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The Guardian en español

Lecciones griegas: así se libraron del partido de extrema derecha en la isla de Creta

Simpatizantes del partido griego de extrema derecha Amanecer Dorado durante una concentración en 2013.

Jessica Bateman

La colada cuelga de los balcones de un modesto bloque de apartamentos en la calle Irodotou, en Heraclión, la capital de Creta. Fuera, los niños montan en bici y los mayores juegan a las cartas en una cafetería. Pero antes de mayo de este año, este edificio era diferente. Un cartel rezaba: “Amanecer Dorado, región de Heraclión”. El partido griego ultranacionalista y de extrema derecha utilizaba esta calle como su sede local.

Fueron los profesores locales los que primero se dieron cuenta de su influencia. “Dos de mis estudiantes de 13 años tenían problemas familiares”, recuerda Maria Oikonomaki, de 50 años. “Amanecer Dorado se acercó a ellos en cafeterías y en el gimnasio, presentándose ante ellos como familia y protectores. Les llevaban a tomar café y les daban clase de historia griega”.

Entonces vino la violencia, incluido el apuñalamiento de dos trabajadores paquistaníes. “Pensé: Dios mío, ¿qué está pasando en este barrio?”, recuerda Oikonomaki. A pesar de los ataques, Amanecer Dorado podría haber mantenido su posición en Heraclión –o haber echado raíces– si los residentes de la ciudad no hubiesen decidido defenderse.

Amanecer Dorado se formó en 1980 y se mantuvo como un partido marginal hasta la devastadora crisis financiera que empezó en 2009. Mientras la confianza en los principales partidos se debilitaba, la narrativa de Amanecer Dorado evocando el pasado de Grecia como una gran nación arruinada por la inmigración tocó la fibra sensible de algunos votantes desilusionados. Además de convertirse en el tercer mayor partido en el Parlamento de Grecia, también estableció un ala paramilitar callejera que atacaba regularmente a inmigrantes y opositores políticos.

“Como Amanecer Dorado es un movimiento de base, el apoyo local es fundamental para su éxito”, sostiene Daphne Halikiopoulou, profesora asociada en la Universidad de Reading y experta en Amanecer Dorado. “Actuaba en zonas donde sabía que podía construir una buena presencia y expandió significativamente su organización”, añadió.

La zona que eligió en la capital fue el suburbio oriental de Nea Alikarnassos. Un barrio obrero con una larga historia de inmigración desde Asia Menor y Europa del Este. Muchos de sus residentes estaban empleados en la construcción y perdieron su trabajo durante la crisis. Amanecer Dorado abrió aquí discretamente su oficina en 2011.

Inicialmente, el movimiento antifascista de Creta puso en marcha el contraataque. “Nuestra filosofía es no permitir a la extrema derecha ocupar el espacio público”, señala Konstantinos (no es su nombre real), un militante antifascista de unos 20 años. “En países cálidos como Grecia, el espacio público es donde la clase obrera pasa su vida. Dondequiera que haya fascistas, también tienes que hacer sentir tu presencia.

Así que cuando se enteraron de la nueva oficina, Konstantinos y otros activistas organizaron una asamblea vecinal. “Existía un consenso general en que la gente no quería a Amanecer Dorado en la zona, pero no vino una cantidad de personas suficiente en apoyo a la asamblea”, afirma. “Nos dimos cuenta de que no podíamos tener una presencia continua en la zona. Intentamos mantenerles fichados, pero no podíamos hacer mucho más”, añade.

En septiembre de 2012, todo cambió. En un crimen que impactó a todo el país, el destacado rapero antifascista Pavlos Fyssas fue asesinado bajo las órdenes de Amanecer Dorado. Estallaron grandes protestas y 69 miembros del partido, incluido su líder, Nikolaos Michaloliakos, y 18 diputados, fueron detenidos y acusados de dirigir una organización criminal. Su juicio sigue abierto.

Tomar las calles y hablar con la gente sobre fascismo

“Antes de esto, la gente no tenía esa actitud de miedo hacia Amanecer Dorado, simplemente creían que había que educarles”, explica Haris Zafiropoulos, un activista de 27 años de Izquierda Nueva Actual, una coalición de grupos de izquierdas.

