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“One Health” para enfrentar futuras crisis

WWF urge a los gobiernos asiáticos el cierre de mercados ilegales de animales

Margherita Gomarasca y Giorgia Angeloni

Coordinadora de VSF Internacional y Presidenta de VSF Internacional —

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En estos días el mundo entero se enfrenta a complejos desafíos debido a la extensa propagación de la Covid-19. Epidemiólogos y microbiólogos llevan semanas trabajando para entender cuál ha sido el origen del virus, su adaptación a un nuevo huésped (el ser humano) y cómo se propaga. Aunque hasta la fecha no sabemos con certeza el origen exacto, las evidencias disponibles apuntan hacia los murciélagos Rhinolophus affinis como el origen y a los pangolines como los intermediarios para la transmisión del virus a los humanos.

La posibilidad de que se vayan originando nuevos virus desde los animales salvajes o domésticos es de sobra conocida (VIH; H5N1/gripe aviar; H1N1/gripe porcina; Ébola; MERS, etc.) y la primera epidemia del síndrome respiratorio agudo grave (SRAS) en 2002 fue un adelanto que nos mostró el devastador impacto que los coronavirus pueden tener en términos económicos y de mortalidad para los países afectados.

Salud humana, animal y medioambiental: todo está interconectado

Estas enfermedades transmitidas entre animales y humanos –llamadas enfermedades zoonóticas– son cada vez más frecuentes, en gran parte porque la distancia entre las personas y la vida salvaje se está estrechando progresivamente, con contactos más frecuentes a medida que las poblaciones humanas invaden áreas naturales.

La creciente demanda de materias primas y recursos naturales, como madera, minerales, combustibles y tierras de cultivo para producir alimento para el ganado, está provocando una degradación de los ecosistemas y una destrucción medioambiental generalizadas.

Parte de esta degradación proviene de la agricultura intensiva/industrial que, aunque a menudo se presenta como la solución para alimentar a la creciente población mundial, causa una pérdida global de biodiversidad, la contaminación de suelos y agua, y una importante emisión de gases de efecto invernadero. Asimismo, la “intensificación” en la ganadería está aumentando también el riesgo de transmisión de enfermedades debido al hacinamiento de un elevado número de animales en espacios reducidos. 

Junto a la agricultura y ganadería intensivas encontramos también otras actividades que, como la deforestación impulsada por la tala, la minería, la construcción de carreteras o la rápida urbanización, conllevan una alteración grave del hábitat natural y empujan a la fauna salvaje a moverse y mezclarse con otras especies animales y los seres humanos, aumentando así el riesgo de propagación de patógenos zoonóticos.

“Una salud” clave para encarar crisis de salud complejas

La pandemia de Covid-19 evidencia una vez más la interdependencia entre la salud humana y la salud animal, y su estrecha vinculación con los ecosistemas en los que viven. Esta interdependencia e interconexión entre el bienestar y la salud de las personas, los animales y el medioambiente se conoce como “One Health” (“Una Salud”).

El concepto “Una Salud” fue desarrollado como respuesta a la propagación de graves enfermedades infecciosas y zoonóticas. Sin embargo, a pesar de algunos esfuerzos para hacer que “One Health” sea operativo, los sistemas de vigilancia y respuesta a las enfermedades de los servicios de salud humana, veterinaria y medioambiental se siguen mostrando demasiado a menudo aislados entre si.

Los veterinarios y los especialistas en el medioambiente, por ejemplo, tienen un papel central en la identificación de reservorios de enfermedades, tanto en animales salvajes como domesticados, y si se establecieran colaboraciones más estrechas, estaríamos mejor preparados para responder de manera rápida y efectiva a las nuevas enfermedades.

La puesta en práctica de “Una Salud” a nivel de base, de las comunidades mas vulnerables en África, Latinoamérica o Asia, es aún cuanto más urgente y necesaria, ya que los retos en términos de salud y bienestar son complejos y marcados por las desigualdades.

