Qué son las obras NFT y por qué se han pagado 69 millones de dólares por una de ellas
El mundo del coleccionismo siempre ha vivido rodeado de grandes interrogantes. Pagar 94.000 dólares por un ganchito que se parece a un gorila o pagar 3.500 euros por un pañuelo donde Scarlett Johansson ha dejado sus mocos en una entrevista, son algunos de estos incidentes que generan incredulidad en la mayoría y seguramente comprensión en quienes entienden estas filias coleccionistas. En ambos casos se trata de objetos. El misterio aumentará ahora que también se pueden vender activos intangibles. Es lo que está ocurriendo con los NFT.
Los Non Fungible Tokens son bienes intangibles que no pueden ser intercambiados pero sí coleccionados o subastados. Esta semana se ha hablado mucho de ellos porque el artista Mike Winkelmann (conocido como Beeple) ha vendido su obra “Todos los días: Los primeros 5.000 días” en la londinense casa de subastas Christie's por 69 millones de dólares. La obra recoge cientos de imágenes recopiladas durante más de una década por este artista sobre un lienzo de 21.069 x 21.069 píxeles.
“¡Me voy a Disneyworld!”, gritaba el artista en su casa de Charleston, en Carolina del Sur, completamente excitado por la noticia. Más allá de esta abultada cantidad de dinero, ¿por qué el mundo del coleccionismo se interesa por el arte digital y qué es exactamente lo que está comprando?
Los NFT son únicos. Esto es importante para entender por qué algunos alcanzan valores tan altos. Al contrario que con las criptodivisas (que sí son fungibles), los NFT contienen una criptografía que no es repetible. Tal y como explica la revista Xataka en un completo artículo sobre el tema, “hay una analogía clara entre un NFT y una entrada para un festival de música: en esa entrada hay información sobre el comprador de la entrada, la fecha del evento y su localización. Esas entradas, como los NFTs, son personales y únicos”.
El 21 de marzo de 2006 Jack Dorsey publicaba su primer tuit. Hace unos días anunciaba que lo subastaría el 21 de marzo como NFT y que el dinero recaudado será entregado a Give Directly, una ONG que trabaja para erradicar la pobreza en algunos países africanos como Kenia, Ruanda, Liberia o Malawi. Hasta el momento la puja más alta alcanza los 2,5 millones de dólares. La cuestión es que una vez que el NFT haya sido subastado, el tuit seguirá estando disponible. ¿Qué recibirá entonces la puja más alta? Un certificado digital del tuit que será firmado y verificado por su creador. Dicho certificado usa tecnología criptográfica e incluirá metadata del tweet original.
De acuerdo con la web de la empresa especializada en venta de tuits Cent, “Poseer cualquier contenido digital puede ser una inversión financiera, tener un valor sentimental y crear una relación entre el coleccionista y el creador. Como un autógrafo en una tarjeta de béisbol, el NFT en sí es el autógrafo del creador en el contenido, lo que lo hace escaso, único y valioso”. Por lo que, como ocurre como el valor que se le da al oro, hay un componente cultural que explica parcialmente el fenómeno a la vez que genera más preguntas.
Porque de hecho, en muchos casos la venta del ‘token’ ni siquiera implica que el artista pierda los derechos de copyright. Tampoco impide que si la obra sigue estando disponible online esta pueda ser copiada, remezclada, descargada, etc. Lo único que garantiza es que el comprador tiene un archivo digital autorizado por el creador original del activo digital que ha sido comprado.
Aunque estos son algunos de los casos más mediáticos, lo cierto es que hay una amplia comunidad de criptoartistas intentando hacerse hueco y tratar de generar remuneraciones por el trabajo que ya hacen. De hecho ya existen mercados online especializados en compraventa de bienes digitales en los que miles de creadores están ofreciendo sus trabajos.
Existe por tanto una comunidad que mira con entusiasmo la apertura de nuevos espacios que puedan generar oportunidades para quienes no han conseguido encontrarlos hasta ahora. James Surowiecki, autor durante años de la columna financiera de The New Yorker, afirmaba hace unos días en un artículo que “es una burbuja a punto de explotar”.
Surowiecki afirma sin embargo casi como apunte antropológico: “Si las NFT han capturado nuestra imaginación, es porque esta moda fusiona muchas tendencias sociales y financieras potentes. Tiene algo de las criptomonedas, de realidad virtual, de memes, y además es un frenesí especulativo alimentado por las redes sociales. Los NFT somos nosotros”. Y es que más allá de la tecnología y de los NFTs, el dinero y el valor que asignamos a las cosas es efectivamente algo terriblemente humano.
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