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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

The Guardian en español

Si eres negro en EEUU, hay varias cosas que hacen los blancos que tienen algún riesgo para ti

Varias personas participan en la 31º marcha anual en honor a Martin Luther King Jr. en Memphis

Jamiles Lartey

Nueva Orleans —

La lista parece crecer cada día.

Trabajar en una cafetería y ser negro. Trabajar en el sector inmobiliario y ser negro. Mudarse y ser negro. Quedarse dormido en un espacio público y ser negro. Practicar deporte y ser negro.

Desde que los medios de todo el país informaran del arresto de dos hombres negros que esperaban a un socio para pedir en una cafetería Starbucks de Filadelfia, está saliendo a la luz una larga lista de actividades cotidianas que un afroamericano de Estados Unidos no puede hacer sin que le asalte el terror de parecer sospechoso o que alguien llame a la policía.

“Es algo que forma parte de mi día a día. Cuando eres negro, lo asumes cada vez que sales de casa por la mañana”, indica Jeff Chang, que ha publicado el libro Who We Be: A Cultural History of Race in Post-Civil Rights America (Quienes somos: una historia cultural de la raza en el Estados Unidos posterior a la lucha por los derechos civiles). “Una situación como esta (la vivida en la cafetería Starbucks) ha propiciado que muchas personas compartan otras situaciones cotidianas que son ejemplos de un racismo que sufren a diario”.

En cierto modo, este nuevo tema de conversación recuerda a cómo surgió hace unos años el movimiento Black Lives Matter y que se convirtió en foro de debate en torno a la violencia policial con altas dosis de racismo. Ninguno de estos fenómenos es nuevo, pero en ambos casos el hecho de que todos estos incidentes hayan tenido un gran impacto mediático ha vuelto a situarlos en el centro del debate, en parte gracias a las redes sociales y a las imágenes captadas por los teléfonos móviles, que simbolizan “el racismo cotidiano”.

Para los expertos, el origen del problema es evidente. Si bien Estados Unidos ha puesto fin a las leyes de esclavitud y segregación que han estado presentes a lo largo de la historia del país, poco se ha hecho para cambiar la mentalidad de muchas personas, formada a partir de las nociones racistas sobre las que se asentaban esas estructuras.

“En Estados Unidos, no se ha impulsado un debate profundo y en el que participe toda la sociedad en torno a los prejuicios racistas”, indica Ibram Kendi, director del Centro de Políticas e Investigación contra el Racismo de la American University. “Se ha dado el caso de personas que han señalado que era importante impulsar un ‘debate nacional’, o que han pedido ”que se curen las heridas“, porque en su opinión algunas personas sienten un profundo resentimiento y deben empezar a sentir amor hacia los demás. Sin embargo, lo cierto es que nunca se ha hecho un esfuerzo generalizado y a nivel nacional para cambiar los prejuicios racistas imperantes en Estados Unidos”.

En opinión de Jamilah Lemieux, crítico cultural y escritor, estos prejuicios han calado hondo: “Todos los estadounidenses que no son negros se han alimentado de una dieta diaria de propaganda procedente de los padres, las escuelas, la iglesia y los medios de comunicación. Les han dicho que las personas de color, y muy especialmente los negros y los latinos, no son personas de fiar. Les han inculcado que somos criminales, que somos violentos, que somos depredadores y creen que nos tienen que vigilar”.

Esperanza y cambio

Los blancos de Estados Unidos interpretaron la victoria de Barack Obama en 2008 como el inicio de una nueva era postracial. Según esta lógica, si un hombre negro podía tener el máximo cargo público del país, los negros de Estados Unidos podían lograr cualquier reto que se propusieran.

Obviamente, esta lógica postracial no tiene en cuenta las desventajas estructurales e institucionales con las que deben lidiar los estadounidenses negros cuando quieren acceder a una vivienda, mejorar su nivel económico o estudiar, y también ignora el surgimiento de lo que para muchos es un nuevo tipo de racismo “menos evidente y más hábil”.

Tras la victoria de Obama en 2008, el escritor y activista antirracista Tim Wise describió este nuevo tipo de racismo como “uno que sigue teniendo una mala opinión de la comunidad negra” pero “acepta a personas como Obama porque les parecen diferentes”.