El hecho de que en África y el Sureste Asiático más de 241 millones de personas enferman y 312.000 mueran cada año de enfermedades de origen alimentario –muchas de ellas directamente relacionadas con el consumo de alimentos de origen animal o de agua contaminados– muestra claramente que no hay salud ni seguridad alimentaria sin salubridad e higiene alimentaria.

Los esfuerzos para reforzar la salud publica y a la vez optimizar los pocos recursos de los que se dispone deben pasar necesariamente por el enfoque colaborativo “One Heatth”. En esto, las ONGD, la asociaciones y organizaciones locales y los líderes comunitarios juegan un papel sumamente importante, por el conocimiento que acumulan a la hora de desarrollar estrategias de prevención y de control de enfermedades que sean adaptadas a los contextos locales.

Para limitar la propagación de Covid-19 es central entender que cada contexto es único tanto desde una perspectiva sociocultural cómo en términos de infraestructuras disponibles o de habitabilidad de los hogares. No podemos obviar que millones de personas (el 44% de la población urbana en África, y el porcentaje es aún mucho mayor en zonas rurales) no tienen acceso al agua corriente en casa, y que las recomendaciones de higiene básica –como por ejemplo un lavado habitual de manos– repetidas una y otra vez por las autoridades médicas internacionales en esta crisis son simplemente irrealizables para millones de personas.

Por tanto, a través de esfuerzos conjuntos de la comunidad científica y de las comunidades y asociaciones locales, se deben desarrollar soluciones y mensajes adaptados a los diferentes contextos y condiciones de vida de la población, para que se limite realmente la propagación presente y futura del virus.

Un cambio de paradigma

Además, en la situación actual, el enfoque “Una Salud” muestra su importancia no solo como respuesta a una crisis sanitaria concreta sino como un modo de repensar las bases de nuestras sociedades y los sistemas de producción.

Analizar cómo los sistemas de salud humana, animal y ambiental pueden trabajar juntos debe ser una parte importante del aprendizaje que saquemos de la crisis actual, para construir así nuestra resiliencia durante esta pandemia, para prepararnos para otras futuras, y para enfrentar otras amenazas relacionadas con el cambio climático.

La situación global causada por el Covid-19 es más que una emergencia de salud pública. Es una crisis social, política y económica que tendrá un impacto en el largo plazo. En la búsqueda de soluciones y salidas a esta crisis, es necesario un cuestionamiento profundo de los modelos globales de producción, consumo y comercio; del funcionamiento de los mercados locales e internacionales; y del modelo agrícola y ganadero predominante.   

En medio de medidas de confinamiento, limitación de movimientos y transporte internacional, los sistemas alimentarios locales están demostrando ser mucho más resistentes que la agricultura industrial, cuya compleja cadena de valor está fragmentada y depende del comercio internacional.

Los sistemas alimentarios locales, la agricultura a pequeña escala y las prácticas agroecológicas deben recibir un fuerte apoyo en todo el mundo. A nivel mundial, los pequeños agricultores proporcionan el 70% de los alimentos en los mercados, siendo un pilar fundamental de la seguridad alimentaria, al tiempo que preservan las áreas naturales y la biodiversidad a través de prácticas agrícolas y ganaderas sostenibles integradas en los procesos naturales.

Prácticas agrícolas sostenibles como la agroecología pueden ayudar a restablecer el equilibrio del ecosistema, produciendo alimentos saludables de una manera que respeta al medioambiente, protegiendo la biodiversidad, promoviendo canales de comercialización justos y sostenibles, apoyando los sistemas alimentarios locales y respetando el bienestar animal; contribuyendo así al bienestar humano, de otros seres vivos y de ecosistemas enteros.

Si queremos estar mejor preparados para enfrentar nuevas enfermedades, debemos adoptar “One Health” en todos sus matices: estableciendo colaboraciones estrechas entre las comunidades médica, veterinaria y ambiental, fortaleciendo la salud pública, pero también cambiando drásticamente la forma en que nuestras sociedades y economías se relacionan con la naturaleza.

Comencemos por un apoyo decidido a los sistemas alimentarios locales, los pequeños agricultores y los métodos de producción agroecológica.

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