Las compañías tecnológicas han entrado en una etapa de apretarse el cinturón y maximizar beneficios. Tras la bonanza que supuso la pandemia han llegado los despidos multitudinarios, la intención de cobrar por servicios que antes no tenían coste económico o las estrategias imaginativas para encontrar nuevos usos de sus plataformas. Esta última es la táctica que está siguiendo tanto WhatsApp como Telegram, aunque con perspectivas diferentes: mientras la primera quiere convertirse en una plataforma de venta y atención al cliente para empresas, la segunda ha apostado por ganar dinero con los canales de comunicación masiva.
Telegram quiere facilitar la formación de comunidades en las que un usuario o marca pueden comunicarse con muchos miles de personas de forma más directa que en otras redes sociales. En esos canales permite la inserción de publicidad, emojis personalizados y otros servicios “premium”, por los que cobra una cuota. Dentro de esa estrategia, ha montado una plataforma de subasta en la que los usuarios que tengan el control de nombres atractivos para esas comunidades, como @noticias, @pizza o @futbol, puedan subastarlos al mejor postor a cambio de criptomonedas.
“Los usuarios de toda la vida de Telegram que han estado utilizando nombres de usuario cortos que registraron al principio pueden ahora beneficiarse del crecimiento de la plataforma vendiéndolos en subastas justas, transparentes y totalmente descentralizadas”, defiende la compañía, que lanzó la plataforma de compraventa la semana pasada. “Por primera vez en la historia de las redes sociales, las personas tienen la plena propiedad de sus nombres de usuario”, defiende. La plataforma se lleva un 5% de cada transacción.
La compañía también permitirá a los usuarios acumular tantos @usuarios como quieran comprar e incluso ocultar que ellos son los propietarios. Esto les permitirá aparecer en las búsquedas en la plataforma cuando se introduzcan esos términos, así como tener una URL que lleve directamente a su canal basada en ese nombre (t.me/usuario). ¿El problema? Telegram está subastando los nombres de marca de miles de compañías y ONG sin informar de ello a sus titulares, lo que puede acarrear violaciones de sus derechos y riesgos de seguridad, explican varios expertos a elDiario.es.
Nombres de usuario en Telegram como @movistar, @cruzroja, @iberdrola, @ayudaenaccion, @bbva, @bancosantander, @caixabank o incluso algunos que hacen referencia a instituciones, como @gobiernoespana o @acnur están abiertos a subasta. Otros, como @cocacola o @apple se han vendido ya, por 32.000 y 13.000 euros, respectivamente. La subasta por @nike terminará este jueves y la puja más alta asciende ya a 600.000 euros, muy similar a la de @meta. A la de @ikea le quedan unas 26 horas y va por los 16.000 euros.
“No, no había constancia de ello”, contestan fuentes de Movistar al ser preguntadas por la subasta de Telegram. “No teníamos ninguna noticia”, responden a este medio desde Iberdrola. “No sabíamos nada, ni se han puesto en contacto con nosotros”, coinciden en Cruz Roja.
elDiario.es también se ha puesto en contacto con Telegram para preguntar cómo va a evitar que estos nombres de usuario caigan en manos de actores maliciosos que puedan utilizarlos para suplantar a empresas o ONG. También si ha informado a alguna de ellas de que su nombre de marca se está subastando a nivel internacional. Telegram dio acuse de recibo este miércoles, pero no ha respondido al cierre de esta información.
Problemas legales
Telegram va camino de cumplir su primera década de vida y cuenta con 700 millones de usuarios que se conectan al menos una vez al mes, según sus cifras oficiales. Es una de las cinco aplicaciones más descargadas del mundo. Pese a ello, con su idea de subastar nombres de usuario sin control “ha cometido un error de bulto. Es de una terrible torpeza y puede provocar muchos daños, es muy fácil ganarlo en los tribunales”, protesta el responsable de redes de una de las empresas cuyo nombre de marca está siendo subastado.
Carlos Sánchez Almeida, abogado especialista en propiedad intelectual y libertad de expresión, coincide. “Me recuerda a las ciberocupaciones de principios de los 2.000, cuando la gente registraba dominios web con el nombre de empresas e intentaba sacarle dinero a las marcas aprovechando que había muy poca regulación sobre Internet. Alguna picó para evitarse problemas, pero desde entonces ha habido numerosas resoluciones judiciales que dicen que los únicos con derecho a registrar nombres de marca son sus propietarios”, explica.
“La jurisprudencia dice que no se pueden registrar dominios con nombres de marcas para especular. En mi opinión este es el mismo caso. Además, ahora mismo un usuario de redes sociales puede tener más importancia que el nombre de dominio, porque tienen un mayor tráfico”, continúa el abogado, uno de los que cuenta con una experiencia más amplia en el derecho tecnológico del contexto español. “La única excepción se produce cuando el nombre de marca hace referencia a algo genérico”, puntualiza.
Suplantación
Además de las cuestiones legales que se derivan de que Telegram esté haciendo dinero con las subastas de nombres de marca que no le pertenecen, poner esos nombres en manos de personas u organizaciones interesados en pagar por ellos abre grandes riesgos de seguridad para los usuarios. La suplantación de identidad digital es una de las estafas más comunes en el entorno digital. Los clientes de bancos y compañías energéticas se ven habitualmente afectados por ellas. Los ciberdelincuentes pueden llegar a defraudar decenas de miles de euros a una sola víctima.
“Si no llevan a cabo ningún tipo de verificación sobre la autenticidad de quien lo compra, evidentemente esto puede dar lugar a situaciones difíciles”, dice Lorenzo Martínez, especialista en ciberseguridad y responsable de Securízame. “Incluso a problemas graves de desprestigio de marca”, incide.
Martínez recuerda que hace tan solo una semana la farmacéutica estadounidense Eli Lilly, una de las más importantes del mundo, vio como un usuario suplantaba su identidad en Twitter y le hacía perder miles de millones en su cotización. Ese usuario aprovechó la nueva política de Elon Musk de permitir que cualquier que pague una suscripción mensual de 8 dólares consiga la marca azul que antes solo tenían los usuarios verificados. El usuario pagó la cuota, cambió su nombre y su imagen de perfil por los que usa el grupo farmacéutico y publicó: “Nos complace anunciar que la insulina ya es gratuita”.
Las acciones del Eli Lilly, con una capitalización bursátil de más de 300.000 millones de dólares, cayeron un 5% en cuanto el tuit se viralizó. Ahora Twitter se expone a una demanda millonaria del grupo y a una huida de anunciantes que va a sobrepasar con creces los beneficios que podrá obtener con la nueva suscripción. “Me parece un error que Telegram quiera exponerse a eso”, concluye Martínez.