La presidencia de Obama propició una reacción negativa ante el cambio por parte de los supremacistas blancos y sirvió para que se organizaran en torno a una causa común. Algunas personas, entre ellas Obama, se cuestionan si esta victoria electoral ha servido realmente para volver a poner sobre la mesa la agenda de igualdad racial. Según el libro de su asesor Ben Rhodes, tras las elecciones Obama reflexionó en voz alta y comentó a un miembro de su equipo que “tal vez hemos intentado ir demasiado lejos”. “Tal vez para algunas personas es importante sentirse miembros de su tribu”, indicó.

El tribalismo racial propició en parte la victoria de Trump, a pesar del hecho de que el presidente republicano ha afirmado en numerosas ocasiones “ser la persona menos racista del planeta”.

La popularidad de Trump entre los supremacistas blancos más acérrimos tiene su origen en los frecuentes tuits y comentarios del presidente sobre la violencia en las ciudades, que suelen basarse en información incorrecta. También en su uso de la expresión “países de mierda” para referirse a los países de procedencia de inmigrantes de color.

Tras el incidente en Starbucks, los medios de comunicación y las redes sociales dieron a conocer otras muestras de racismo. En Nueva Jersey, el personal de un gimnasio llamó a la policía tras acusar injustamente a unos clientes negros de utilizar las instalaciones sin ser miembros. La policía de California interrogó a tres mujeres negras que se disponían a dejar un apartamento que habían alquilado a través de Airbnb después de que un vecino llegara a la conclusión de que estaban robando. Una mujer de Oakland llamó a la policía para informar de que unos vecinos negros estaban haciendo una barbacoa en un parque y en la Universidad de Yale una mujer blanca llamó a la policía porque un estudiante negro se había quedado dormido en una estancia de la residencia que comparten todos los estudiantes.

La presencia policial no es el factor determinante de este racismo cotidiano y diario, que muchos llaman “microagresiones”, pero sí es una de sus manifestaciones más duras.

Según Phillip Atiba Goff, un destacado investigador sobre los prejuicios raciales de las políticas públicas y presidente del Center for Policing Equity, parte del problema radica en el hecho de que la comunidad negra y la blanca a menudo comparten espacio en lugares como un campus universitario o en ciudades que se están gentrificando rápidamente como Oakland sin que se establezcan vínculos entre ellos.

“Cuando tienes a personas compartiendo espacio pero que no comparten una vida en común, esto lo único que hace es generar miedo”, indica Goff.

Le preocupa el hecho de que los agentes de policía se puedan convertir en los “empleados armados” de estadounidenses blancos con prejuicios racistas y miedos infundados. Desde un punto de vista policial, encontrar un equilibrio no es fácil.

“No puedes formar a los que atienden las llamadas de emergencia para que digan algo así como ‘Verá, señora Smith, ya sé que le parece haber visto a unos ladrones pero en realidad lo que pasa es que usted es racista”, señala Goff.

La policía tiene que reaccionar ante este tipo de llamadas y además se la ha formado para que se tome cada uno de estos avisos con la máxima cautela y se prepare para una situación potencialmente peligrosa. “Así que se van a presentar y van a reaccionar de forma agresiva”, explica Goff. “Cuando finalmente comprendan que no representas un peligro, ya te habrás sentido tan atacado que difícilmente mantendrás una conversación agradable con ellos”.

Es por este motivo que lo que realmente debe abordarse son los prejuicios raciales cotidianos, sean conscientes o inconscientes. “Solo podemos mejorar esta situación si cambiamos las normas sociales”, indica Goff.

Para Kendi, como para muchos de los que estudian las cuestiones raciales, es clave prestar atención a las medidas políticas, sociales y económicas que puedan generar prejuicios raciales, en lugar de estudiar cada uno de los incidentes por separado. “Estas medidas son el origen de los prejuicios racistas que derivan en situaciones que tienen un impacto negativo sobre los miembros de nuestra sociedad”, indica Kendi.

“Si realmente queremos que ser negro y libre en Estados Unidos sea una realidad, entonces debemos formar parte del movimiento contra las políticas racistas”.

Traducido por Emma Reverter

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