Roger Waters de Pink Floyd, a Madonna: “Si crees en los derechos humanos, no actúes en Israel”
Madonna ha aceptado la invitación para actuar en mayo en la final de Eurovisión en Tel Aviv y ello vuelve a poner sobre la mesa cuestiones éticas y políticas trascendentales que todos y cada uno de nosotros debemos considerar.
En 1948 en París, la entonces incipiente organización Naciones Unidas redactó y puso en vigor una Declaración Universal de Derechos Humanos. Consagraron así en la ley internacional ciertos derechos humanos básicos para nuestros hermanos y hermanas de todo el mundo, independientemente de su origen étnico, nacionalidad o religión. Entre ellos, el derecho a la vida, a la libertad y a la autodeterminación.
'¿Estoy de acuerdo con la Declaración de Derechos Humanos de las Naciones Unidas?', esa es la pregunta que deberíamos hacernos hoy cada uno de nosotros.
Para los que respondan con un sí, hay una segunda pregunta: '¿Estoy dispuesto a respaldar con actos mi defensa de los derechos humanos? ¿Ayudaré a mis hermanos y hermanas en su lucha por los derechos humanos o cambiaré de acera y miraré hacia otro lado?'
En el contexto de la polémica que ha generado la ubicación de la final de Eurovisión en Tel Aviv, así como la participación de Madonna y otros artistas, esos hermanos y hermanas son los palestinos, un pueblo que vive bajo un régimen profundamente opresivo de apartheid y ocupación, sin derecho a la vida, a la libertad ni a la autodeterminación.
En 2004 la sociedad civil palestina pidió ayuda al resto del mundo. Entre otras cosas se montó un 'piquete cultural' para que los artistas no actuarán en Israel hasta que el Gobierno en Tel Aviv reconociera el derecho palestino a la autodeterminación. Desde entonces he atendido a su pedido y tratado de convencer a otros artistas para que también lo hagan.
Algunos de mis colegas en el mundo de la música argumentan que sus recientes actuaciones en Israel son una forma de construir puentes y promover la paz. Mentira. Tocar en Israel es un negocio lucrativo, pero también un mecanismo para normalizar la ocupación, el apartheid, la limpieza étnica, el encarcelamiento de niños, la matanza de manifestantes desarmados... todas esas cosas horribles.
Por cierto, mi apoyo los derechos humanos y mis críticas a las violaciones del Gobierno israelí han provocado que me acusen de antisemita a menudo. Es una cortina de humo para desviar la atención y desacreditar a los que hablan de los crímenes de lesa humanidad cometidos por Israel. Yo apoyo la lucha por los Derechos Humanos de los pueblos oprimidos en todo el mundo. La religión del opresor no tiene nada que ver. Defender a los rohingyas y condenar la persecución de Myanmar contra ellos no me convierte en un anti-budista.
El futuro de la raza humana depende en gran medida de nuestra capacidad para empatizar con los demás y no para oprimirlos y controlarlos. No podemos permitirnos el lujo de regresar a los oscuros años de la Edad Media, cuando tener el poder significaba también tener la razón. Somos mejores que eso, ¿verdad?
Supongo que estoy haciendo un llamamiento a todos los involucrados en lo que considero la traición de Eurovisión a nuestra humanidad compartida. Les pido que desarrollen su capacidad de empatizar con los hermanos y hermanas palestinos, que traten de ponerse en ese lugar para imaginar 70 años de despertarse cada mañana, generación tras generación, presenciando el saqueo sistemático y rastrero contra su pueblo. Los palestinos no han agachado la cabeza. Han demostrado mucho coraje, fortaleza y gracia en su resistencia y nos han pedido ayuda a “las personas sensibles y a los artistas”. Como seres humanos que somos, todos tenemos la obligación moral y humana de responder a su llamada.
En sus maternos esfuerzos por guiarme durante la juventud, mi madre siempre me decía: “Roger, en todas las situaciones, casi siempre hay un camino para seguir que es el correcto; sólo hay que pensarlo con cuidado, sea lo que sea, ten en cuenta todos los puntos de vista, luego decide tú mismo qué es lo correcto y hazlo”.
Pido a todos los jóvenes participantes, o mejor dicho, a todos los jóvenes, o mejor aún, a todos los jóvenes y a todos los mayores, incluida Madonna, que lean la Declaración de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Está traducida en 500 idiomas para que todos puedan enterarse de lo que dicen sus 30 artículos. Si todos los cumpliéramos, podríamos salvar nuestro hermoso planeta de su destrucción inminente.
Traducido por Francisco de Zárate