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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

El asesino de Las Vegas: un multimillonario hijo de un psicópata

Mientras Stephen Paddock rompía una a una las ventanas de su habitación en el hotel Mandalay de Las Vegas, tal vez pensaba en su padre. Cuando colocaba los rifles en sus trípodes, tal vez se preguntaba si sería capaz de superar la marca criminal de su progenitor. Puede que recordara la fotografía de un hombre calvo de mirada inquietante, ese que en 1969 figuraba en la lista de los delincuentes más buscados por el FBI, y dijera: “va por ti, Papá”. Nunca lo sabremos porque Stephen Paddock se ha pegado un tiro. Lo ha hecho, eso sí, después de asesinar a al menos 59 personas y dejar heridas a más de 500.

Paddock ha cometido la peor matanza de la historia moderna de EEUU, dejando el historial delictivo de su padre a la altura de una travesura. Benjamin Hoskins Paddock era un atracador de bancos y, según su ficha policial, un “psicópata diagnosticado”... pero no un asesino. Tampoco un padre ejemplar: según la familia, el pequeño Stephen no supo mucho de su progenitor porque pasó su niñez entrando y saliendo de la cárcel. A pesar de eso, padre e hijo compartían rasgos, gusto por los juegos de azar y, desde este lunes, problemas con la ley.

Digo desde este lunes porque, hasta la matanza, Stephen Paddock poseía el historial inmaculado de un ciudadano ejemplar. Por esa razón pudo entrar en la armería Guns&Guitars a comprarse legalmente un arsenal y nadie le hizo preguntas. ¿Quién iba a sospechar de un triunfador? ¿Cuántos hijos de criminales conoces que hayan llegado a ser inversores multimillonarios? Paddock era uno de ellos. Especializado en los negocios inmobiliarios.

Cualquiera puede perder la cabeza y convertirse en un asesino múltiple, sobre todo si están a su alcance las herramientas para hacer más mortífera su locura. Puede hacerlo igual un rico millonario que un hombre traumatizado por el pasado criminal de su padre. O los dos. Lo que tendrían, tal vez, que plantearse los estadounidenses es si no es motivo suficiente para sospechar que una persona entre en una tienda y pida diez rifles. Eso es justo lo que pasó, pero este lunes la Casa Blanca no quiere hablar de endurecer las leyes para controlar las armas. “Hoy es el día de acompañar a las familias y no de hacer política”, ha dicho la portavoz de Trump. Ese día nunca llega.

Mientras Stephen Paddock rompía una a una las ventanas de su habitación en el hotel Mandalay de Las Vegas, tal vez pensaba en su padre. Cuando colocaba los rifles en sus trípodes, tal vez se preguntaba si sería capaz de superar la marca criminal de su progenitor. Puede que recordara la fotografía de un hombre calvo de mirada inquietante, ese que en 1969 figuraba en la lista de los delincuentes más buscados por el FBI, y dijera: “va por ti, Papá”. Nunca lo sabremos porque Stephen Paddock se ha pegado un tiro. Lo ha hecho, eso sí, después de asesinar a al menos 59 personas y dejar heridas a más de 500.

Paddock ha cometido la peor matanza de la historia moderna de EEUU, dejando el historial delictivo de su padre a la altura de una travesura. Benjamin Hoskins Paddock era un atracador de bancos y, según su ficha policial, un “psicópata diagnosticado”... pero no un asesino. Tampoco un padre ejemplar: según la familia, el pequeño Stephen no supo mucho de su progenitor porque pasó su niñez entrando y saliendo de la cárcel. A pesar de eso, padre e hijo compartían rasgos, gusto por los juegos de azar y, desde este lunes, problemas con la ley.