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Una tragedia que no debería repetirse

Las inundaciones de Mallorca dejan 91 millones en daños materiales, 19 en casas

Daniel Sempere

Profesor Titular de la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC) —

Cuando mueren 13 personas en un episodio de lluvias intensas, es difícil decir nada. Pero cuando en tres semanas mueren 12 personas más en Carcassonne, 2 en Málaga, 30 en Italia y se producen cuantiosos daños también en Valencia, Castellón y Tarragona... no queda más remedio que hacer una reflexión. 

Los expertos sabíamos que iba a ser un otoño sin precedentes. La ola de calor extraordinaria de este verano en Europa había dejado una anomalía térmica histórica en el Mediterráneo occidental. Y cuando se empezara a enfriar la tierra, el efecto de la diferencia de temperatura con el mar iba a favorecer la ciclogénesis. Sólo había que esperar la llegada de una masa de aire frio en altura para que las lluvias intensas batieran los récords de los registros, y así confirmar que el cambio climático no es sólo ya incuestionable sobre las temperaturas, sino que aumenta la probabilidad de otros fenómenos extremos a los que tendremos que empezar a adaptarnos. Y no lo duden, esa adaptación al cambio climático va a ser uno de los mayores retos de los próximos años y nos va a exigir cambiar nuestra forma de vivir, que ya es insostenible. 

Así que este mes de octubre excepcional en el que hemos visto 4 veces la lluvia media mensual en pocos días no va a ser una anomalía pasajera, sino algo que habrá que tomarse muy en serio a partir de ahora. Como lo van a ser los periodos de sequías, los fuegos forestales, las tormentas severas, las nevadas inusuales… Y si bien no está en nuestras manos evitar que ocurran esas emergencias meteorológicas, sí lo está minimizar los daños y, sobre todo, evitar las víctimas mortales. 

Seguramente habrán oído decir que en el caso de Mallorca la previsión meteorológica no fue suficientemente buena. Y es cierto que ese día las alertas apuntaban a Cataluña y no a Baleares. Porque los modelos meteorológicos no permiten aún acertar en qué lugar y en qué momento exacto se producirán este tipo de lluvias intensas a 24 horas vista. Pero seguramente no habrán oído decir que los sistemas más avanzados que tenemos a disposición sí permitieron detectar con una hora de anticipación que iba a haber una inundación en esa área precisa de Mallorca, activando el aviso en los torrentes d’Es Riuet – ses Planes (el de Sant Llorenç des Cardassar y S’illot), el de Xiclatí y el de Canyamel. Pero a pesar de que la lluvia se abatió sobre los tres, sólo hubo muertos en el primero. 

Esos sistemas avanzados, que utilizan la previsión en base a los datos de alta resolución del radar meteorológico, permiten anticipar el lugar preciso de las inundaciones, pero sólo con una o unas pocas medias-horas de adelanto. Y aquel día funcionaron bien, a pesar de que los radares de la red española están ya obsoletos: se compraron a finales de los años 80 y, aunque se han hecho auténticos milagros para mantenerlos operativos, deberían de haber sido renovados hace ya unos cuantos años. 

Pero no crean que no se ha hecho por falta de diligencia, sino por falta de presupuesto. Como ocurre con muchos servicios públicos, en estos años se ha reducido personal y a duras penas se cubren los gastos de funcionamiento. 

Sí, la crisis y la falta de coraje político se han llevado por delante muchas cosas en este país. ¿Cómo no iba a ser así si se ha llegado a recortar hasta en sanidad? 

Sin embargo, a pesar de su deficiente estado, los radares meteorológicos permitieron anticipar la tragedia. Pero la falta de un protocolo adecuado no permitió activar los planes de gestión de riesgo por inundación, exigibles según la directiva europea de inundaciones. Lo peor no es que esos planes estén aún por hacer en la mayoría de casos, sino la poca atención que se le ha prestado a los mapas de riesgo por inundación que con encomiable dedicación la Dirección General del Agua ha compilado en el Sistema Nacional de Cartografía de Zonas Inundables. 

Al observar esos mapas se constata que en toda la isla de Mallorca tan solo hay una decena de tramos con el máximo riesgo de inundación en caso de lluvias intensas, y Sant Llorenç des Cardassar y S’illot están entre ellos. Y la calle y las casas afectados por la tragedia están dentro de la zona inundable con periodo de retorno de 10 años (es decir, con una probabilidad superior al 10% de inundarse). 

Y si bien no podemos sacar las casas o las infraestructuras de las zonas inundables, sí deberíamos saber hacerlo mejor como sociedad, aprovechar toda la información que tenemos y evitar que tragedias como esta vuelvan a repetirse. Sería la mejor manera de honrar la memoria de las víctimas.

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