UNRWA es la Agencia de Naciones Unidas para la población refugiada de Palestina en Oriente Medio. Desde 1949 trabajamos para proporcionar asistencia, protección y defensa a más de 5 millones de refugiados y refugiadas de Palestina, que representan más de la quinta parte de los refugiados del mundo y que actualmente viven en campamentos de refugiados en Jordania, Líbano, Siria y el territorio Palestino ocupado (la franja de Gaza y Cisjordania), a la espera de una solución pacífica y duradera a su difícil situación.
Cuando Gaza te convierte en artista y te corta las alas
Los rostros de Fadi Abu Salah, Razan Al-Najar, Yaser Murtaja y otras víctimas palestinas cuyos nombres nunca conoceremos surgen de las piedras en el taller de Raed Issa. Son piedras redondas, que caben en la mano. Iguales a las improvisadas armas que los palestinos lanzan hacia los soldados israelíes desde hace más de 30 años. Raed Issa ha inmortalizado sobre ellas a medio centenar de palestinos y las ha enmarcado sobre blanco. Es su última exposición, llamada “Testimonios vivos”, que surgió cuando comenzaron las protestas de miles de gazatíes ante la valla perimetral entre Israel y Gaza, en marzo de 2018.
“Las piedras vienen de diferentes lugares: de terrenos baldíos de Gaza, del límite con Israel... Empecé a pintar rostros sobre ellas para expresar la realidad de Gaza desde un punto de vista original y para mostrar un pedazo de la historia de alguien. Es también un mensaje para la gente que está fuera porque esta piedra puede participar en el futuro en una exposición en Europa”.
Abu Salah era un conocido activista palestino que perdió las dos piernas en la guerra de 2008 e iba en su silla de ruedas a las protestas frente a la valla. Al Najar era una enfermera voluntaria que auxiliaba a los heridos en las manifestaciones frente a la barrera de separación con Israel. Murtaja era periodista y cubría las manifestaciones de la Gran Marcha del Retorno en Gaza. Los tres murieron tiroteados por el ejército israelí hace algunos meses.
Gaza impregna la obra artística de Raed Issa. Gaza le inspira y al mismo tiempo le corta las alas. La miseria, la violencia y la falta de libertad que padecen los habitantes de la Franja da a sus cuadros un valor añadido, pero al mismo tiempo asfixia su obra y limita sus posibilidades de reconocimiento internacional.
“Salir de Gaza es siempre complicado. Primero hay que obtener una invitación y un visado, después hay que atravesar la frontera con Egipto antes de que ese visado caduque. Las listas son largas y me ha pasado varias veces que cuando me llega el turno ya no tengo visado en regla y no puedo ir”. Así fue cómo perdió la oportunidad de ir a Francia y Senegal en los últimos dos años.
Raed tiene 43 años y explica sus desventuras desde su taller de trabajo en la galería Eltiqa, en el centro de Gaza, una galería financiada por un grupo de artistas palestinos convertida en un oasis de creatividad frente a las limitaciones físicas, políticas y sociales omnipresentes en la Franja.
Un bloqueo que ya dura 12 años
Gaza es objeto de un bloqueo israelí desde hace 12 años que cuenta también con la ayuda de Egipto. La Franja tiene dos puertas de entrada y salida de personas. Una al norte, que conduce a Cisjordania y Jerusalén-Este, vía Israel, y otra al sur, hacia Egipto. Para transitar por la primera hace falta un permiso israelí que se concede a cuentagotas y fundamentalmente por razones humanitarias. Para salir por Egipto, que desde hace más de un año ha abierto con restricciones su frontera con Gaza, se necesita tiempo, dinero y a menudo un visado si se viaja a un tercer país.
“Otro problema es sacar mis obras de Gaza. Es muy difícil que los grandes lienzos puedan salir. Las obras más pequeñas a veces las mando por correo postal, otras veces aprovecho el viaje de amigos y conocidos para que las saquen. También tengo algunas obras en casas de amigos, repartidas por el mundo, para que puedan circular más libremente. Pero muchas veces la exposición se realiza sin mí. He hecho unas 20 en los últimos años y en la mayoría no he podido estar”.
