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The Guardian en español

Qasem Suleimani, el arquitecto de las operaciones militares de Irán en el exterior asesinado por EEUU

El general Qasem Suleimani, izquierda, junto al líder supremo de Irán, el Ayatolá Sayyid Ali Khamenei.

Michael Safi

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El ataque de los drones de EEUU en Bagdad este viernes no solo ha matado a una de las personas más influyentes en Irán, sino también en Siria, Líbano e Irak.

En los últimos años, Suleimani se había hecho conocido entre los iraníes como el hombre que dirigía la división Quds [Jerusalén] dentro de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica. En Irán incluso se hablaba de él como un posible futuro presidente. Fuera de Oriente Medio, donde tal vez haya sido la persona que más ha influido en su rediseño, Suleimani se había mantenido como un personaje oscuro y relativamente desconocido.

De acuerdo con Dina Esfandiary, del centro de estudios Century Foundation, Suleimani “era más importante que el presidente. En Irán hablaba con todas las facciones, tenía línea directa con el líder supremo y era el responsable de la política regional”. “No hay nada de mayor importancia e influencia”, añade.

En las últimas dos décadas, Suleimani cosechó un éxito notable en la misión de la opaca división Quds: ampliar la influencia iraní en el extranjero. En el ambiente caótico y letal que siguió a la invasión estadounidense de Irak de 2003 y al levantamiento de Siria de 2011, Suleimani vio la oportunidad de invertir dinero y hombres para construir una creciente fuerza proiraní en toda la región: desde el Líbano, por el oeste; hasta Yemen, por el sur.

El ascenso ininterrumpido de Hezbolá, la fuerza armada más poderosa del Líbano; el decisivo apuntalamiento de Bashar al Asad en la guerra civil de Siria; la resistencia continuada en Yemen de las milicias houthíes frente a las fuerzas lideradas por Arabia Saudí; y el ascenso de las milicias chiíes en Irak. Cada uno de estos acontecimientos está relacionado de algún modo con un bajo y canoso comandante iraní que había nacido en 1957 en el seno de una familia campesina y pobre.

En su autobiografía, Suleimani relata su nacimiento en Rabor, una ciudad del este de Irán, y su desplazamiento forzado a una ciudad vecina para trabajar y pagar, a los 13 años, las deudas contraídas por su padre con el Gobierno del Sha. Cuando cayó el monarca en 1979, Suleimani se entrega al Gobierno de clérigos del Ayatolá Ruhollá Jomeini uniéndose a la Guardia Revolucionaria, una fuerza paramilitar creada para evitar un golpe de Estado contra la recién declarada República Islámica.

En dos años lo mandaron al frente para luchar en la guerra contra el ejército invasor iraquí. Se distinguió enseguida por sus audaces misiones de reconocimiento detrás de las líneas iraquíes y lo nombraron jefe de brigada. Cayó herido en al menos una ocasión y perdió muchos hombres, pero nunca su gusto por la batalla. La guerra con Irak también fue su primer contacto con las milicias extranjeras que en décadas posteriores aprendería a manejar con efectos devastadores.

En 2003, cuando cayó el Gobierno iraquí, Suleimani era el responsable de la división Quds, acusada de respaldar a las milicias chiíes que (junto a sus oponentes militantes suníes) mataron a miles de iraquíes civiles y soldados de la coalición. En el fragor de la batalla en las calles de Irak, Suleimani libraba en las sombras otra guerra con Estados Unidos para ganar influencia sobre los nuevos líderes de Irak.

Un mensaje que envió en 2007 al comandante estadounidense David Petraeus se ha hecho trístemente célebre: “General Petraeus, usted debería saber que yo, Qasem Suleimani, controlo la política de Irán para Irak, Líbano, Gaza y Afganistán. El embajador en Bagdad es miembro de la división Quds. El que lo va a reemplazar es miembro de la división Quds”. En una carta de 2008 al entonces Secretario de Defensa de los Estados Unidos, Petraeus describiría a Suelimani como “un personaje verdaderamente malvado”.

Unos cables diplomáticos filtrados hace poco demuestran la influencia de Suleimani en Irak ayudando a dirigir la batalla contra ISIS, coaccionando a un entonces ministro de Transportes para que permitiera el paso por el espacio aéreo iraquí de aviones iraníes con armas para Siria y encontrándose a menudo con funcionarios del Gobierno en Bagdad. Según Esfandiary, su eficacia tenía que ver con su habilidad para las relaciones personales: “Las construía con todo el mundo, dentro y fuera de Irán, dentro y fuera del Gobierno”.

El papel de Suleimani fue fundamental en el aplastamiento de las protestas callejeras iraníes de 2009. Los estallidos populares de disidencia en el Líbano, Irak e Irán de los últimos meses son una respuesta a la creciente influencia que Suleimani pasó 20 años construyendo. La violenta represión de las protestas en Bagdad también se atribuye a milicias bajo su influencia. Suleimani había dejado de operar en la sombra.

Dieciocho meses antes de su muerte lanzó una advertencia a Donald Trump que podría haber terminado confirmándose, aunque tal vez con un sentido distinto al que le daba Suleimani. “Señor Trump, se lo digo, sepa que estamos cerca de usted en ese lugar en el que usted no se imagina que estamos”, decía Suleimani moviendo el dedo y vestido con su uniforme color oliva. “Usted empezará la guerra, pero seremos nosotros los que la terminaremos”.

Traducido por Francisco de Zárate

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