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“Es irresponsable que una directora de la CIA corra el riesgo de ser detenida cuando viaja al extranjero”

Gina Haspel en una fotografía facilitada por la CIA.

David Smith

Washington —

Gina Haspel está a punto de convertirse en la primera mujer en dirigir la CIA en los 70 años de historia de la agencia. Pero romper ese techo de cristal dependerá de su capacidad de ofrecer al Senado de Estados Unidos una explicación convincente sobre su oscuro pasado.

Hace más de una década, Haspel supuestamente supervisó una infame prisión secreta de la CIA en Tailandia. En ella sometieron al waterboarding, una tortura que simula el ahogamiento, al sospechoso de terrorismo Abd al-Rahim al-Nashiri. También se acusa a Haspel de haber redactado las órdenes para que se destruyeran los vídeos que demostraban esa tortura, lo que provocó una larga investigación del Departamento de Justicia que terminó sin acusaciones formales.

“Es fantástico que este presidente o cualquier otro presidente quiera nombrar a una mujer como jefa de la CIA, pero no a Gina Haspel”, señala John Kiriakou, un antiguo miembro de la CIA que denunció la práctica del waterboarding. “Debe de haber 50 mujeres en el Gobierno cualificadas para ese puesto”. Según Kiriakou, la supuesta participación de Haspel en torturas la descalifica.

Aunque Donald Trump haya criticado al expresidente George Bush y a su guerra contra el terrorismo, la elección de Haspel remite a la era en que para muchos acabó con la autoridad moral de Estados Unidos: el crecimiento del Estado de seguridad, las imborrables imágenes de los prisioneros de Guantánamo y de Abu Ghraib, el uso de las llamadas técnicas de “interrogatorio reforzado”, como la privación de sueño y el waterboarding, condenadas por muchos como tortura.

Trump tiene fama de preferir a los que vienen de fuera del sistema (dice estar “drenando el pantano” de Washington) pero en la elección de Haspel, de 61 años, su decisión ha sido convencional y coherente con la de sus predecesores.

Haspel entró en la CIA en 1985, cuando Ronald Reagan era el presidente y la Guerra Fría aún estaba en pie. Ha servido en varios puestos encubiertos en el extranjero, incluyendo el de jefa de la estación en Londres de la CIA. En 2013, el entonces director de la CIA John Brennan le nombró directora adjunta del Servicio Nacional Clandestino, pero se le negó un ascenso permanente por la oposición del Congreso.

Pero es la temporada que Haspel supuestamente pasó supervisando la prisión secreta de Tailandia, llamada 'Ojo de Gato', lo que concentrará la atención de los senadores durante su audiencia de confirmación. Dianne Feinstein, la senadora demócrata que presidió el Comité de Inteligencia del Senado que elaboró el amplio informe de 2014 sobre los duros programas de interrogatorio y detención de la CIA, exigió el jueves que le entreguen los documentos secretos sobre programas de interrogatorios anteriores de la CIA.

En una carta dirigida a Haspel y al director saliente de la CIA, Mike Pompeo (elegido por Trump para ocuparse del Departamento de Estado), Feinstein escribió: “Para que sigamos avanzando con el proceso de nombramiento de la señora Haspel, mis compañeros senadores y yo debemos tener el cuadro completo de la participación de la señora Haspel en el programa a fin de revisar completa y justamente sus antecedentes y cualificaciones. También creo que el pueblo estadounidense merece conocer el papel real que la persona nominada para dirigir la CIA jugó en lo que considero uno de los capítulos más oscuros de la historia de Estados Unidos”.

Un puñado de demócratas ya ha dicho que se opondrá a Haspel. El senador Rand Paul se convirtió el miércoles en el primer republicano en anunciar que intentará bloquear su candidatura.

El senador John McCain, que recibió palizas cuando le hicieron prisionero de guerra en Vietnam, también ha dicho que Haspel debe explicar la naturaleza y el alcance de su participación en el programa de interrogatorios. McCain calificó la tortura de detenidos por los Estados Unidos de la era de Bush como “uno de los capítulos más oscuros de la historia de Estados Unidos”. La mayoría de los correligionarios republicanos de Trump en el Senado es muy pequeña: 51 contra 49.

Pero Haspel recibió un impulso el jueves por la noche cuando ProPublica se retractó de una información citada por Paul y muchos otros medios. En 2017 la web de periodismo de investigación había publicado un informe en el que se decía que Haspel supervisaba la base clandestina donde el sospechoso de Al Qaeda, Abu Zubaydah, fue sometido al waterboarding y a otros métodos coercitivos de interrogatorio. También se afirmaba que Haspel se burlaba alegremente del sufrimiento del prisionero.

“Ninguna de estas afirmaciones es correcta y nos retractamos”, reconoció ProPublica. “Ahora está claro que Haspel no se hizo cargo de la base hasta que terminó el interrogatorio de Zubaydah”.

Pero la rectificación de ProPublica no le libera del todo. The New York Times publicó que Haspel empezó a dirigir la prisión del centro clandestino a finales de octubre de 2002, después del interrogatorio de Zubaydah, pero antes de la llegada de otro sospechoso de Al Qaeda, Abd Al Rahim Al Nashiri, al que según el periódico sometieron tres veces al waterboarding durante su mandato.

