En la franja de Gaza, los 15 años de bloqueo israelí por tierra, mar y aire, y las múltiples escaladas de violencia, han provocado un trauma persistente en sus habitantes y, por lo tanto, una crisis de salud mental.
En los 365 kilómetros cuadrados viven más de dos millones de personas. Toda la población sobrevive, desde hace 15 años, sin libertad de movimiento y bajo restricciones impuestas de entrada y salida de materiales y productos.
La franja de Gaza aún no se había recuperado de la devastadora ofensiva israelí de mayo de 2021, cuando en agosto de este año volvieron a enfrentarse de nuevo al horror de la muerte. Cinco ofensivas militares en los últimos 15 años.
Además, sufren una crisis de electricidad crónica, con una media de 8 horas de energía al día y el 90% del agua no es apta para su consumo.
Todo este cocktail provoca que el enclave tenga unas altísimas tasas de desempleo que alcanzan más del 60%, un porcentaje que se dispara si hablamos de jóvenes y mujeres, y alrededor del 65% vive por debajo del umbral de la pobreza.
Con esta brutal inconsistencia económica, social y política no es una sorpresa que la población necesite apoyo psicológico y social.
El trauma permanente
Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) ha informado de un aumento significativo en los niveles de trastornos mentales entre la población gazatí, especialmente entre los niños y niñas. La mitad de ellos sufre problemas de salud mental. Los que han cumplido 15 años no saben lo que es la vida sin bloqueo y han experimentado el horror y la violencia de las ofensivas en hasta cinco ocasiones. El trauma permanente es indescriptible.
Khadeeja Matar es refugiada de Palestina y profesora de niños y niñas sordomudas. A sus 32 años también es madre tres hijos con los que vive al norte de Gaza. Una de ellas es Jana, de 11 años, que sufre de estrés y ansiedad como resultado del sonido de los bombardeos israelíes y las sirenas de ambulancias y emergencias.
“Algunas noches escuchábamos fuertes sonidos. Es muy difícil ver como tu hija grita sin consuelo. El estrés no la deja ni comer. Trato de hacerle sentir más cómoda diciéndole que toda su familia está aquí a su lado, sin guerra, sin misiles y que estamos vivos. Sufre pesadillas si apagamos la luz para dormir y de forma inconsciente se muerde las uñas por nerviosismo hasta hacerse daño. No es fácil ver cómo tu hija va creciendo con el miedo de ir a visitar a familiares o salir con sus amigos porque cualquier sitio puede ser atacado”, comenta preocupada Khadeeja.
Según los datos de OCHA, un tercio de la población en Gaza necesita apoyo psicológico. Y todas estas personas se enfrentan a sus traumas con un único hospital especializado en salud mental, con capacidad de 50 camas para atender a las cinco gobernaciones. El trauma psicosocial alcanza proporciones epidémicas en el enclave.
“Quiero que mi hija tenga una buena salud mental. Unos amigos me recomendaron a una profesional pero no tenemos muchas alternativas para tratar a los jóvenes. Hago todo lo posible para crear un ambiente de seguridad para mis hijos intentando ignorar la catastrófica situación de Gaza y el conflicto sin fin que vivimos”, afirma Khadeeja.
Ibrahim Ibrahim, también refugiado de Palestina gazatí, proveniente de la aldea de Sarafand, al sur de Haifa, vive con preocupación por el comportamiento que su hijo de cinco años ha desarrollado tras las últimas agresiones a Gaza. El pequeño sufre enueresis noctura, una patología que provoca micción involuntaria mientras se duerme a una edad en la que se espera que el niño ya no se orine por las noches.“Mi hijo me pregunta constantemente si vamos a sobrevivir”, comenta Ibrahim.
El programa de salud mental y apoyo psicológico que la Agencia de Naciones Unidas para la población refugiada de Palestina (UNRWA) lleva a cabo para paliar esta situación es uno de los proyectos más importantes de este tipo en la Franja y trata más de 87.000 casos.
Pero la realidad es que la gente en Gaza vive en un estado permanente de frustración, depresión, impotencia y desesperanza como resultado del profundo deterioro de las condiciones económicas, sociales y políticas. En el Día Mundial de la Salud mental es importante recordar que el derecho a la salud, incluida la mental, la educación y una vida digna están claramente consagrados en el derecho internacional de los derechos humanos.
