UNRWA es la Agencia de Naciones Unidas para la población refugiada de Palestina en Oriente Medio. Desde 1949 trabajamos para proporcionar asistencia, protección y defensa a más de 5 millones de refugiados y refugiadas de Palestina, que representan más de la quinta parte de los refugiados del mundo y que actualmente viven en campamentos de refugiados en Jordania, Líbano, Siria y el territorio Palestino ocupado (la franja de Gaza y Cisjordania), a la espera de una solución pacífica y duradera a su difícil situación.
Fajir, la niña gazatí que se convirtió en maestra durante la COVID-19
Con una voz fuerte y segura, comienza su clase de la tarde en su pequeña choza de madera y metal. Unas 10 chicas equipadas con sus libros, cuadernos y lápices están totalmente concentradas y esperando a que ella empiece. Fajir Hamid, de 13 años, está en séptimo grado en la Escuela Secundaria Zainab Al Rayes en Al Mugraga, en el centro de la franja de Gaza. Fajir quiere ser maestra. Lo que ya ha conseguido seguro es ser ejemplo para muchos niños y niñas en el mundo.
A pesar de su corta edad, decidió seguir su pasión y poner en marcha sus clases para ayudar a los niños y niñas del vecindario a seguir sus lecciones durante el cierre de la escuela debido a la crisis del coronavirus. Temiendo el brote del COVID19 en la densamente poblada franja de Gaza, las autoridades locales cerraron, el pasado mes de marzo, todas las instituciones educativas, incluyendo las guarderías, escuelas y universidades. Las instituciones internacionales advierten de una catástrofe humanitaria en caso de que el virus se extienda en la franja debido a la falta de medidas médicas básicas tras 13 años de bloqueo israelí a Gaza.
En Gaza no es fácil ser un niño o niña. Fajir en su corta vida ya ha vivido tres ofensivas militares y ahora se enfrenta al miedo y temor de una pandemia en un lugar que no está preparado para ello: infraestructuras destruidas o debilitadas, falta de material sanitario o el 97% del agua contaminada provoca que Gaza sea el peor lugar del mundo para el COVID19.
Acompañada de un armario de madera de media puerta que a veces hace de pupitre y un paquete de tiza, durante la clase, confiesa: “quería ayudar a los hijos de mis vecinos a estudiar durante el cierre de las escuelas, especialmente a los de primer grado”. Sé que podrían olvidar cómo sostener el lápiz si se descuidaran“. Fajir empezó enseñando a su hermana Amal, que es dos años menor que ella. Amal, que está en 5º grado, necesitaba ayuda para seguir sus lecciones y sus deberes. En poco tiempo, los amigos de Amal se unieron a ella y el grupo creció desde entonces. Fajir tiene alrededor de 15 estudiantes ahora. Fajir, que significa amanecer en ”árabe“, es como una aparición de luz en esta época oscura de la crisis del coronavirus que afecta al mundo entero. Lo que da a la gente, especialmente a los niños de su alrededor, va más allá de enseñar inglés, árabe y matemáticas. A los más pequeños les da esperanza y un modelo a seguir de una joven que dibuja su camino hacia el futuro y sigue sus sueños. Fajir, que espera ser una maestra en el futuro, añade: ”No sólo enseño a las niñas y a los niños, sino que también actuamos, cantamos y dibujamos, especialmente en las clases de árabe“.
Duha Sarah, de 13 años y una de las estudiantes de Fajir, explica que necesitaba ayuda en con sus clases, pero sus padres no podían dársela. “Desde que comencé a venir a las clases de Fajir, mis notas están mejorando”, y añade: “disfruto mucho de la clase. También quiero ser maestra cuando sea grande”. La zona donde viven Fajir y Duha es una zona pobre, marginada y con pocos servicios. Los estudiantes tiene que recorrer 20 minutos a pie para llegar a sus escuelas. No hay parques infantiles, centros culturales o instalaciones de entretenimiento.
En una casa de dos habitaciones con una pequeña cocina, Fajir vive con sus abuelos, padres y dos hermanas. Su padre Bander Hamid, de 37 años, aspira a que sus hijas alcancen los sueños que él no pudo realizar debido a la pobreza. La familia depende de la ayuda de la comunidad. A pesar de sus pobres condiciones, animan a Fajir a cumplir sus objetivos. Su orgullo se refleja en sus ojos y voces cuando hablan de ella. Así que, todos hacen lo posible para ayudarla a mejorar y desarrollar su proyecto. Cuando las clases pasaron de 5 a 15 estudiantes, la familia convirtió su pequeño jardín en una choza, sacrificando la única zona donde podían escapar del calor del verano.
Un millón de niños en Gaza, como Fajir o Duha, viven en condiciones extremas. Esta semana, muchos celebraron el Eid, la celebración del final del mes de ayuno, en la oscuridad, sin electricidad. No sólo faltan horas de luz, sino que tampoco hay instalaciones de entretenimiento, ni cosas tan básicas como comida fresca, agua o medicinas. Pero Fajir, con su determinación y como buena maestra nos enseña el camino: la educación es el futuro.
Con una voz fuerte y segura, comienza su clase de la tarde en su pequeña choza de madera y metal. Unas 10 chicas equipadas con sus libros, cuadernos y lápices están totalmente concentradas y esperando a que ella empiece. Fajir Hamid, de 13 años, está en séptimo grado en la Escuela Secundaria Zainab Al Rayes en Al Mugraga, en el centro de la franja de Gaza. Fajir quiere ser maestra. Lo que ya ha conseguido seguro es ser ejemplo para muchos niños y niñas en el mundo.
A pesar de su corta edad, decidió seguir su pasión y poner en marcha sus clases para ayudar a los niños y niñas del vecindario a seguir sus lecciones durante el cierre de la escuela debido a la crisis del coronavirus. Temiendo el brote del COVID19 en la densamente poblada franja de Gaza, las autoridades locales cerraron, el pasado mes de marzo, todas las instituciones educativas, incluyendo las guarderías, escuelas y universidades. Las instituciones internacionales advierten de una catástrofe humanitaria en caso de que el virus se extienda en la franja debido a la falta de medidas médicas básicas tras 13 años de bloqueo israelí a Gaza.