repetición

“Las grandes tecnológicas están alimentando activamente la crisis climática al permitir que las grandes petroleras y los actores de la desinformación difundan mentiras y socaven la acción por el clima”, denuncian: “En lugar de quedar relegadas a los márgenes del discurso público, nuestras pruebas sugieren que tales narrativas se están convirtiendo en algo más habitual, más violento y más impactante a través de la repetición”.

Cada vez más visibilidad para los super-desinformadores

La desinformación sobre el cambio climático se propaga ampliamente en las redes sociales, incluyendo ataques a las energías renovables, la negación de la conexión entre el cambio climático y eventos climáticos extremos y la promoción de teorías conspirativas sobre la manipulación climática. Esta última dinámica se repite por todo el mundo, desde los letales incendios de Hawái hasta las catastróficas inundaciones de la DANA.

El análisis de la Coalición destaca la influencia de los superpropagadores de desinformación a la hora de amplificar narrativas engañosas erosionar la confianza pública en la ciencia climática. Los algoritmos de las redes sociales se sienten atraídos por los discursos extremos que reciben estos perfiles, multiplicando su visibilidad. El estudio señala ejemplos de cuentas X y TikTok y canales de YouTube que pasaron de decenas a cientos de miles de seguidores cuando aumentaron la beligerancia de los bulos climáticos.

Los estudios han demostrado que la exposición repetida a las afirmaciones negacionistas sobre el clima las hace más creíbles y persuasivas, incluso para aquellos que declaran estar preocupados por la crisis climáticas

Su táctica de repetir machaconamente las mismas falacias tiene efecto. “Aunque los ejemplos exactos pueden variar, las principales narrativas del año pasado son sorprendentemente similares a las identificadas por la CAAD en la COP26. Esto demuestra la persistencia o 'pegajosidad' de la desinformación y cómo los argumentos y las imágenes se reciclan año tras año. Los estudios han demostrado que la exposición repetida a las afirmaciones negacionistas sobre el clima las hace más creíbles y persuasivas, incluso para aquellos que declaran estar preocupados por la crisis climáticas”, afirman.

La situación se agrava porque estas plataformas carecen de reglas claras sobre lo que representa desinformación climática y coartan los estudios de investigadores externos. Tampoco actúan contra las cuentas que repetidamente difunden desinformación, lo que les permite seguir operando con impunidad, enumera el informe.

Los pagos de las petroleras

Las empresas de combustibles fósiles invierten decenas de millones de dólares en publicidad en las plataformas de redes sociales para promover una imagen “verde” y desacreditar las políticas climáticas. Más de 17 millones de dólares fueron a parar a Meta, propietaria de Facebook, Instagram y WhatsApp. El desembolso supuso que sus anuncios fueran vistos 700 millones de veces por los usuarios de las redes de Meta.

El informe se ha centrado en los anuncios de Meta porque es la plataforma que más transparencia ofrece en la publicidad desde el escándalo de Cambridge Analytica. Sin embargo, no excluye al resto de plataformas de esta práctica. Esta publicidad, a menudo engañosa, contribuye a retrasar la transición hacia energías limpias y perpetúa la dependencia de los combustibles fósiles.

La publicidad se utiliza continuamente para lavar la imagen de la industria, lo que probablemente cause más retrasos críticos en la transición energética

“A pesar de las frecuentes declaraciones de la industria de los combustibles fósiles sobre alcanzar el objetivo de cero emisiones netas en 2050, esto no se confirma en sus planes de negocio o en su actividad. No obstante, la publicidad se utiliza continuamente para lavar la imagen de la industria, lo que probablemente cause más retrasos críticos en la transición energética”, afirman las organizaciones.

El estudio señala a su vez que los lobbies de la combustión y las petroleras no solo pagan a las plataformas, sino que organizan campañas de manipulación de astroturfing. Con este término se denominan a las campañas de propaganda que simular estar impulsadas desde abajo, usuarios de base, cuando en realidad son operaciones pagadas. La industria fósil las está utilizando “para presionar y transmitir mensajes más agresivos sobre el esencialismo de los combustibles fósiles e influir en la opinión pública a distancia, con una mayor negación plausible”.

Discursos cada vez más violentos

Otra de las tendencias que apunta el informe es la creciente preocupación por la mayor violencia en los discursos que se oponen a la acción climática. Si bien este fenómeno no se limita a un solo tipo de discurso, se manifiesta en diversas formas, desde la retórica agresiva hasta las amenazas directas contra individuos e instituciones.

En EEUU esta corriente ha derivado que negacionistas protagonicen protestas violentas y llamen a la guerra civil en el país. También han aumentado las amenazas contra el personal de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA), un fenómeno que recuerda al que ha sucedido con la AEMET en España en la reciente DANA. Un hostigamiento que puede extenderse contra científicos, periodistas y activistas climáticos, una estrategia para desacreditar su trabajo y socavar la confianza pública en la ciencia del clima.

elDiario.es se puso en contacto este lunes con Meta, YouTube, TikTok y X para incluir su versión sobre el informe de la Coalición. YouTube ha rechazado hacer declaraciones y TikTok ha explicado, sin referirse al contenido del informe, que no permite la desinformación que no permite “la desinformación pueda causar un daño a individuos concretos o a la sociedad, con independencia de su intención” y que trabaja con 19 organizaciones independientes de verificación de datos a nivel mundial para evaluar el contenido a medida que se desarrollan los acontecimientos.

“De entre todos los esfuerzos, debemos centrarnos en desbaratar la economía de la desinformación y crear incentivos más saludables en nuestro espacio informativo”, confluyen las organizaciones: “Esto significa eliminar el ánimo de lucro de los creadores de contenidos que desinforman y las plataformas tecnológicas que sacan tajada, así como exponer las técnicas y mensajes de los actores de mala fe (ya sean corporativos, patrocinados por el Estado, políticos o individuales). Lo más importante es que no podemos centrarnos en contrarrestar cada comportamiento individual, sino que debemos abordar los sistemas y los comportamientos y actores que recompensan”.

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