“Llevo 50 años creciendo junto a los animales y amándoles. De niño llevaba a pastar a las ovejas con mi padre. Vendíamos su leche y lana para vivir. Ese era nuestro sustento. A día de hoy sigue siéndolo, pero es doloroso tratar de ejercer tu derecho a ser ganadero y ser severamente golpeado por un colono israelí que ocupa nuestra tierra. Lo hacen delante de la presencia de los soldados israelíes sin que ninguno de ellos mueva un dedo”.
Al final de la carretera de Al-Amorajat, que conduce a la ciudad de Jericó (Cisjordania), la comunidad árabe beduina de Al-Malahat cuenta los ataques que han sufrido. Su razón de ser es la naturaleza y su forma de vida se enmarca fuera del ajetreo y del bullicio de la vida de la ciudad y del pueblo.
Al-Malahat está habitada por unas 1.200 personas beduinas, la mayoría de las cuales viven de la ganadería. La comunidad carece de infraestructura y servicios básicos para sus residentes, como acceso a agua o electricidad. La gente vive en casas de uralita en las que el frío del invierno y el calor del verano penetra sin obstáculos.
A estas dificultades se le suma su exposición a la ocupación y el avance de los asentamientos ilegales de colonos israelíes. “Estábamos con nuestras ovejas en las montañas cercanas al área de Sahliya. De repente llegaron colonos israelíes y, sin previo aviso, empezaron a llovernos golpes en la cabeza. Algunos de ellos intentaron llevarse nuestras ovejas, pero se lo impedimos. Lo peor de todo es que el ejército israelí estuvo presente y no hizo nada”, comenta el señor Mahmoud Mleihat.
No es la primera vez que se produce un ataque contra esta comunidad. El hostigamiento es continuo y, según cuentan los ganaderos, forma parte de la estrategia de la ocupación para controlar sus tierras. “El acoso no se limita a golpearnos e impedir que pastemos, también hay intentos de robo. Nos roban nuestras ovejas y, además, a pesar de la escasez y la falta de agua, también nos roban los tanques de agua”.
Durante mucho tiempo los residentes han sido objeto de sucesivas demoliciones de sus hogares y desplazamientos. En lo que va de año en Cisjordania, 694 estructuras palestinas han sido demolidas y 831 personas han sido desplazadas de sus casas. El traslado forzoso de las familias palestinas ocasionado por Israel también representa una infracción grave de la ley internacional.
Los hostigamientos nocturnos también son una constante: “Hay tres asentamientos de colonos adyacentes a nosotros. Nos acosan y destrozan la propiedad pública, como la única escuela para los niños de la comunidad beduina. Por lo tanto, organizamos grupos por las noches para vigilar con el fin de protegernos”, comenta Suleiman Al-Malahat, otro de los habitantes de la zona.
“La ocupación no diferencia entre viejo y joven, o mujer y niño. Todo el mundo está sujeto a agresiones. Aquí no nos sentimos seguros”, continua.
El abogado Hassan Mleihat, responsable de la Organización Al-Baydar para la Defensa de los Derechos de los Beduinos, explica un nuevo fenómeno que las fuerzas israelíes están poniendo en marcha. Se trata de los asentamientos de colonos pastores. Un pequeño grupo de colonos dueños de rebaños se expanden y hostigan a las comunidades beduinas autóctonas. Para ellos, el lugar donde sus ovejas ponen las patas se convierte en su tierra. “De esta manera pretenden controlar cada vez más terreno”, comenta el abogado.
Los reclamos del pueblo con respecto a la propiedad de sus tierras son constantes y firmes, a pesar del hostigamiento de los colonos, pero también reclaman el apoyo y el refuerzo de las autoridades locales.
La ocupación tiene un impacto devastador que alcanza todos los aspectos de la vida de las personas palestinas. Recordemos que como potencia ocupante, Israel tiene la responsabilidad de proteger a la población palestina de la violencia, tanto la ejercida por su propio ejército como de sus colonos, e investigar cualquier ataque o violación de sus derechos.
