UNRWA es la Agencia de Naciones Unidas para la población refugiada de Palestina en Oriente Medio. Desde 1949 trabajamos para proporcionar asistencia, protección y defensa a más de 5 millones de refugiados y refugiadas de Palestina, que representan más de la quinta parte de los refugiados del mundo y que actualmente viven en campamentos de refugiados en Jordania, Líbano, Siria y el territorio Palestino ocupado (la franja de Gaza y Cisjordania), a la espera de una solución pacífica y duradera a su difícil situación.
El control de la tierra agrícola palestina, una herramienta más de la ocupación israelí
Eran las seis de la mañana y Abdel agarró con fuerza la puerta de hierro amarilla, miró al horizonte y continuó en este estado durante una hora. Le pregunté, ¿a dónde miras? Señaló con el dedo las tierras lejanas en el horizonte detrás del alambre de púas y dijo lamentándose: “Desde que era joven, he estado trabajando en esta tierra con mi padre todas las mañanas, y no había barreras. Años después, la ocupación israelí me impide entrar libremente a trabajar mis tierras”, comenta Abdel Fattah.
Estas semanas se celebra en Palestina la temporada de la cosecha de la aceituna. Un momento muy importante cultural, familiar y económico, ya que el olivo es para la población palestina un símbolo de arraigo a la tierra y de fortaleza.
Sin embargo, lo que debería ser una época de unión, celebración y cosecha se convierte para muchos en un momento de tristeza y frustración.
En 2002 Israel comenzó a construir el muro de Cisjordania que atravesaba y aislaba tierras de propiedad palestina, controlando así miles de acres de tierra agrícola palestina. Desde entonces, la ocupación israelí prohíbe a los agricultores de aldeas como la de Biddo entrar en sus tierras sin coordinación previa con las autoridades israelíes.
Biddo es una aldea al noroeste de Jerusalén. Toda su población huyó a ella durante la Nakba en 1948. Abdel Fattah vive allí y recientemente, junto con el resto de la comunidad, acudió a recoger las aceitunas de sus tierras. Todos ellos tuvieron que esperar dos horas a la llegada del ejército israelí para que les permitieran la entrada. A muchos de ellos se les impidió pasar con el pretexto de “restricciones de seguridad”.
Aunque en 2004 el muro fue declarado ilegal por parte de la Corte Internacional de Justicia, la situación sigue igual. “Esta tierra es mía, soy yo quien la cultiva, la cosecha y la cuida. Soy yo quien plantó sus olivos, pero la ocupación israelí levantó el muro de Cisjordania y los aisló. Tratamos de protestar por esta injusticia, y como resultado, mi hermano mayor, Muhammad Hmidan, resultó gravemente herido en un ojo y hoy no puede ver”, declaró Abdel-Fattah.
Además, en 2016 se construyó el asentamiento israelí de Hadasha cerca de la aldea de Biddo. Los ataques de colonos israelíes mientras trabajan sus cultivos complica aún más la situación. Este año, según OCHA, se han registrado 22 incidentes contra tierras y agricultores palestinos. Colonos israelíes han quemado o dañado más de 800 olivos palestinos en Cisjordania. Y grandes cantidades de productos y herramientas de cosecha han sido robadas.
Los miembros de la aldea solían vivir de lo que cultivaban en sus tierras, de tomates, pepinos y todo tipo de verduras. Pero la situación ahora es diferente y es imposible seguir viviendo de su cosecha cuando tan solo se les permite visitar la finca una o dos veces al año.
Las normas israelíes tampoco les permiten ingresar en sus cultivos con ningún tipo de transporte que les ayude a trasladar la recolecta. Las herramientas necesarias para trabajar como colchones, escaleras y bolsas también las tienen que llevar encima, incluso teniendo sus cultivos a decenas de kilómetros de la puerta de entrada.
Incluso cuando ingresan en sus tierras no se les permite recoger aceitunas después de las 15:30h. Por ello, los agricultores y agricultoras corren hasta sus árboles y comienzan a recolectar con rapidez, para terminar antes de que se cierre nuevamente la valla.
“La ocupación provoca que descuidemos nuestra tierra. Ya no trabajamos los olivos como deberíamos. Antes de la construcción del muro y de poner esta puerta, la tierra era como el paraíso. Por entonces cortaba los árboles, fertilizaba los cultivos y los araba, hoy miro a la tierra seca y a la maleza con mucha tristeza”.
Cuando le pregunté a Abdel-Fattah cómo se siente cuando la ocupación le impide visitar su tierra con regularidad, me miró con tristeza y dijo: “Me siento oprimido y extremadamente infeliz. Respeto a los árboles como si fueran personas. Los amo y los cuido, y sé que cuanto más cuide los árboles, más abundante será la cosecha. Espero que las situación cambie y se eliminen las restricciones para que podamos visitar la zona con regularidad”.
Eran las seis de la mañana y Abdel agarró con fuerza la puerta de hierro amarilla, miró al horizonte y continuó en este estado durante una hora. Le pregunté, ¿a dónde miras? Señaló con el dedo las tierras lejanas en el horizonte detrás del alambre de púas y dijo lamentándose: “Desde que era joven, he estado trabajando en esta tierra con mi padre todas las mañanas, y no había barreras. Años después, la ocupación israelí me impide entrar libremente a trabajar mis tierras”, comenta Abdel Fattah.
Estas semanas se celebra en Palestina la temporada de la cosecha de la aceituna. Un momento muy importante cultural, familiar y económico, ya que el olivo es para la población palestina un símbolo de arraigo a la tierra y de fortaleza.