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The Guardian en español

El Congreso de EE UU intentó presionar a Zuckerberg, pero Facebook sigue teniendo todo el poder

El consejero delegado de Facebook, Mark Zuckerberg, comparece ante el Senado en Washington.

Julia Carrie Wong

San Francisco —

Si hay algo que refleja lo absurdo del intenso interrogatorio maratoniano de este martes al consejero delegado de Facebook, Mark Zuckerberg son dos tuits. Los senadores Richard Blumenthal y Kamala Harris enviaron a sus votantes un enlace de la red social para seguir la comparecencia en streaming que ambos ofrecían en su Facebook Live.

Los dos, demócratas, fueron de los interrogadores más duros con Zuckerberg en un día que tuvo mucho de teatro político y poco de información novedosa. Pero sus tuits revelan una dinámica tácita: Zuckerberg está hoy en el punto de mira, pero Facebook sigue teniendo todo el poder.

No importa lo mucho que los representantes políticos hagan por criticar a Facebook. Están tan atrapados en el sistema como el resto de usuarios. La legislación, regulación o medidas antimonopolio podrían cambiar la situación al reducir el control absoluto que tiene Facebook sobre nuestra información y nuestra atención, pero son extremadamente improbables en el clima político actual.

Así que mientras los políticos se indignaban dentro de los límites de su impotencia autoimpuesta y Zuckerberg revelaba lo último en inteligencia artificial (aparentemente programó su comparecencia para empezar cada frase con la palabra 'senador'), el precio de las acciones de la plataforma vivió uno de sus mejores días desde que the Observer reveló el mes pasado la recogida masiva de información personal.

Facebook es una fuerza tan presente en la sociedad moderna que fue imposible para los 44 senadores limitarse al tema programado de la audiencia: redes sociales, privacidad e información.

Las preguntas de los senadores, que tenían cinco minutos cada uno, cubrieron asuntos como la interferencia extranjera en las elecciones, la discriminación ilegal en publicidad, el acceso a la información por parte de las autoridades, la falta de diversidad en la industria tecnológica, la prosa impenetrable de las condiciones de servicio de Facebook, la adicción a las redes sociales, el discurso del odio, la censura, el monopolio y la competencia, la sospecha continua entre los usuarios de que Facebook les escucha (no lo hace) y la diferencia entre plataformas y editores.

Zuckerberg se ciñó a sus argumentos, basados principalmente en el mito fundacional de Facebook: que los usuarios controlan su información. Una y otra vez, el directivo de 33 años afirmó que los usuarios controlan quién tiene acceso a la información que comparten con Facebook.

Cuando se plantearon cuestiones sobre la información que Facebook obtiene de forma individual de las fotos y de la actualización del estado de sus usuarios –la temible vigilancia tecnológica publicitaria que permite a Facebook hacer cosas como vigilar usuarios en internet–, Zuckeberg las esquivó e incluso alegó desconocer la respuesta.

Cuando le llegó el turno a Harris, la senadora utilizó la mayor parte de sus cinco minutos recitando una lista con todas las preguntas a las que Zuckerberg no había respondido, incluido “si Facebook puede vigilar la actividad de un usuario cuando cierra sesión, si Facebook puede seguirte en diferentes dispositivos, cuál es el mayor competidor de Facebook y si Facebook almacena hasta 96 categorías de información de su usuarios”.

Hubo algunos diálogos interesantes, especialmente con aquellos senadores que trataron a Zuckerberg más como el empresario multimillonario que es que como el estudiante universitario precoz que sin duda fue.

El senador Patrick Leahy planteó la cuestión urgente sobre la complicidad de Facebook a la hora de extender el discurso del odio que ha alimentado la limpieza étnica de los rohingyas en Myanmar, e interrumpió a Zuckerberg cuando empezó a soltar tópicos sobre la “terrible tragedia”.

Blumenthal reveló que los términos de uso de la aplicación utilizada por Aleksandr Kogan para recabar la información en cuestión incluían el permiso de su organización a “editar, copiar, difundir, publicar, transferir, adjuntar e incorporar a otras bases de datos, vender, autorizar (de cualquier forma y con cualquier condición) y archivar” la información, poniendo en duda la postura de Facebook de que Kogan les había “engañado”.

El senador Jerry Moran, en un ir y venir sobre si Facebook había violado su acuerdo de consentimiento con la Comisión Federal de Comercio, consiguió que Zuckerberg reconociese que el “sistema funcionó tal y como estaba diseñado” cuando Kogan recabó la información. “La cosa es que diseñamos el sistema de una forma que no era buena”. Y Zuckerberg reveló que Kogan había vendido su archivo de información a otras compañías además de Cambridge Analytica.

Al fin y al cabo, lo más revelador sobre la diferencia entre el control que Facebook ofrece a sus usuarios y la privacidad real fue la actitud de Zuckerberg hacia su propia privacidad. Zuckerberg afirmó muchas veces que tanto él como toda su familia utilizaban Facebook, un argumento que aparentemente deberíamos tomarnos como prueba de que Facebook es seguro.

Aun así, a las preguntas del senador Dick Durbin, Zuckerberg expresó su incomodidad con la revelación de determinada información personal, como el hotel en el que se alojaba durante su estancia en Washington.

Soy una usuaria de Facebook relativamente bien informada. Probablemente pongo más atención que la mayoría a los ajustes de privacidad y continuamente desactivo herramientas como la localización. Y, aun así, la información que Facebook tiene de mí incluye decenas de casos en los que la compañía ha registrado mi localización basándose en mi dirección IP.

Puede que Zuckerberg no quiera que sepamos dónde durmió la noche anterior, pero su empresa seguro que sabe dónde dormimos los demás.

Traducido por Javier Biosca Azcoiti

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