UNRWA es la Agencia de Naciones Unidas para la población refugiada de Palestina en Oriente Medio. Desde 1949 trabajamos para proporcionar asistencia, protección y defensa a más de 5 millones de refugiados y refugiadas de Palestina, que representan más de la quinta parte de los refugiados del mundo y que actualmente viven en campamentos de refugiados en Jordania, Líbano, Siria y el territorio Palestino ocupado (la franja de Gaza y Cisjordania), a la espera de una solución pacífica y duradera a su difícil situación.
La masacre debe terminar: Es hora de un alto el fuego en Gaza
“¿Agua? ¿Pan?” Estas eran las preguntas en boca de todos los niños que conocí en Gaza cuando visité recientemente uno de los refugios de UNRWA en Rafah. Era el primer alto funcionario de la ONU que entraba en Gaza desde el 7 de octubre, día en que los militantes de Hamás mataron a más de 1.400 civiles israelíes. En más de 30 años de trabajo en zonas de conflicto, mi encuentro con estos niños desesperados fue uno de los más tristes de mi carrera.
Nunca olvidaré las caras de los niños. Mientras escuchaba sus historias, tenía que recordarme una y otra vez que estábamos dentro de una escuela convertida en refugio, un lugar que en tiempos de paz es un lugar para aprender, reír y jugar. El Ministerio de Sanidad de Gaza informa de que más de 4.000 de los civiles muertos en esta guerra han sido niños. Esta cifra en un mes es superior al número de niños muertos en todos los conflictos del mundo en cualquier año desde 2019.
Fuera del refugio, el mundo se está volviendo muy oscuro para los palestinos de Gaza. Debido al asedio en curso, no hay alimentos, agua, medicamentos ni combustible. Los mercados están casi vacíos. El goteo de ayuda que llega por camión a través de Rafah es mucho menor de lo que se necesita. Los servicios municipales se desmoronan. Las aguas residuales llenan las calles. La gente hace cola durante horas en las panaderías. Pronto llegará el invierno y muchos podrían morir de hambre.
Con la ciudad de Gaza rodeada, las fuerzas de defensa israelíes están dando instrucciones a los civiles que aún quedan para que se trasladen al sur de la franja de Gaza. Pero allí tampoco están seguros. Más de 700.000 personas viven ahora en unos 150 edificios de UNRWA en toda la franja de Gaza. Mientras escribo, más de 50 de estos edificios han sufrido daños, y algunos han sido alcanzados directamente. Más de cien colegas de UNRWA han muerto.
Para muchos palestinos, este éxodo recuerda al desplazamiento original de más de 700.000 personas de sus ciudades y pueblos en 1948, también conocido como la Nakba (“catástrofe” en árabe). Leen historias sobre la filtración de un informe oficial del gobierno israelí en el que se sugiere su expulsión al Sinaí. Sus temores se agravan cuando oyen a políticos israelíes y a otras personas referirse a los habitantes de Gaza como “animales humanos” y “terroristas”, o pedir que se “borre a Gaza y a su gente”, un lenguaje deshumanizador que no creí que fuera a oír en el siglo XXI.
El Secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, tenía razón al advertir a los israelíes que “no habrá desplazamiento forzoso de palestinos de Gaza. Ni ahora ni después de la guerra”. Debería ir más allá y pedir un alto el fuego inmediato. El asedio a Gaza debe terminar, y debe permitirse que la ayuda humanitaria fluya continuamente a la franja de Gaza sin restricciones.
Esto debe hacerse en nombre de los derechos humanos básicos. Pero también debe hacerse para evitar una calamidad aún mayor. El castigo colectivo impuesto a los civiles de Gaza se está extendiendo a Cisjordania, donde la gente ha sido obligada a abandonar sus tierras o algo peor, sin otra razón que la de ser palestinos. Se corre el riesgo de extender la guerra e incendiar todo Oriente Próximo.
El rumbo actual elegido por las autoridades israelíes no traerá la paz y la estabilidad que tanto israelíes como palestinos desean y merecen. Arrasar barrios enteros no es una respuesta a los atroces crímenes cometidos por Hamás. Al contrario, está creando una nueva generación de palestinos agraviados que probablemente continuarán el ciclo de violencia. La masacre debe terminar.
Sobre el autor: Philippe Lazzarini es Comisionado General de la Agencia de Naciones Unidas para la población refugiada de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA).
“¿Agua? ¿Pan?” Estas eran las preguntas en boca de todos los niños que conocí en Gaza cuando visité recientemente uno de los refugios de UNRWA en Rafah. Era el primer alto funcionario de la ONU que entraba en Gaza desde el 7 de octubre, día en que los militantes de Hamás mataron a más de 1.400 civiles israelíes. En más de 30 años de trabajo en zonas de conflicto, mi encuentro con estos niños desesperados fue uno de los más tristes de mi carrera.
Nunca olvidaré las caras de los niños. Mientras escuchaba sus historias, tenía que recordarme una y otra vez que estábamos dentro de una escuela convertida en refugio, un lugar que en tiempos de paz es un lugar para aprender, reír y jugar. El Ministerio de Sanidad de Gaza informa de que más de 4.000 de los civiles muertos en esta guerra han sido niños. Esta cifra en un mes es superior al número de niños muertos en todos los conflictos del mundo en cualquier año desde 2019.