A mediados de octubre, Rajoy inauguraba sin pena ni gloria la Oficina de Recuperación y Gestión de Activos, orientada a que los corruptos no puedan disfrutar de lo que han robado y dichos activos económicos se destinen a fines sociales. Una política descafeinada, realizada en periodo electoral y a la que nadie ha prestado demasiada atención, cuando podría ser una palanca perfecta para fortalecer los tejidos sociales y financiar la puesta en marcha de proyectos de economía solidaria. ¿Cómo hacerlo? Un ejemplo inspirador es el de la lucha de Libera contra la mafia y la corrupción en Italia, que nos puede ayudar a reflexionar sobre su posible traducción a nuestro contexto sociopolítico.
La mafia es uno de los actores más influyentes en la historia reciente de Italia. Un poder sostenido en la violencia, el crimen organizado, la infiltración institucional y la corrupción política, la construcción de redes empresariales y un potente circuito económico, así como en la complicidad ocasional en la represión de la disidencia social. Ante este hecho existe un invisible hilo de movilización popular antimafia que recorre todo el siglo XX, que tendrá su impulso definitivo durante los años noventa, tras el asesinato de figuras emblemáticas por su compromiso como el diputado comunista Pio la Torre, audaces periodistas que desafiaban el código de silencio, empresarios locales que se negaban a pagar las mordidas o los valientes jueces del 'pool' antimafia Della Chiesa, Falcone, Borsellino…
El difuso llamamiento a una rebelión ciudadana contra la mafia que seguía a cada uno de estos atentados se fue consolidando entre la sociedad civil, cada vez más consciente de la erosión de la cultura de la legalidad y la fragilidad democrática que se estaba imponiendo. Libera. Asociación nombres y números contra la mafia nace en 1995 como un movimiento social orientado a que la ciudadanía asuma el protagonismo para enfrentar colectívamente el trauma mafioso. Libera es una amplia y heterogénea red de pequeñas y grandes organizaciones coordinadas a nivel nacional, capaz de articular asociaciones de familiares de víctimas, entidades locales, escuelas, sindicatos, grupos scout, ecologistas… conformando un sujeto colectivo capaz de convertirse en referencia social y de sostener de forma permanente en el tiempo la lucha antimafia.
Durante sus veinte años de historia Libera se ha caracterizado por construir una definición compleja de mafia, explicando las inercias culturales que provoca, las conexiones con la corrupción política y el abandono institucional de determinados barrios o territorios, el deterioro ambiental provocado por la ecomafia (tráfico y vertido ilegal de residuos tóxicos, tráfico de animales, construcciones ilegales, excavaciones arqueológicas ilegales, infiltración en el sector alimentario o provocación de incendios forestales), el vínculo entre la desregulación económica y las mafias globales…
Uno de los rasgos singulares de Libera es que supone la puesta en marcha de una antimafia de los derechos, como le gusta decir al sociólogo Nando de la Chiesa. Un movimiento que nace contra pero que tiene una fuerte dimensión afirmativa, que se traduce en la demanda de democracia y justicia social mediante la no violencia y la puesta en marcha de procesos de participación. Y entre las muchas cosas que ha hecho Libera, destaca una campaña orientada a recoger un millón de firmas para conseguir una ley sobre el uso social de los bienes confiscados a la mafia y los corruptos. Tras un fuerte proceso de movilización ciudadana se logra en 1996 la aprobación de esta ley que reivindicaba la asignación de estos patrimonios ilegales a aquellos entes -sociales, organizaciones de voluntariado, cooperativas, Ayuntamientos- capaces de devolverlos mediante su trabajo a la comunidad.
En 2001 tras un intenso trabajo de preparación Libera pone en marcha sus primeras iniciativas de emprendimiento cooperativo en tierras y espacios incautados a la mafia. En la zona de Palermo, en unas 300 hectáreas de tierras y haciendas incautadas, se pone en marcha una cooperativa dedicada a la producción ecológica de trigo para pasta, aceite y vino. Esta primera iniciativa tiene que hacer frente a atentados como quemas de cultivos, amenazas a quienes alquilaran cosechadoras… hasta que finalmente consiguen cosechar los frutos de la tierra y una victoria simbólica sobre la mafia.
