Madrid, 17 sep (EFE).- Hace 66 millones de años, los Pirineos eran una llanura tropical, una zona de humedales salobres plagadas de fauna muy diversa, desde dinosaurios a tortugas, peces, ranas o lagartos. Desde hoy, sabemos que había alguien más: un cocodrilo de la especie Ogresuchus furatus.
El fósil, que pertenece a una nueva especie de la familia de los sebécidos, fue descubierto a principios de junio de 2013 pero la noche antes de su extracción, un desconocido robó los restos del esqueleto del Mirador del Cretaci (Coll de Nargó, Alt Urgell).
Finalmente, tras varias semanas de búsqueda, la Unidad de Patrimonio Histórico de los Mossos d'Esquadra localizó al espoliador y le requisó el fósil, que se encontraba en un estado de conservación bastante precario.
Precisamente en recuerdo a ese periplo, el fósil fue bautizado 'Ogresuchus furatus', que significa “el cocodrilo-ogro que fue robado”.
Los detalles de hallazgo, dirigido por el Institut Catalá de Paleontología Miquel Crusafont (ICP) y hecho en colaboración con el Museo de la Conca Dellà, la Universidade da Coruña y la Universidad de Barcelona, se publican hoy en la revista Scientific Reports.
El esqueleto parcial ha permitido determinar que la nueva especie forma parte de la familia de los sebécidos, un grupo de cocodrilos terrestres abundantes entre el Paleoceno y el Mioceno Medio, hace entre 66 y 15 millones de años.
Según la investigación, el fósil tiene 71,5 millones de años y es el espécimen más antiguo descubierto.
“Ogresuchus es 10 millones de años más antiguo que cualquier otro sebécido conocido hasta la fecha, por lo que el hallazgo nos obliga a redefinir la historia evolutiva de esta familia”, explica el paleontólogo del ICP y director de la investigación, Albert G. Sellés.
La característica principal de los sebécidos es que, a diferencia de los cocodrilos actuales, tenían sus patas situadas bajo el cuerpo, una particularidad anatómica que “les permitía moverse de forma parecida a los mamíferos actuales y ser depredadores muy activos”, explica el paleontólogo.
De hecho, los restos de Coll de Nargó se encontraban a menos de medio metro de un nido de huevos de titanosaurio y estaban rodeados de cáscaras de huevo, por lo que los investigadores creen que se habría alimentado de las crías.
“Las crías de dinosaurio probablemente no eran su principal fuente de alimento, pero habrían sido una presa fácil para un cocodrilo de estas características que no habría desperdiciado la oportunidad de depredarlos”, cuenta Sellés.
El artículo describe a Ogresuchus como un animal bastante pequeño, de menos de un metro de largo, con dientes dentados y curvos y gráciles patas, aspectos que sugieren que debía ser un depredador activo y muy ágil, capaz de cazar presas pequeñas.
Los dinosaurios en los Pirineos son los últimos que vivieron en Europa antes de su extinción en todo el mundo.
Durante más de 10 años, investigadores del Institut Català de Paleontologia Miquel Crusafont han organizado campañas de excavación y sus hallazgos han dado lugar a cientos de publicaciones científicas sobre las faunas del Pirineo durante el Mesozoico.
Al mismo tiempo, el proyecto de difusión “Dinosaures dels Pirineus” promovido por el ICP trata de dar a conocer esta extraordinaria riqueza al público general a través de museos y salas de exposiciones como el Museu de la Conca Dellà (en Isona, Pallars Jussá) o Dinosfera (Coll de Nargó, Alt Urgell).