UNRWA es la Agencia de Naciones Unidas para la población refugiada de Palestina en Oriente Medio. Desde 1949 trabajamos para proporcionar asistencia, protección y defensa a más de 5 millones de refugiados y refugiadas de Palestina, que representan más de la quinta parte de los refugiados del mundo y que actualmente viven en campamentos de refugiados en Jordania, Líbano, Siria y el territorio Palestino ocupado (la franja de Gaza y Cisjordania), a la espera de una solución pacífica y duradera a su difícil situación.
UNRWA sigue adelante a pesar de las piedras en el camino
El acoso y derribo a UNRWA es una tarea en la que, desde hace años, se encuentran implicados actores tan potentes como Estados Unidos e Israel. Pero, de momento, con la ratificación aprobada el pasado día 13 por parte de la Asamblea General de la ONU para prolongar su mandato otros tres años, tal como ya había sido aprobado previamente el 15 de noviembre por el Cuarto Comité de dicha organización, todavía no pueden cantar victoria.
En el lado positivo de la balanza cabe destacar el hecho de que 169 países hayan apostado por dar continuidad a la labor asistencial -sobre todo en el ámbito de la educación, la salud y la ayuda humanitaria- que viene desarrollando la Agencia desde su creación en 1949. Tampoco es menor el gesto de Qatar -anunciado el pasado fin de semana en el marco del Foro de Doha-, aportando otros 20,7 millones de dólares para llegar a un total de 40 a lo largo de este mismo año. Aunque puntual, es una clara señal de esperanza en un contexto cada día más inquietante para los 5,5 millones de refugiados de Palestina que en Jordania, Líbano, Siria y en el territorio Palestino (Gaza y Cisjordania) dependen vitalmente de lo que UNRWA pueda hacer a diario.
Y lo mismo puede decirse del resultado cosechado en estos últimos dos años, gracias a la incuestionable resiliencia de la población palestina y al esfuerzo de todo el personal de la Agencia para poder hacer frente al brutal recorte de fondos que la administración estadounidense decidió a principios del pasado año (pasando de 365 a solo 60 millones de dólares). Esa decisión, que en el presente año significó la cancelación total de los fondos estadounidenses, ha supuesto un duro golpe tanto para los beneficiarios de los distintos programas de la Agencia como para sus propios trabajadores, dado que UNRWA se ha visto sumida en la mayor crisis presupuestaria de su historia y su capacidad de maniobra se ha recortado hasta el extremo, hasta el punto de tener que eliminar programas esenciales y retrasar pagos de salarios al personal (abrumadoramente de mayoría palestina).
Por el contrario, en el lado negativo se hace cada vez más visible el esfuerzo liderado por Washington y Tel Aviv para eliminar definitivamente la Agencia, lo que incluye no solamente negarle apoyo económico sino también desprestigiarla (a través de una cacería emprendida contra su máximo responsable, dimitido el pasado 6 de noviembre y sometido a una investigación interna en la que, de momento, ya se ha confirmado que no hay ninguna apropiación indebida, ni fraude ni malversación). La apuesta es clara: reformular drásticamente el concepto de persona palestina refugiada para limitarlo exclusivamente a quienes queden vivos de aquella originaria NakbaNakba.
Se trata, sin apenas disimulo alguno y en el contexto del tan cacareado como desconocido “acuerdo del siglo”, promovido por Donald Trump, de ayudar a Israel a deshacerse de la responsabilidad por haber provocado el éxodo palestino en 1948 y de la necesidad de reconocer ningún tipo de derecho de retorno a los que sufrieron aquel drama y sus descendientes. De ese modo, y crecientemente preocupados por el inminente cambio demográfico en la Palestina histórica (que se traducirá a corto plazo en que, entre el Jordán y el Mediterráneo, los judíos israelíes serán minoría), Tel Aviv pretende blindarse, al tiempo que sigue adelante con una política de hechos consumados que busca reventar la resistencia palestina y su sueño de contar algún día con un Estado propio.
El momentáneo alivio derivado de la prolongación del mandato no puede ocultar en ningún caso que la situación financiera de UNRWA sigue siendo muy peliaguda; no solo porque todavía necesite 167 millones de dólares para cuadrar sus cuentas a finales de este año, sino porque nada garantiza que en el próximo la situación vaya a ser más boyante. No solo se da por descontado que Estados Unidos mantendrá su postura de negación de apoyo, sino que queda por ver qué hará el resto de donantes (el presupuesto se nutre de contribuciones voluntarias) en un escenario en el que la causa palestina va perdiendo peso en la agenda internacional. Y eso da ventajas tanto al gobierno estadounidense como al israelí.
En todo caso, y en contra de lo que argumentan sus críticos más acérrimos -que confían en que, sin la cobertura protectora y asistencial de la Agencia, el tema de los refugiados terminará por diluirse-, hay que volver a insistir en que UNRWA no es el representante político de los palestinos, no es parte del conflicto y no participa en ningún proceso de paz o negociación. Simplemente es un actor humanitario encargado de paliar el daño causado a la población refugiada palestina y de proteger sus derechos. Su desaparición, en definitiva, sería una catástrofe sin paliativos.
El acoso y derribo a UNRWA es una tarea en la que, desde hace años, se encuentran implicados actores tan potentes como Estados Unidos e Israel. Pero, de momento, con la ratificación aprobada el pasado día 13 por parte de la Asamblea General de la ONU para prolongar su mandato otros tres años, tal como ya había sido aprobado previamente el 15 de noviembre por el Cuarto Comité de dicha organización, todavía no pueden cantar victoria.
En el lado positivo de la balanza cabe destacar el hecho de que 169 países hayan apostado por dar continuidad a la labor asistencial -sobre todo en el ámbito de la educación, la salud y la ayuda humanitaria- que viene desarrollando la Agencia desde su creación en 1949. Tampoco es menor el gesto de Qatar -anunciado el pasado fin de semana en el marco del Foro de Doha-, aportando otros 20,7 millones de dólares para llegar a un total de 40 a lo largo de este mismo año. Aunque puntual, es una clara señal de esperanza en un contexto cada día más inquietante para los 5,5 millones de refugiados de Palestina que en Jordania, Líbano, Siria y en el territorio Palestino (Gaza y Cisjordania) dependen vitalmente de lo que UNRWA pueda hacer a diario.