A raíz de esta primera experiencia se sucede la progresiva puesta en marcha de otras diez cooperativas por todo el sur de Italia, que se han ido juntando en el consorcio Libera Terra que agrupa a todas las cooperativas de Libera. Actualmente el consorcio tiene más de 160 trabajadores en las distintas cooperativas y más de mil voluntarios que cada año trabajan en las cooperativas, de forma temporal o en campos de trabajo donde conviven y conocen de primera mano la lucha social antimafia. La organización coordinada de la producción ha permitido que esta sea complementaria entre las distintas cooperativas, diversificando la producción en más de sesenta productos: pasta, pan, vino, fruta, verdura, mozzarella, aceite, conservas, licores, dulces... El conjunto de la producción se comercializa bajo la marca Libera Terra, sello que garantiza la calidad del producto, la procedencia ecológica y su producción libre de mafia.
Desde sus inicios tanto las cooperativas como los productos más emblemáticos se han ido denominando bajo nombres que sirvieran para recuperar la memoria de las víctimas inocentes de la mafia. El desarrollo del proyecto económico ha estado acompañado por parte del movimiento de la economía solidaría italiana a través de la Agencia Cooperare con Libera Terra: consiguiendo financiación de la banca ética, comercializando sus productos en supermercados Coop, llegando incluso a recibir asesorías especializadas por parte de profesionales del movimiento Slow Food para mejorar la calidad de algunos de los productos. Durante los últimos años estas colaboraciones han permitido ir ampliando los servicios mediante la puesta en marcha de una agencia de viajes de ecoturismo por las tierras italianas, Libera el gusto de viajar, donde parte de la oferta es visitar estos lugares recuperados a la mafia.
Este consorcio empresarial consigue empleo de calidad con especial atención a la inserción de colectivos excluidos, en sectores con un valor económico, ambiental e identitario muy significativo en sus regiones, promueve un respeto al medio ambiente, moviliza la memoria antimafia y cuestiona con el ejemplo la idea de que la mafia produce riqueza y da trabajo. Y todo mediante un modelo cooperativo que se apoya en la financiación comunitaria, el voluntariado y la movilización de los consumidores; frente a modelos más asistencialistas y sostenidos económicamente a fondo perdido por las instituciones.
El trabajo de Libera tiene una fuerte sensibilidad ambiental, y está especialmente volcado en denunciar y combatir la ecomafia, así que no es de extrañar que hayan impulsado también proyectos cooperativos en otros sectores aprovechando bienes incautados. Además de las iniciativas de educación ambiental y legalidad, destaca la experiencia de Calcestruzzi Ericina, una cooperativa de reciclaje de materiales inertes procedentes de demoliciones, inaugurada en 2009. Partiendo de una empresa de hormigón confiscada a la mafia, que abastecía a construcciones ilegales y realizaba quemas incontroladas de residuos, se ha conformado una empresa de reciclaje de residuos de la construcción, con tecnologías punteras.
La incautación de los bienes mafiosos y su conversión en empresas sociales como las de Libera es una fórmula mediante la cual la acción colectiva de la sociedad civil restituye parcialmente el mal provocado por la mafia, implicándose activamente en la construcción de proyectos que son símbolos tangibles del restablecimiento de la legalidad. Más allá de la actividad económica, el principal mérito es que tienen una dimensión educadora, ejemplarizante y movilizadora para las comunidades locales, al posibilitar el desarrollo de nuevas institucionalidades con un fuerte protagonismo ciudadano. Un paradójico ejercicio de desobediencia civil a la mafia que supone establecer una nueva cultura de la legalidad.
El discurso de Libera explica este procesos como el tránsito de los bienes confiscados hacia los bienes comunes, pues plantean que estas cooperativas ayudan a generar una esfera pública no estatal, una nueva institucionalidad económica y política en las comunidades locales. Un movimiento social que expropia a la mafia para impulsar empresas que buscan una rentabilidad integral, pues más allá de no dar pérdidas económicas se priorizan los beneficios sociales y ambientales, la interacción con el entorno y una idea transformadora de la legalidad.
¿Y si las iniciativas ciudadanas, el ecologismo social o la economía solidaria le hacemos una llave de judo a la Oficina inaugurada por Rajoy abriendo debates de mayor calado? Imaginar que el dinero y los activos procedentes de la corrupción sirven para financiar y posibilitar el desarrollo de proyectos que funcionen bajo la lógica de los bienes comunes es el primer paso. Ahora toca actuar.