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Japón pone fin al estado de alarma tras contener el brote de coronavirus sin confinamiento obligatorio

29 de marzo de 2020. Pocas personas cruzan una intersección normalmente concurrida después de que el gobierno metropolitano de Tokio pidiera a los residentes que se quedaran en sus casas contra el coronavirus.

Justin McCurry

Tokio (Japón) —

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Hace poco más de un mes, los expertos sanitarios decían que Japón corría el riesgo de convertirse en una de las zonas más afectadas por el coronavirus. El Gobierno japonés ya había recibido críticas por haber puesto en cuarentena a pasajeros y tripulantes del crucero Diamond Princess a la vez que lo acusaban de aferrarse a la cada vez más débil esperanza de acoger los Juegos Olímpicos en verano minimizando la amenaza de la COVID-19.

Según los críticos, Japón hacía pruebas a muy pocas personas y había elegido concentrarse en las áreas con contagios en vez de sobrecargar al sistema sanitario con pacientes sin síntomas o con pacientes de leve sintomatología que, por ley, debían ser admitidos por el hospital. Uno de los países más ricos del mundo, se decía, estaba fallando en su respuesta.

Pero, en este momento, Japón puede dar argumentos sólidos para defender su hueco entre las historias de éxito del coronavirus, aunque no se hable tanto del país como de Corea del Sur, Hong Kong y Taiwán. Con 126 millones de habitantes y una de las poblaciones más envejecidas del mundo, Japón ha confirmado hasta ahora más de 16.550 contagios y 820 muertes, dentro de un total de más de 300.000 fallecimientos en todo el mundo.

En Tokio, donde viven casi 14 millones de personas, se contabilizaron un máximo de 206 nuevos contagios el día 17 de abril. En la última quincena, los casos nuevos se han mantenido por debajo de 40. El pasado viernes, según informó la cadena pública NHK, en la capital del país solo se registraron tres nuevos casos. Hasta este lunes, la cifra total en la ciudad es de 5.152 positivos.

Alcanzar cifras tan bajas no parecía posible a principios de abril, cuando el número de casos comenzaba a aumentar bruscamente en Tokio y otras grandes ciudades, mientras la vecina Corea del Sur aplanaba la curva de contagios con su elogiado sistema de pruebas, rastreo y tratamiento.

Shinzo Abe, el primer ministro japonés, esperó hasta el 7 de abril para declarar un tardío estado de emergencia en la capital y otras zonas afectadas. Después lo amplió hasta incluir a las 47 prefecturas del país. Y acaba de levantarlo este lunes tras tener en cuenta el número de contagios y la situación del sistema sanitario en varias zonas del país.

La versión japonesa del 'confinamiento' fue pedir a la población que evitara salidas innecesarias, que trabajara desde casa y que mantuviera las distancias físicas. Parecía una reacción demasiado tímida ante una situación que parecía a punto de salirse de control. El envío a cada hogar de dos mascarillas reutilizables fue recibido con burla, con la gente publicando en las redes sociales fotografías de las pequeñas, y en algunos casos, sucias, Abenomasks (un juego de palabras con la política económica del líder, conocida como Abenomics).

Según Tobias Harris, experto en política japonesa de la consultora Teneo, la actuación de Abe a lo largo de la crisis ha tenido sus altibajos: “Desde el principio le ha costado estar por delante de los acontecimientos, no ha tenido una buena comunicación, y no lo han ayudado sus lugartenientes”.

Japón ha sorteado el brote de coronavirus con capacidad de sobra, después de la notable reducción en casos que se produjo cuando Abe, sin poder legal para un confinamiento al estilo europeo, pidió a la gente que luchara contra el virus evitando los espacios cerrados, las muchedumbres y el contacto cercano.

