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“Tenemos tres días de agua a la semana”

Amjad Shabat

Gaza —

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Durante los últimos meses, la compañía eléctrica no ha podido operar a plena capacidad debido al aumento de la demanda y la falta de combustible. En medio de este caluroso verano que estamos viviendo, los dos millones de personas que habitan el enclave costero se quedaron con unas diez horas de electricidad al día de media.  

Pero con la última ofensiva, que se ha cobrado la vida de 48 personas, de las cuales 17 eran niños y niñas, la única planta eléctrica de Gaza cerró. Dejando así a la población gazatí con tan solo cuatro horas de electricidad al día.  

En el campamento de refugiados y refugiadas de Palestina de la playa, conocido como ‘Beach Camp’ y ubicado al oeste de la ciudad de Gaza, a las mujeres de la familia Abu Gaben les resulta difícil hacer frente a estas escasas horas de electricidad, especialmente en lo relativo al suministro de agua. Con la crisis energética, las plantas de desalinización se están viendo muy afectadas, muchos hogares sufren cortes de agua y las aguas residuales no están siendo tratadas. La abuela de la familia Amina Abu Gaben, de 75 años, explica que tienen “tres días de agua a la semana”. 

En este campamento, el tercero más grande de la Franja y uno de los más concurridos, existe una gran demanda de agua dulce que choca con la brutal escasez derivada de la falta de infraestructura y electricidad.   

También conocido como el campamento “Shati”, el campamento de la playa albergó inicialmente a 23.000 refugiados y refugiadas que fueron expulsados de Lydd, Jaffa, Be'er Sheva y otras áreas de Palestina. Actualmente, el campamento alberga a más de 85.000 personas, que residen en un área de tan solo 0,52 kilómetros cuadrados. 

En una de sus estrechas callejuelas, en una casa de 100 metros cuadrados, se amontonan las 14 personas de la familia Abu Gaben. “La ropa y los platos sucios siempre se amontonan esperando que el agua llegue a la casa”, comenta Amina sobre la falta de agua corriente y limpia.  

“A veces no me ducho durante dos o tres días”, comenta la nuera de Amina, Amal Abu Gaben, de 48 años. Una de las necesidades más básicas, como mantener la higiene personal, es imposible de gestionar, la falta de agua les deja sin la oportunidad de darse una ducha corta al día, algo imprescindible sobre todo en verano con las altas temperaturas que asolan la zona. Amal afirma que la falta de agua también genera tensiones entre los miembros de la familia: “Causa muchos problemas. Siempre peleamos porque el agua es esencial y no podemos tenerla”. 

Además, la población gazatí también hace frente a la contaminación de las aguas subterráneas que abastecen al campamento debido a las aguas residuales. “El problema no es solo la falta de agua, sino que la poca que llega a la casa está contaminada”. A consecuencia, la familia ha contraído enfermedades. Hace tres meses notaron que el problema con el agua se agravó y pasó de la escasez y la salinidad a la contaminación. “Los insectos en el agua y el mal olor son evidentes”. 

“Todos sufrimos problemas de salud y en piel por la contaminación del agua”, comenta la abuela de la familia. Su nieta Haneen, de 18 años, comenzó a sentir los efectos en la piel con picores y enrojecimiento. La madre de Hannen la llevó a las urgencias de la clínica de UNRWA más cercana, donde el médico le diagnosticó una infección que le provocaba la aparición de hongos, técnicamente conocidos como dermatofitos. Se le aconsejó a la joven que evitara este tipo de agua y se le recetó medicación. “Pero es la única agua disponible. ¿Qué puedo hacer? No ducharme en absoluto”, comenta Hannen. 

A los dos hermanos de Haneen se les diagnosticó problemas intestinales acompañados de vómitos y pérdida de peso. “Mi esposo también sufre de sarna y los médicos de UNRWA le han recetado medicación”, afirma la abuela de Amina.  

La escasez de agua provoca que se haya convertido en un bien preciado que no llega a las casas de la ciudadanía todos los días.  

“Nuestros vecinos también están siempre enfermos”. Casi un tercio de los hogares en Gaza no están conectados a un sistema de agua potable y saneamiento. La del grifo es salada, contaminada y el suministro es irregular e impredecible. Dependen de enormes barriles, en caso de poder pagar su precio

El trauma en Gaza sacude a una población que sobrevive en constante incertidumbre preguntándose si tendrán agua y electricidad hoy o cuándo volverán los bombardeos, mientras sobreviven en una cárcel a cielo abierto.   

Durante los últimos meses, la compañía eléctrica no ha podido operar a plena capacidad debido al aumento de la demanda y la falta de combustible. En medio de este caluroso verano que estamos viviendo, los dos millones de personas que habitan el enclave costero se quedaron con unas diez horas de electricidad al día de media.  

Pero con la última ofensiva, que se ha cobrado la vida de 48 personas, de las cuales 17 eran niños y niñas, la única planta eléctrica de Gaza cerró. Dejando así a la población gazatí con tan solo cuatro horas de electricidad al día.