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Menstruar en Gaza: “A veces corto los pañales de mis hijos y los utilizo como compresas”

Maha Hussaini

Gaza —

Aya Kamal Ashour está desplazada en una escuela-refugio de UNRWA —la Agencia de Naciones Unidas para la población refugiada de Palestina— en Deir al-Balah, después de que su casa en el campamento de refugiados de Jabalia fuera bombardeada. Es madre de dos hijos que han sufrido ya varias infecciones debido a la falta de higiene dentro de la abarrotada escuela, que ha servido como refugio para miles de palestinos y palestinas que se han quedado sin hogar desde octubre de 2023. 

“Cuando huimos de nuestra casa, todavía estaba embarazada de seis meses y mi otro hijo tenía alrededor de 18 meses. En los primeros meses del desplazamiento, desarrolló desnutrición y su cuerpo comenzó a parecer un esqueleto”, explica Ashour desde el aula donde ha estado refugiada durante los últimos 10 meses. 

“Las mujeres de mi alrededor me decían que iba a morir. Yo intentaba alimentarlo, pero toda la comida que teníamos era comida enlatada —de la ayuda humanitaria— no era suficiente para mantenerlo sano. Un médico lo examinó y dijo: ‘Los nervios de su hijo están muertos’”. 

Cuidar de un niño ya es tarea difícil en circunstancias normales, pero bajo los bombardeos, la escasez, el miedo y la desesperación, la responsabilidad de ser madre llega a un nivel de dificultad indescriptible. La situación de su hijo se complicó cuando comenzó a tener diarrea: “Tuve que luchar contra la escasez de pañales. Un pañal costaba cinco shekels y mis dos hijos los necesitaban. Así que tuve que usar tela y bolsas de plástico en lugar de pañales”, continuó. “Debido a la falta de productos de limpieza e higiene, mis dos hijos han tenido infecciones bacterianas en todo el cuerpo durante aproximadamente un mes. El sarpullido comenzó con mi hijo mayor, se extendió primero a sus manos, cabeza y cuello, luego a todo el cuerpo y finalmente a mi hijo menor. No hay ungüentos para la piel ni para las alergias disponibles”. 

A principios de julio, UNRWA explicó que estaba trabajando para prevenir la propagación de enfermedades entre las personas desplazadas en la franja de Gaza, y agregó que “las altas temperaturas, el grave hacinamiento, la escasez de agua y una grave escasez de productos de higiene personal y de limpieza como jabón, champú y desinfectantes conducen a un aumento de las infecciones de la piel y la contaminación bacteriana entre los desplazados”. 

Debido a las duras condiciones, la mala higiene y el hacinamiento, toda la población de la Franja de Gaza ha estado expuesta a varias infecciones descontroladas, incluidas la hepatitis A y la sarna. 

A pesar de los esfuerzos de la ONU y de la comunidad internacional, la situación continúa empeorando. 

La semana pasada, el Doctor Ayadil Saparbekov, jefe del equipo de emergencias sanitarias de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en territorio palestino, expresó su extrema preocupación por la posibilidad de que se produjeran brotes de polio y otras enfermedades transmisibles en Gaza tras detectarse rastros del virus en muestras de aguas residuales. 

La pesadilla mensual 

Cuando le llega la menstruación, Ashour se enfrenta a lo que describe como “otro tipo de pesadilla”.  “Las compresas no suelen estar disponibles. De la ayuda que recibimos, cada una de nosotras acaba con sólo dos compresas cada dos o tres meses, lo que no es suficiente”, añadió. “Además, son compresas de uso diario y tenemos que utilizar tres juntas porque no absorben la sangre. Como alternativa, a veces corto los pañales de mis hijos y los utilizo como compresas”. 

UNRWA ha estado trabajando para apoyar a las familias desplazadas en Gaza, proporcionándoles ayuda esencial, como kits de higiene con compresas higiénicas, con el apoyo de la Unión Europea. Sin embargo, a pesar de estos esfuerzos, el suministro es insuficiente dada la escala del desplazamiento. 

Según la ONU, hasta 1,9 millones de personas en toda la franja de Gaza están desplazadas internamente, incluidas personas que han sido desplazadas repetidamente, algunas en hasta 10 ocasiones. 

Marah Ashraf Abed, que comparte la misma aula con Ashour, dice que lo que más echa de menos es el champú y el detergente para la ropa. “Después de que bombardearan nuestra casa, vinimos aquí en octubre y nos refugiamos en esta aula. Al principio, unas 14 familias se apiñaban y no había espacio adecuado. Hoy, somos seis familias y el aula sigue abarrotada”, dice Abed, de 19 años, que perdió a cinco miembros de su familia en el bombardeo israelí de su casa en Tal al-Zaatar, al norte de la Franja. 

“Llevo aquí unos 10 meses y todavía no me acostumbro, sobre todo por la falta de limpieza. Los baños siempre están sucios debido al hacinamiento, lo que provoca muchas enfermedades entre todas las personas desplazadas”.  Según Abed, cada familia de la escuela recibe medio paquete de productos de limpieza e higiene cada 40 días o dos meses. “Lo que realmente necesito son compresas. Somos cuatro chicas en la familia. La última vez que recibimos una bolsa de compresas fue hace un mes”, concluye.

Las familias palestinas de Gaza siguen soportando situaciones inhumanas. Vivir con dignidad no debería ser un privilegio, sin embargo, sin un alto al fuego, la situación seguirá mermando la esperanza de un futuro de paz entre la población.  

Aya Kamal Ashour está desplazada en una escuela-refugio de UNRWA —la Agencia de Naciones Unidas para la población refugiada de Palestina— en Deir al-Balah, después de que su casa en el campamento de refugiados de Jabalia fuera bombardeada. Es madre de dos hijos que han sufrido ya varias infecciones debido a la falta de higiene dentro de la abarrotada escuela, que ha servido como refugio para miles de palestinos y palestinas que se han quedado sin hogar desde octubre de 2023. 

“Cuando huimos de nuestra casa, todavía estaba embarazada de seis meses y mi otro hijo tenía alrededor de 18 meses. En los primeros meses del desplazamiento, desarrolló desnutrición y su cuerpo comenzó a parecer un esqueleto”, explica Ashour desde el aula donde ha estado refugiada durante los últimos 10 meses.