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La gran oportunidad

La bancada del PSOE en la segunda votación de investidura.

Pere Joan Pons Sampietro

Diputado del PSOE por Baleares —

Albert Camus, del que se acaba de publicar un libro en Francia que recoge sus artículos de sus años como periodista, decía que “resistir es no consentir la mentira”. 

Hoy, tras una década marcada por la gran depresión en lo económico y la gran revolución en lo tecnológico, la política global se encuentra cada vez más trufada de un viento 'fake' global que es lo que hoy pediría combatir el Nobel de Literatura.

De ahí la responsabilidad de dar soluciones de las fuerzas de izquierdas en los países de la Unión Europea ante los ciudadanos y ciudadanas frente la deriva en este tiempo de acontecimientos. 

Hoy vivimos un Brexit interminable, una crisis en Italia al galope de la extrema derecha de Salvini o el recorte de derechos y libertades en los países miembros del Este como meros actos de consumo, cuando en realidad hay una necesidad más urgente que nunca de medidas a corto, medio y largo plazo ante retos evidentes, que pueden dividirse en tres grandes carpetas: el del bienestar social y económico, el del bienestar climático y la sostenibilidad humana, el de la convivencia tecnológica en un mundo globalizado cada vez más desigual.

La era de los acontecimientos a la que asistimos en medio de tantos retos inmediatos es tan veloz que los relatos tratan de apoderarse de la escena mundial pero también local con mensajes simples. A veces tanto, que acaban por evocar a muchos que hubo un tiempo para la política que ahora parece arrinconado por el grito furibundo contra todo y todos que ensordece cualquier proyecto político, social y económico colectivo y de país a corto, medio y largo plazo.

De ahí la profunda importancia de lo que va a suceder en las próximas semanas en España. Si atendemos a nuestro entorno, con el tsunami populista que ha acabado siendo el Brexit en el Reino Unido o con unas elecciones a la vista en Italia que los medios de aquel país como Repubblica advierten de que podrían acabar con un dictador de presidente de Italia con un discurso racista y xenófobo, ¿por qué España debería estar a salvo de esta deriva de extrema derecha populista que se está viralizando en las diferentes capitales europeas?

Yo no soy más que un diputado socialista que votó no en 2016 a la investidura de Rajoy porque creo que el legítimo proyecto de la derecha es incompatible con un pacto de legislatura progresista. Dicho de otra manera, con todos los partidos se pueden acordar políticas puntuales, o de Estado, pero la derecha y la izquierda tal y como están conformadas hoy en España no pueden pilotar el país juntos. Ver a PP y Ciudadanos haberse decantado sin descaro alguno por cerrar acuerdos con Vox antes de cerrarles el paso a las instituciones es un barómetro que me ratifica aún más en en mi posición.

Y ese es precisamente el riesgo que se avecina. O una izquierda progresista, con un pacto desde valores universales y una hoja de ruta profundamente social, ambiental y de gobernanza ante la globalización económica y tecnológica y europeísta, o jugar a la ruleta rusa del Brexit, de Salvini, de Trump o de Steve Bannon en unas hipotéticas y para mí lejanas elecciones que con el clima actual global y europeo las puede cargar el diablo.

Elecciones que ya dictaron sentencia, de hecho. Parece que quede lejos, pero la derecha extrema populista en España se bautizó en Colón y se estrelló como nunca el 28 de abril. Y sucedió porque los ciudadanos votaron precisamente por una España plural, diversa, moderna, europea, frente a una derecha que optó por tirar la modernidad por la ventana para poner en el mostrador el alcanfor, el pasado oscuro y un lenguaje del odio que creíamos superado.

Y ahí están, a punto de creer que pueden tener una nueva oportunidad. Pactando gobiernos con la ultraderecha cuando en realidad se declaran liberales, reformistas o simples conservadores. Y listos sin duda para unirse desde las urnas al plan de “la banda” de Bannon, Salvini, Le Pen, Boris Johnson, Orban y compañía. 

Precisamente porque el mandato que nos dieron el 28 de abril fue el de construir una sociedad basada en valores universales, desde la justicia social a la libertad, desde una sociedad abierta y cosmopolita y de Derechos Humanos fundamentales que hoy son universales, hay una doble responsabilidad de la izquierda.

Primero, llegar a acuerdos. 

Segundo, gobernar con políticas progresistas alternativas a las de la derecha para desterrar del mapa de nuestra sociedad políticas que están pudriendo países como el Reino Unido o Italia.

Los ciudadanos se asoman al vértigo del populismo cuando perciben crisis de la democracia, de las instituciones que les representan, o visualizan la incapacidad para hacer frente a la crisis de estos años, cuando millones de personas en Europa se han sentido abandonadas y sin respuestas a sus problemas reales, como la vivienda, el empleo, la sostenibilidad, las pensiones, los jóvenes, el planeta...

El peligro de que ante una falta de respuestas se ahonde en la respuesta populista de extrema derecha también es real en España. Si la extrema derecha ya está en las instituciones, ¿por qué no podemos confrontar a un Salvini o a un Orban más pronto que tarde aquí si no damos respuesta urgente a lo que hemos vivido desde el 28 de abril?

El riesgo de la derecha extrema es latente, y la solución está en encontrar puntos de encuentro que son muchos más que las divergencias antes del 23 de septiembre.

Yo voto por el acuerdo, unámonos desde un programa claramente progresista, con políticas alternativas a la efervescencia populista. Ese fue el mandato que recibimos el 28 de abril. 

Es la mejor forma que conozco para combatir la mentira del populismo de la extrema derecha que tanto recuerda a los años más oscuros y que hace tan poco desterramos de nuestra Europa.

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