Raed desgrana sus desdichas con nerviosismo, sin lograr estar sentado mucho tiempo en la misma silla y ordenando casi compulsivamente su material de trabajo. Es informático, pero nunca ha ejercido. Empezó a pintar con 20 años. En aquel momento pudo salir de Gaza a Jordania, donde participó en unos talleres gracias a una beca. Allí conoció a artistas de otros países y comenzó a tejer una red de contactos. “Ver lo que hacían otros fue como caer por un precipicio. Yo en Gaza comenzaba a ser un poco conocido porque pintaba murales en las paredes de las escuelas, pero cuando vi el trabajo de los demás me sentí diminuto en cuanto a estilo, a técnica”.
En 2002 ganó un premio de la Fundación Qattan para jóvenes artistas y pudo seguir formándose. Estudió en Gran Bretaña y viajó a Suiza, Francia o Egipto. “No sabría decir en qué momento empecé a considerarme un artista. En Gaza es algo complicado, pero creo que fue en ese momento cuando vi que quería seguir adelante”.
En 2013 dejó de viajar. El bloqueo se recrudeció, los permisos desaparecieron, la puerta con Egipto se cerró y Raed, como el resto de los artistas gazatíes, dejó de participar en talleres, exposiciones o formaciones en el exterior. Las circunstancias hicieron además que no pudiera cumplir ciertos compromisos con galerías de arte para enviar sus obras. “Y poco a poco el mundo del arte se va olvidando de gente como yo. Dejan de llamar y de comprar porque necesito semanas para lograr sacar un cuadro de Gaza”.
Gaza, la columna vertebral del arte de Raed
Pero Gaza, pese a todo, es la columna vertebral de su producción artística y la conexión de su trabajo con la realidad que le rodea es “fortísima” y a veces desafortunada. En 2014, durante la última guerra, un bombardeo del ejército israelí destruyó totalmente la casa de Raed en Beit Lahia, al norte de la Franja. Nadie murió, pero el artista perdió varias obras. En un rincón de su estudio, hay aún enrollados varios lienzos deshilachados. Es lo que pudo salvar del taller de su casa. “Están desgarrados, medio quemados, pero los guardo como testimonio”.
Desde entonces, Raed, su esposa y sus cuatro hijos y otros miembros de la familia se mudaron a la ciudad de Gaza. Fue la segunda huida del clan Issa, después de la protagonizada por sus padres y abuelos en 1948, cuando tuvieron que dejar su casa cerca de la ciudad de Ashkelon, hoy al sur de Israel.
“Esa condición de refugiado, que en Gaza nos marca y nos identifica también está presente en mis cuadros”. Raed muestra una serie de grandes retratos de palestinos vestidos siguiendo las costumbres de hace más de 60 años. Una novia, un abuelo, un campesino… Todos enmarcados en molduras grises, como si se tratara de un retrato de época. “Busco información en internet sobre trajes y costumbres y recreo. Gaza afecta totalmente a mi forma de pintar, a los colores, a los temas… En 2012 pude ir a París y tenía un proyecto en curso. Al llegar allá mi estilo cambió. Durante unos meses se volvió mucho más alegre, más musical. Fue un cambio automático que yo no busqué. Algo natural.”.
En mayo de 2019 Raed pudo salir de nuevo de la Franja después varios años sin viajar y participó en una exposición en Japón. Allá le ofrecieron quedarse algunos meses, pero optó por regresar. Primero pensando en su familia, después en cómo subsistiría financieramente y por último, en la nostalgia que ya sentía por Gaza.
Los rostros de Fadi Abu Salah, Razan Al-Najar, Yaser Murtaja y otras víctimas palestinas cuyos nombres nunca conoceremos surgen de las piedras en el taller de Raed Issa. Son piedras redondas, que caben en la mano. Iguales a las improvisadas armas que los palestinos lanzan hacia los soldados israelíes desde hace más de 30 años. Raed Issa ha inmortalizado sobre ellas a medio centenar de palestinos y las ha enmarcado sobre blanco. Es su última exposición, llamada “Testimonios vivos”, que surgió cuando comenzaron las protestas de miles de gazatíes ante la valla perimetral entre Israel y Gaza, en marzo de 2018.
“Las piedras vienen de diferentes lugares: de terrenos baldíos de Gaza, del límite con Israel... Empecé a pintar rostros sobre ellas para expresar la realidad de Gaza desde un punto de vista original y para mostrar un pedazo de la historia de alguien. Es también un mensaje para la gente que está fuera porque esta piedra puede participar en el futuro en una exposición en Europa”.