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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Trascender el capitalismo y las empresas transnacionales: claves para la disputa

Tan cierto es que sí hay alternativas al modelo vigente como que es estratégico que estas asuman el reto de disputar espacios económicos y políticos hegemónicos y mayoritarios, actualmente cooptados por la primacía de los mercados, la acumulación de capital y el crecimiento capitalista. Necesitamos alternativas que pasen de las periferias a los centros, de la excepción a la regla, de lo particular a lo general, posicionando en este sentido valores, instituciones y prácticas que confronten el statu quo desde la defensa del bien común, la democracia y la sostenibilidad de la vida.

Una tarea no solo necesaria sino también urgente, ya que es precisamente la vida misma lo que está actualmente en peligro. Ya no nos referimos únicamente a las crecientes desigualdades y dominaciones que genera el modelo civilizatorio estructurado en torno al capitalismo, injustificables desde cualquier punto de vista: según Oxfam, hoy en Europa hay 123 millones de personas en situación de pobreza, mientras en este continente habitan 342 milmillonarios. Hablamos, además, de una ofensiva depredadora contra la vida humana tal y como la hemos conocido, evidenciada en el cambio climático y en el contexto energético, marcado por el agotamiento de los principales recursos fósiles sobre los que se ha sostenido el modelo global en las últimas décadas, sin los cuales es imposible mantener los actuales niveles de producción y consumo.

Nos enfrentamos pues a un colapso ecológico frente al cual o bien nos hundimos con el capital, o bien lo confrontamos de manera sistemática a partir de alternativas emancipadoras que tengan la capacidad de contagiarse y hacerse efectivas entre las grandes mayorías sociales. El suelo se mueve para todos y para todas, toca actuar, más que nunca, y actuar con tino.

¿Cómo responder a esta urgencia cuando el grave contexto que enfrentamos no es socialmente evidente? ¿Cómo posicionar alternativas concretas que tengan la potencialidad de disputar espacios a valores, instituciones y dinámicas de carácter sistémico y civilizatorio? ¿Qué hacer, aquí y ahora?

Enfrentar la urgencia, navegar la complejidad y la incertidumbre, priorizar actuaciones, son precisamente tres de los retos que se plantean en el libro Alternativas al poder corporativo. A partir de la consideración de la disputa económica como necesaria —aunque no suficiente— para afrontar el actual atolladero histórico, la superación del capitalismo y de las empresas transnacionales se convierte en un hito estratégico de cara a romper el hilo civilizatorio articulado en torno al progreso, el crecimiento económico incesante y a la ganancia como premisas de bienestar. Para ello, debemos descentrar los mercados y la reproducción de capital desde lógicas económicas emancipadoras y con potencial de disputar amplios espacios.

Respecto a la paradoja de la urgencia por actuar ante un colapso no evidente todavía, dos claves importantes a nuestro entender:

Enfoque de transición. Cualquier estrategia debe asumir el desafío de combinar la respuesta ante las necesidades inmediatas, por un lado, con la determinación por transitar, aquí y ahora, hacia otras formas de vida antagónicas a las vigentes. Tan poco incisivo es, por tanto, limitarse a actuar en el estrecho marco de lo aparentemente posible (recuperar la inversión, el empleo y los servicios sociales) como, en sentido contrario, defender una agenda alternativa ideal (transición energética, cambio de matriz productiva, desmantelamiento del poder corporativo, etc.), sin entender las más que evidentes asimetrías de partida. Asumir el enfoque de transición nos obliga, de este modo, a aceptar el desafío de la complejidad política, a partir de una permanente tensión entre presente y horizonte.

Horizontes de emancipación. Precisamente los horizontes —que no modelos— sobre los que avanzar son claves pero, en coherencia con el enfoque de transición, se constituyen como referencias fundamentales pero en ningún caso como premisas de actuación. Apostamos por tanto, en primer lugar, por la defensa de la vida, y por modelos económicos que asuman los límites físicos del planeta y planteen una más que necesaria transición energética; que posicionen el trabajo y el bien común como valores centrales —desde una nueva concepción de lo común que articule lo público y lo comunitario-social—; y que supere la quimérica pretensión capitalista del desarraigo de la economía respecto de la política, rescatando la democracia de su usurpación por parte de los mercados y las grandes empresas.

En segundo término, abogamos por lo local como escenario idóneo para esa vida diversa, democrática y sostenible que deseamos. A la vez, nuestro horizonte requiere de una radical redistribución de la riqueza —entendida esta no solo como los recursos, sino como la base material necesaria para el desarrollo de nuestras vidas— y de los trabajos, incluyendo tanto los ejercidos en el mercado, en la comunidad y en los hogares, como la división internacional del trabajo entre el Norte y el Sur Global.