El Gobierno de Abe no ha obtenido muchos beneficios políticos por su respuesta. La mayor parte de los elogios han sido para la tranquila determinación de los ciudadanos, con hábitos para enfrentar al virus creados mucho antes de la pandemia. Las mascarillas son comunes en invierno, durante la temporada de gripe; y en primavera, entre las personas con rinitis alérgica. Otras posibles explicaciones que se han dado a la baja tasa de contagios en Japón son la costumbre de inclinarse hacia delante, en lugar de estrechar la mano o darse un abrazo; los altos estándares de higiene personal o el hábito de descalzarse antes de entrar en los hogares.

Los expertos destacan la atención sanitaria universal, las bajas tasas de obesidad y la experiencia del país en el tratamiento de neumonías. Pero teorías más extravagantes también han cobrado fuerza, como la del consumo de alimentos que estimulan el sistema inmunológico, como el derivado de la soja nattō. No es la única. Según un experimento no científico difundido por una cadena de televisión, también ha influido el número de gotitas en el aire que se producen al hablar. De acuerdo con la cadena, el japonés genera menos.

“No creo que la reducción en el número de contagios se deba a las políticas del gobierno”, dice Ryuji Koike, director adjunto del Hospital Universitario Médico y Dental de Tokio. “Parece que Japón va bien gracias a cosas que no se pueden medir, como los hábitos diarios y 'la forma japonesa de comportarse”.

Pero los hábitos personales y los rasgos culturales solo cuentan una parte de la historia. Japón dudó de imponer restricciones a los visitantes extranjeros, pero no tardó en reconocer el peligro de las reuniones masivas. Museos, teatros, parques temáticos y otras atracciones llevan meses cerrados. La liga de fútbol profesional suspendió los partidos tres semanas antes de que en Gran Bretaña 150.000 personas se juntaran durante cuatro días en el festival de carreras de caballos de Cheltenham.

Las ligas de rugby y béisbol siguieron el ejemplo del fútbol y retrasaron el comienzo de la temporada. Y en el caso del sumo, por primera vez en la historia del deporte las autoridades decidieron celebrar el torneo de primavera sin espectadores. A Abe lo criticaron por pedir un cierre de escuelas que a principios de marzo se consideraba “innecesario” pero después lo hicieron muchos otros países.

Para Rob Fahey, investigador asociado del Instituto Waseda de Economía Política de Tokio, catalogar como un “misterio” la capacidad que ha tenido Japón para contener el brote es ignorar el papel que han jugado la acción individual y la colectiva. “Pero para entenderlo hay que mirar más allá del conjunto habitual de actores políticos y reconocer que la respuesta de Japón, en general, puede haber sido ejemplar incluso si el desempeño de su gobierno central ha dejado mucho que desear”, escribió la semana pasada en la revista Tokyo Review.

Japón, que estaba aplicando las medidas graduales de salida del estado de emergencia, ha levantado todas las medidas este lunes, una decisión que llevaba sobre la mesa varios días después de que Abe declarara terminada esta situación en 39 prefecturas a mediados de mayo y la semana pasada añadiera otras tres.

Los expertos alertan del riesgo de la autocomplacencia

Pero los expertos alertan por el peligro de la autocomplacencia y dicen que el bajo número de pruebas podría estar distorsionando la verdadera dimensión del contagio. Incluso el experto del Gobierno, Shigeru Omi, ha reconocido que nadie sabía si el número real de casos “podría ser 10, 12 o hasta 20 veces más de lo informado”. Este lunes, la OMS ha vuelto a reclamar a los países que levantan restricciones que permanezcan vigilantes.

A medida que los bares y restaurantes de las calles de Tokio empezaron a llenarse la semana pasada, con algunos pasándose del cierre a las 8 de la tarde pedido por la gobernadora de la ciudad, Abe está tratando de combinar un optimismo prudente con una dosis de realismo pospandemia. Las próximas semanas no significarán el regreso a los días previos al brote, dijo, sino el “comienzo del desafío para crear la 'nueva normalidad”. Este lunes, tras confirmar el fin del estado de emergencia sanitaria ha pedido a los ciudadanos que se preparen para adoptar un “nuevo estilo de vida” y “no bajar la guardia”.

Traducido por Francisco de Zárate

Este artículo ha sido actualizado y ligeramente ampliado por la redacción de eldiario.es

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