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Sobre este blog

En este blog se agrupan intelectuales, académic@s, científic@s, polític@s y activistas de base, que están convencid@s de que la crisis de régimen que vivimos no podrá superarse si al mismo tiempo no se supera la crisis ecológica.

Queremos que la sociedad, y especialmente los partidos de izquierda y los nuevos proyectos que hoy se están presentando en nuestro país, asuman alternativas socioeconómicas que armonicen el bienestar de la población con los límites ecológicos del crecimiento.

Coordinan este blog José Luis Fdez. Casadevante Kois, Yayo Herrero, Jorge Riechmann, María Eugenia Rodríguez Palop, Samuel Martín Sosa, Angel Calle, Nuria del Viso y Mariola Olcina, miembros del grupo impulsor del manifiesto Última Llamada.

La medida más urgente contra el cambio climático: parar la guerra económica

Comienza la cumbre que deberá sentar las bases de una nueva acción climática

Marga Mediavilla

La historia de la lucha contra el cambio climático ha sido una sucesión de fracasos e incumplimientos. Desde que se firmó el Protocolo de Kyoto con el objetivo de disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero respecto a los niveles de 1990, lo único que hemos visto ha sido un aumento de las mismas y, en estos momentos, ya emitimos un 40% más que en esa fecha. El problema es todavía más preocupante porque el cambio climático no es sino uno más de los síntomas de la gran crisis de la biosfera que hace 25 años denunciaron 1.700 científicos en el World Scientists' Warning to Humanity y que hace dos años fue repetido en términos todavía más alarmistas por más de 15.000

Ya va siendo hora de que nos cuestionemos por qué fallan todos los intentos por atajar los problemas ambientales globales. En ese sentido, sería muy deseable que echásemos un vistazo a las soluciones que proponían los primeros estudios sobre sostenibilidad realizados en los años 70, porque a casi 50 años vista, vemos que el diagnóstico que realizaron en su día ha sido acertado, pero todavía no nos hemos atrevido a implementar las soluciones que aquellos pioneros trabajos recomendaban.

Estos estudios arrojaron unas conclusiones muy claras: para evitar que a principios del siglo XXI la humanidad tuviera serios problemas de emisión de contaminantes y agotamiento de recursos, la mejora técnica era insuficiente: era necesario un crecimiento cero que estabilizase la economía y la población. La verdad es que, a poco que uno analice el problema con una mirada sistémica, es difícil no llegar a conclusiones similares. La dinámica del crecimiento económico, que tiende a incrementar de forma exponencial, acaba sobrepasando cualquier intento de estabilización mediante mejoras en la eficiencia o energías renovables.

Frenar el crecimiento económico, sin embargo, no es tarea fácil. Las economías de casi todos los países del mundo siguen el modelo capitalista, adicto al crecimiento como pocos. El crecimiento, además, se debe a una dinámica muy poderosa que podemos calificar de auténtica guerra económica. La competencia entre grandes empresas, capitales y naciones es, en definitiva, una guerra global que hace necesario que todos los actores se esfuercen por crecer para no ser relegados. Por ello, la única manera de frenar el crecimiento económico y evitar el colapso de la biosfera –y, con ella, de las sociedades humanas- sería la firma de un auténtico tratado global de paz económica.

Hace unas semanas, un amigo me decía que las personas que realmente gobiernan el mundo están empezando a comprarse grandes haciendas en países latinoamericanos donde el cambio climático no se va a sentir demasiado, a modo de búnkeres climáticos. Decía también que lo que ahora mismo preocupa a estas élites es ser capaces de asegurarse la lealtad de los militares a los que tendrán que encargar su defensa. Todo esto me recuerda enormemente a la paranoia que en los años 70 se vivió con la guerra fría entre EEUU y la URSS, cuando era habitual oír hablar de personas que construían un búnker en el jardín de su casa como prevención frente a la guerra nuclear. Afortunadamente, quienes gobernaban el mundo en aquellos momentos se dieron cuenta de que no había búnker capaz de protegerlos de una guerra atómica y firmaron un gran acuerdo que redujo la guerra global a una serie de escaramuzas militares en el marco de la guerra económica.

Con ello, realizaron algo enormemente insólito. Renunciaron a una costumbre presente en la historia humana desde hace miles de años: la guerra abierta entre grandes potencias. Esto fue un hecho realmente inusual y lo podemos considerar un avance evolutivo nada despreciable que muestra que el ser humano, como colectividad incluso, es capaz autolimitarse cuando su supervivencia está en juego.

Quizá podemos albergar ciertas esperanzas de que en estos momentos la humanidad sea capaz de realizar algo similar a lo que hizo en los años 70. Todavía estamos a tiempo de evitar que la crisis de la biosfera nos lleve a un colapso si quienes ahora gobiernan el mundo se dan cuenta de que no hay ningún búnker capaz de protegerlos y, en un escenario de caos ambiental, no van a poder asegurarse la fidelidad de sus paramilitares. En ese sentido, los disturbios populares que están surgiendo por todo el mundo pueden servir para inclinar la balanza a la hora de convencerles.

Yo no descartaría que en los próximos años podamos ver algo parecido a un gran pacto de no agresión que ponga fin a la competencia capitalista. De hecho, González Reyes y Fernández Duran en su libro En la espiral de la energía, sugieren que las sucesivas negociaciones de la COP no son otra cosa que intentos fallidos de establecer este gran pacto. Es difícil predecir qué tipo de economía podría surgir de un pacto similar, pero lo más probable es que recordase mucho a un feudalismo que, si bien podría ser sostenible, no tiene por qué dar lugar a una sociedad democrática ni emancipadora.

No podemos ser tan ingenuos de pensar que sólo por aplicar más voluntad política dentro de un New Green Deal vamos a conseguir que las viejas recetas del desarrollo sostenible funcionen. Está sobradamente demostrado que la transición a energías renovables, siendo necesaria, se queda muy corta a la hora de resolver nuestros enormes problemas de sostenibilidad.

Vamos a necesitar un sistema económico alternativo al capitalismo y sería deseable que empecemos a pensar en él desde todos los ámbitos para que la alternativa resultante no sea únicamente una vuelta al pasado feudal, en el mejor de los casos, o un ecofascismo caníbal en el peor.

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Queremos que la sociedad, y especialmente los partidos de izquierda y los nuevos proyectos que hoy se están presentando en nuestro país, asuman alternativas socioeconómicas que armonicen el bienestar de la población con los límites ecológicos del crecimiento.

Coordinan este blog José Luis Fdez. Casadevante Kois, Yayo Herrero, Jorge Riechmann, María Eugenia Rodríguez Palop, Samuel Martín Sosa, Angel Calle, Nuria del Viso y Mariola Olcina, miembros del grupo impulsor del manifiesto Última Llamada.

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