Para avanzar en esta transición hacia horizontes económicos emancipadores, es necesario enfrentar asimismo la complejidad y la incertidumbre inherentes al momento histórico actual, ante las que planteamos una clave más:

Mirada inclusiva. La magnitud de la tarea que enfrentamos nos obliga a articular la diversidad, a incluir agendas y sujetos en defensa de la vida, a la vez que excluir y señalar sin miramientos a los antagonistas que la ponen en peligro. Es momento de aunar miradas que trasciendan lo sectorial y que busquen los nexos entre economía feminista, ecologista, marxista, del trabajo, etc. También urge complementar esfuerzos de instituciones con voluntad de cambio y movimientos sociales desde la lógica de construcción del poder popular. Esto es, instituciones que no solo regulen sino que también emancipen y creen nuevas institucionalidades, por un lado, y movimientos sociales comprometidos y metidos en el barro de un enfoque de transición, por el otro.

A su vez, es preciso vincular la apuesta por lo local con una estrategia integral que aborde también lo estatal, lo regional y lo global, escenarios hoy estratégicos para el sistema hegemónico. Y la inclusión también se refiere a vincular el avance de prácticas económicas emancipadoras con el posicionamiento de imaginarios y relatos contrahegemónicos. Aquí la disputa cultural y de sentidos comunes es estratégica, acompañando y abriendo sendas de posibilidad a las alternativas.

Llegando a la pregunta de qué hacer, podemos plantear tres nuevas claves que recogen las anteriores en una lógica de transición en pos de la desmercantilización capitalista de la economía. Se trata así de resistir a su avance, regular y acotar su margen de actuación y, finalmente, plantear alternativas emancipadoras bajo premisas antagónicas:

Resistir. Es necesario frenar los megaproyectos corporativos y la ofensiva de tratados de comercio e inversión, tal y como ha hecho Bolivia con todos sus tratados bilaterales; así como descentrar las instituciones económicas y financieras multilaterales, como muchos países de América Latina han hecho con el FMI o con los tribunales de arbitraje del Banco Mundial.

Regular. Dentro de una lógica que aúne regulación y emancipación, resulta estratégico desmercantilizar —no solo nacionalizar— sectores y empresas de bienes comunes y/o estratégicos, como hizo Venezuela con una empresa de granos de Cargill, al igual que hizo París remunicipalizando el agua en 2008; apostar por una reforma agraria integral desde el impuso a la soberanía alimentaria frente al acaparamiento de tierras, como propone la Vía Campesina; auditar la deuda como hicieron Ecuador y Grecia, pero con la voluntad de proceder al impago de la considerada ilegal, ilegítima, odiosa e insostenible; incidir en la responsabilidad social de la compra pública; poner coto a la evasión y elusión fiscal, como está en el espíritu de la iniciativa BEPS impulsada en el marco de la OCDE; incidir en una regulación global de las condiciones laborales a través de una tratado vinculante; plantear una revisión de la gestión de los cuidados desde una mirada emancipadora, no familista ni precarizada, tal y como refleja el actual Plan de Igualdad de la Diputación de Gipuzkoa.

Emancipar. Junto a todo ello, la gran apuesta consiste en constituir nuevas formas de poder popular a partir de sistemas de economía alternativa que vinculen energía, cuidado, producción, consumo y finanzas con los horizontes emancipadores antes señalados. En esta línea pueden destacarse iniciativas de producción y comercialización de energía renovable, como la cooperativa vasca GoiEner; la producción basada en el trabajo y el bien común desarrollada, desde premisas diversas, por el movimiento de empresas recuperadas o por REAS en el Estado español; el consumo articulado en torno a los circuitos cortos de comercialización, así como las finanzas que combinan la necesidad de una banca pública con el fomento de entidades sociales como Fiare o Coop57.

Necesitamos, nos urge, impulsar otra economía. Ya no nos llega con pequeñas iniciativas interesantes, tenemos que ser ambiciosas y ampliar los espacios para aquellas con mayor potencialidad. Contamos con claves, horizontes y experiencias múltiples y diversas, debemos dar el salto a la disputa hegemónica, en un contexto complejo e incierto. Actuemos, actuemos con tino, maximicemos la probabilidad de la esperanza, otra economía es posible.

Tan cierto es que sí hay alternativas al modelo vigente como que es estratégico que estas asuman el reto de disputar espacios económicos y políticos hegemónicos y mayoritarios, actualmente cooptados por la primacía de los mercados, la acumulación de capital y el crecimiento capitalista. Necesitamos alternativas que pasen de las periferias a los centros, de la excepción a la regla, de lo particular a lo general, posicionando en este sentido valores, instituciones y prácticas que confronten el statu quo desde la defensa del bien común, la democracia y la sostenibilidad de la vida.

Una tarea no solo necesaria sino también urgente, ya que es precisamente la vida misma lo que está actualmente en peligro. Ya no nos referimos únicamente a las crecientes desigualdades y dominaciones que genera el modelo civilizatorio estructurado en torno al capitalismo, injustificables desde cualquier punto de vista: según Oxfam, hoy en Europa hay 123 millones de personas en situación de pobreza, mientras en este continente habitan 342 milmillonarios. Hablamos, además, de una ofensiva depredadora contra la vida humana tal y como la hemos conocido, evidenciada en el cambio climático y en el contexto energético, marcado por el agotamiento de los principales recursos fósiles sobre los que se ha sostenido el modelo global en las últimas décadas, sin los cuales es imposible mantener los actuales niveles de producción y consumo.