John Bates es uno de los pioneros del llamado Internet de las Cosas y en el análisis de datos masivos. De hecho, está reconocido como una de las 50 personas más influyentes del mundo en el campo de la tecnología según diferentes organizaciones del sector. En la actualidad es el director de márketing de la empresa Software AG y acaba de publicar el libro Thingalytics sobre el análisis en tiempo real de los datos que manejan los objetos y que, según él, va a cambiar todos los modelos económicos existentes hasta la fecha. Desde el sector servicios a la industria de maquinaria pesada pasando por los sistemas de salud. Con él hablamos en esta entrevista de este tema, sus ventajas y también inconvenientes como la privacidad y la propiedad de los datos.
¿Cuándo empezó a pensar en el concepto de ‘Thingalytics’ y por qué?
Empecé a escribir Thingalytics en 2011. La inspiración del concepto llegó trabajando con proyectos visionarios sobre el Internet de las cosas (IC) que ya habían puesto en marcha bancos, empresas de telecomunicaciones, financieras y de logística. Lo que quería mostrar es que el Internet de las Cosas no era algo de ciencia ficción sino que realmente ya estaba ocurriendo. También quería mostrar precisamente cómo estaba pasando y cómo era posible.
Hay mucha gente que piensa que el IC consiste en la conexión entre datos y dispositivos, pero en realidad lo interesante es que esos datos se puedan analizar en tiempo real y a partir de ahí empezar a trabajar de forma inteligente. Lo que pretendía era contar la historia sobre cómo los comportamientos inteligentes pueden aumentar los ingresos, reducir costes, optimizar operaciones y contentar más a los clientes. También quería mostrar a las organizaciones cómo pueden incorporar el IC a sus negocios.
Y precisamente, ¿cómo puede este concepto mejorar nuestras vidas, tal y como usted dice en su libro?
De muchas maneras. Una de ellas es que ayuda a enriquecer el medioambiente reduciendo las emisiones de dióxido de carbono, por ejemplo. Si conocemos una serie de datos podemos optimizar el uso de fuel en camiones, aviones o barcos. Por ejemplo, podemos ajustar la velocidad de un barco carguero para que llegue a tiempo optimizando el fuel que utiliza.
También puede mejorar los tratamientos médicos y el funcionamiento de los hospitales. Un hospital inteligente puede monitorizar la localización de doctores, enfermeras y pacientes. Puede localizar dónde está el especialista más cercano en el caso de que se produzca una crisis. Puede detectar problemas concretos de los pacientes a través de los wearables [dispositivos que uno lleva en el cuerpo, como por ejemplo relojes que miden los pasos que damos]. Puede prevenir la expansión de una enfermedad y avisar de posibles negligencias en los procesos. Los wearables están llevando el cuidado de la salud a las casas por lo que será posible detectar situaciones como un ataque cardíaco, por ejemplo.
¿Y cómo afectará el IC a la economía global?
IC consiste en la digitalización del mundo real y su incorporación a las aplicaciones digitales. La gente, los vehículos, los edificios, las ciudades, las carreteras se convertirán en objetos inteligentes que podrán ser controlados mucho más que hasta ahora se hacía de forma digital. Esto significa una nueva revolución industrial con nuevas estructuras de software y hardware que afectarán a todos los objetos del mundo real mediante sensores conectados entre sí. Por tanto va a afectar a la economía de una forma muy profunda.
Serán posibles cantidades de apps que van a provocar una disrupción en los modelos económicos hasta ahora existentes. Van a introducir nuevos agentes que romperán con los existentes. Algunos se integrarán en este nuevo mundo y otros serán reemplazados. En general, la economía verá nuevas oportunidades para generar ingresos, por ejemplo, con tiendas que te ofrecerán ofertas exclusivas para ti y tus gustos cuando pases por delante de ellas, con maquinaria que te avisará cuando está a punto de romperse… Todo ello mejorará la eficiencia y bajará los costes. Con el IC, ahora mismo estamos en el umbral de un nuevo pensamiento económico mucho más disruptivo y revolucionario que el que provocó el Internet original a comienzos de los noventa.