Activistas como Zafiropoulos iniciaron una nueva estrategia: salir a la calle y participar en conversaciones cara a cara sobre el fascismo y por qué hay que combatirlo. “Todos los fines de semana íbamos al barrio y hablábamos con gente”, señala Zafiropoulos. “Creta sufrió mucho de los nazis en la Segunda Guerra Mundial. Pueblos enteros fueron incendiados. Intentamos recordar a la gente lo que ha pasado antes y lo que está pasando ahora”, añade.

Mientras tanto, profesores en toda la isla se movilizaron para abordar la radicalización que estaba teniendo lugar en las escuelas. “La forma en que se movían los fascistas dentro de la comunidad de estudiantes era muy inteligente y a escondidas, al principio no nos dimos cuenta de lo que estaba ocurriendo”, sostiene Fotis Bichakis, fundador de la Liga de Profesores Antifascistas de Creta. “Era fácil manipular a jóvenes estudiantes que se sentían frustrados”.

Los profesores trabajaron juntos para preparar clases en las que se enseñase historia de una forma menos nacionalista y se explicasen y enfrentasen las ideologías fascistas. La primavera siguiente, 56 escuelas colaboraron en un festival antifascista.

“Celebramos la cultura de todos los grupos migrantes de la isla, compartiendo su música, tradiciones y las historias de cómo llegaron a Grecia”, señala Bichakis, del que se ha convertido en un festival anual. “Adoptamos la filosofía de unir a toda la gente posible –padres, profesores y estudiantes. Intentamos hacer entender a Amanecer Dorado que sus ideas no tienen lugar en nuestra región. Y así fue como ganamos”.

Los profesores optaron por no ver a los estudiantes ya captados por el partido como causas perdidas. “Siempre tuvimos fe en que podrían volver a los ideales democráticos”, afirma Bichakis. “A medida que vieron a más de sus compañeros uniéndose al antifascismo, empezaron a cuestionarse si habían sido engañados”, añade.

Oikonomaki cree que la estrategia frenó la radicalización de sus alumnos. “Teníamos estudiantes de Albania, Rumanía y Bulgaria”, cuenta. “Yo les decía que Amanecer Dorado defiende que el resto de la gente es inferior a los griegos. ¿De verdad pensáis eso de vuestro amigo John del que os sentáis al lado todos los días?”, les preguntaba.

Activistas militantes también tomaron la polémica decisión de enfrentarse violentamente al grupo. En abril de 2018, Konstantinos y en torno a otros 70 antifascistas organizaron un ataque nocturno contra la oficina de Heraclión. “Destrozamos todo lo que había de valor –los suelos, los techos, el aire acondicionado”, asegura. “Creemos que eso fue para ellos la gota que colmó el vaso”. De hecho, Amanecer Dorado hizo las maletas y se marchó dos semanas después.

No todo el mundo de la comunidad está de acuerdo con la violencia. “Es importante que no parezcamos dos lados de la misma moneda”, cuenta Zafiropoulos.

Konstantinos, sin embargo, no está arrepentido. “¡Funcionó!”, dice. “Puede que no seamos capaces de evitar que los miembros de Amanecer Dorado se conviertan en estrellas en los medios, pero podemos impedirles echar raíces en la sociedad griega. Creta es la primera gran región de Grecia en no tener presencia de Amanecer Dorado... Les hemos impedido tener un espacio para reproducirse”, añade.

En el resto de Grecia, la extrema derecha parece estar en auge de nuevo. La disputa del país con Macedonia por su nombre ha llevado a un aumento del nacionalismo y se han producido ataques violentos contra políticos y solicitantes de asilo. Halikiopoulou cree que el activismo antifascista como el utilizado en Creta puede funcionar “a nivel local”. “Pero la oposición no se puede ni debe confinar a la izquierda antifascista. Necesitamos algo a un nivel más organizado y popular”, añade.

Oikonomaki tiene miedo de decir que la batalla ha terminado. “Podemos comunicar fácilmente qué era Amanecer Dorado y por qué era malo”, señala. “Pero la crisis no ha acabado y la gente sigue queriendo culpar a alguien. El fascismo escondido es casi más peligroso”.

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