ProPublica también mantuvo la información de que Haspel había redactado después el borrador de un mensaje ordenando la destrucción de las cintas de vídeo con el waterboarding de Zubaydah, una afirmación que el exdirector en funciones de la CIA, Michael Morrell, confirmó.

El portavoz de Rand Paul, Doug Stafford, dijo: “El senador Rand Paul estaba citando a un reportero ganador del Premio Pulitzer. Independientemente de que se hayan retractado por una anécdota, lo cierto es que Gina Haspel fue instrumental en la gestión de un lugar donde la gente era torturada. De acuerdo con múltiples informes publicados e indiscutibles, supervisó un centro clandestino y además destruyó pruebas de tortura. Esto debería impedirle dirigir la CIA”.

Cuando la nombraron directora adjunta de la CIA en febrero de 2017, el Centro Europeo para los Derechos Humanos y Constitucionales pidió a los fiscales alemanes una orden de arresto contra ella por su presunta participación en los interrogatorios. Los fiscales federales nunca la emitieron porque el caso no tenía ninguna conexión con Alemania. Pero las acusaciones del grupo de derechos humanos contra Haspel siguen formando parte de una investigación preliminar que las autoridades alemanas podrían revivir si recibieran pruebas de que alguna de las personas involucradas tiene vínculos con Alemania.

Como explica Mark Fallon, exinvestigador jefe del grupo de investigación criminal del Departamento de Defensa de Estados Unidos, “es irresponsable que una directora de la CIA corra el riesgo de ser detenida cuando viaja al extranjero”. “¿Cómo podemos alegar que somos una nación respetuosa de las leyes?”, añade.

“Que ella haya tenido relación con la destrucción de las cintas de vídeo de centros clandestinos hace que no sea el tipo de persona que uno quiere en un puesto como ese. No es deseable una persona que hace ciegamente lo que se le dice. Su lealtad debe ser hacia el Gobierno, no hacia la persona”, dijo Fallon.

En 2009, días después de asumir el cargo como presidente, Barack Obama prohibió las técnicas de “interrogatorio reforzado”, incluido el waterboarding, y ordenó el cierre de los centros de detención clandestinos de Estados Unidos. Pero durante la campaña electoral presidencial de 2016 Trump prometió “traer de vuelta un infierno mucho peor que el waterboarding”, aunque después admitió que el secretario de Defensa, Jim Mattis, le había persuadido de que la tortura no funciona.

“Trump es un partidario convencido de la tortura”, dice Alberto Mora, consejero general del Departamento de la Marina entre 2001 y 2006. “Posiblemente, esa parte del expediente (de Haspel) le fue dada a conocer y probablemente lo vio como algo bueno”.

Según Mora, Trump siente rencor por la CIA desde el conflicto con los servicios de inteligencia por las investigaciones de la injerencia rusa en las elecciones de 2016. Rara vez se molesta en leer sus informes, dice Mora, para quien el nombramiento de Haspel encaja en ese patrón. “La elección de una de los principales líderes del programa de tortura es en realidad un acto hostil contra la CIA, diseñado para hacer que la agencia empeore, no mejore”, afirma.

Algunas figuras de la era de Obama han reaccionado defendiendo a Haspel. John Brennan dijo a la cadena NBC que ella tiene “mucha integridad” y que había tratado de cumplir con sus obligaciones en la agencia “cuando se le pidieron cosas difíciles en tiempos difíciles”. “Gina es una profesional muy competente que en mi opinión merece la oportunidad de ocupar el puesto”, dijo también.

“Está altamente cualificada, ha sido altamente recomendada y es altamente respetada por los dos partidos, especialmente dentro de la comunidad de inteligencia”, señaló Sarah Sanders, la portavoz de la Casa Blanca, a los periodistas el pasado jueves. “Les recuerdo que entre las personas que han mostrado públicamente su apoyo a la candidata figuran personas que no suelen ser de los que cantan alabanzas al presidente, como Leon Panetta, James Clapper y otros”.

En opinión de los críticos, esto sólo ilustra cómo el sistema de seguridad nacional defiende sus intereses y protege a los suyos mientras los presidentes, Bush, Obama o Trump, vienen y van. Como señala Jeremy Varon, del grupo Testigos contra la Tortura, “si le señalan con el dedo (a Haspel), se están señalando a sí mismos. Es un gesto legal y moral demasiado potente como para hacerlo. Hay mucha simpatía entre los que han trabajado en ciertos círculos de la Administración que parece ahogar las cuestiones de culpabilidad personal”.

“Por derecho, ella debería ser responsabilizada legalmente por su comportamiento criminal, pero en vez de eso está a punto de ser la directora de la agencia de espionaje más importante de Estados Unidos”, afirma Varon sobre Haspel. “Muestra lo lejos que Estados Unidos ha llegado en el distanciamiento del imperio de la ley y de sus ideales con respecto a la tortura”, añade.

Traducido por Francisco de Zárate

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