¿Qué supondrá el IC para la vida cotidiana de la gente?
Yo generalmente pienso que la vida será mejor, más saludable y más divertida. Mejor porque será más eficiente, la investigación sanitaria será más inteligente y más barata. Y será más divertida porque a través de apps móviles podrás personalizar tu jornada, te ayudarán a encontrar amigos, las ciudades serán más inteligentes y habrá coches que se conduzcan solos.
¿No cree que las hiperconectividad también puede ser negativa? Tal y como lo explica parece un control excesivo de todos y cada uno de nuestros actos.
Es cierto que para mucha gente también hay factores espeluznantes en todo esto. Hay gente a la que le asusta que se conozca su geolocalización, lo que compra o que su jornada esté completamente analizada. Pero esto varía según el lugar. Por ejemplo, en Singapur, todas las acciones que ha tomado el banco DBS han sido muy bien recibidas. Es verdad que en muchos países europeos estas ideas no son tan populares.
Usted habla de que todo estará conectado. ¿Cuáles pueden ser las consecuencias si el sistema de una máquina falla? ¿No provocará un error en cadena difícil de parar?
Depende de qué sistema se rompa. Si el sistema ha fallado en diversos puntos entonces es posible que todo el sistema se vea afectado. Sin embargo, si el sistema distribuye los datos de forma inteligente y puede avisar de los fallos, entonces ese riesgo puede ser mitigado.
Otro asunto. Si se produce un accidente, ¿quién es el responsable? Por ejemplo, ¿qué ocurriría con un coche conectado que conduce solo?
Esta es una cuestión teórica muy interesante. Ahora mismo, yo creo que el propietario del coche sería el responsable legal. Pero hay un buen número de cuestiones relativas al tema, tal y como se demostró en el programa de la BBC Top Gear. Por ejemplo, si un coche que se conduce solo está en una situación de accidente inevitable, ¿debería lanzarse contra las tres personas que se han puesto en su camino o chocar contra un muro y potencialmente matar al que está dentro del coche? Son cuestiones éticas que tendrán que ser consideradas con regulaciones sobre los coches autopropulsados.
Y, ¿quién es el propietario de todos los datos que se manejan en el Internet de las Cosas? ¿No es una pérdida de privacidad para las personas?
No es fácil responder a esta pregunta. Sin embargo, hay varias legislaciones en el mundo que nos pueden ayudar a ello. Las leyes de protección de datos a menudo señalan que los datos tienen que ser controlados por la gente a la que pertenezcan esos datos. Pero cuando se trata de datos de máquinas, como por ejemplo, los sistemas de control del tráfico, de control de granjas de animales u otros objetos del mundo real, se han establecido acuerdos entre los propietarios de los objetos y las empresas recolectoras de los datos.
Si los datos son propiedad de empresas, ¿no pueden esas mismas empresas manipular a los ciudadanos?
Depende lo que entiendas por “manipular”. Lo que desean todos los agentes de todos los mercados es que la gente compre sus productos. Por tanto, si hay una posibilidad de que a través de la monitorización de la localización o de todo el contexto de control de datos para que las acciones de márketing sean más eficientes, esto sin duda ocurrirá. La legislación siempre va a proteger a los ciudadanos, pero lo que ocurre es que ¡la ley siempre va detrás de la tecnología!
¿No cree que estamos perdiendo mucha parte de nuestra privacidad si nuestros datos pertenecen solo a unas pocas compañías que son las que dominan ahora Internet?
Sí, debemos ser cuidadosos, pero ya hay muchísimos datos de nosotros que están en manos de empresas y que los han conseguido a través de las búsquedas que hacemos en la web, nuestras visitas a las páginas web, el uso de nuestra tarjeta de crédito etc. Con el Internet de las Cosas, todo esto se aplicará a todos nuestros movimientos y compras que hagamos en el mundo real. Ahora bien, también creo posible dejar fuera muchas cosas que no queremos que sean controladas. De otra manera, el Gran Hermano sabría demasiado.