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La vuelta al cole que nadie merece

UNRWA España

En un mes protagonizado por la alegría de niños y niñas, y en especial de padres y madres, con la vuelta a las aulas; al otro lado del mundo llegar a las escuelas es un desafío. La incertidumbre y el miedo invaden estos días los pensamientos de miles de alumnos y alumnas de Palestina. 

La tranquilidad de llegar al colegio, aún en circunstancias de “nueva normalidad” por la pandemia de COVID-19, es un sentimiento del que no goza el alumnado de Cisjordania, incluida Jerusalén Este. Los alumnos y alumnas se enfrentan a los ataques, controles militares, acoso y lanzamiento de gases lacrimógenos diarios por parte de las fuerzas israelíes y de colonos.  

“He acordado con dos compañeros de clase cruzar los puestos de control juntos para evitar el acoso, pero a veces nos tiran gases lacrimógenos cuando llegamos. A veces, el ejército incluso cierra el puesto de control para que no podamos ir a la escuela. Tenemos derecho a la educación, no podemos permitir que nos la quiten”, comenta Waed un joven de 14 años de la ciudad vieja de Hebrón, Cisjordania. Él camina todos los días la corta distancia que separa su casa del colegio al que asiste en la llamada zona H2, que comprende un 20% de la ciudad, está bajo control israelí y aislada del resto de la ciudad.  

Fatima Katash tiene 13 años y es la mayor de tres hermanas. Es estudiante de 8º curso en la escuela de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados y Refugiadas de Palestina (UNRWA) en Jazalone. Casi a diario, Fatima y sus compañeros encuentran problemas de camino al colegio. “La escuela está demasiado cerca del asentamiento israelí de Beit El, lo que hace peligroso el camino hasta allí”. En 2020, las fuerzas israelíes llevaron a cabo al menos 46 operaciones en el campamento.  

Con frecuencia utilizan gases lacrimógenos, balas de metal cubiertas de plástico y munición real durante las operaciones para la expansión del asentamiento. “No me siento segura yendo a la escuela. Si hay incidentes cerca del asentamiento necesito correr una larga distancia para llegar a un lugar seguro”, comenta Fátima. 

Cabe destacar que, a largo plazo, los gases lacrimógenos generan patologías médicas y tienen un efecto devastador en la salud mental y física de los refugiados y refugiadas, especialmente en grupos vulnerables como los menores. 

El equipo de Protección y Neutralidad de UNRWA trabaja para proporcionar un entorno seguro a los alumnos y alumnas. “Nuestra supervisión y presencia nos permite comprender mejor los enormes desafíos a los que se enfrentan. Nos convertimos en parte de la escuela: lo que ellos sienten, lo sentimos con ellos. Estamos capacitados para documentar los incidentes y esto mejora nuestra interacción con las autoridades israelíes para tratar de evitar que estos sucesos vuelvan a ocurrir”, cuenta Heidi, miembro del Equipo de Protección y Neutralidad en Hebrón. 

 

- Se acrecientan los ataques a la infancia y a la educación- 

Desde principios de 2021, se ha informado de la muerte de un total de 80 niños y niñas palestinas y 1.269 han sido heridos. 68 fueron asesinados por las fuerzas israelíes en la franja de Gaza durante la reciente escalada de bombardeos de mayo, así como por los remanentes explosivos de guerra de la misma. En Cisjordania, incluida Jerusalén Este, 12 menores fueron asesinados y 584 resultaron heridos.  

El uso excesivo de la fuerza y la violencia contra los más pequeños debe cesar de inmediato. Los menores no solo tienen derecho a una educación segura, sino que también se les debe brindar protección especial en virtud del derecho internacional de los derechos humanos, al ser un colectivo vulnerable. 

La protección de la educación también pasa por la inviolabilidad de sus escuelas, algo que, según las últimas cifras, no se está cumpliendo. Durante la ofensiva en Gaza 89 escuelas de UNRWA fueron dañadas. Lamentablemente, dos de ellas permanecen cerradas y 4000 niños y niñas se encuentran desplazadas de sus aulas habituales y han sido reubicadas en otros centros educativo mientras se subsanan los daños y se investigan los colegios. 

El conflicto armado en Siria, diez años después de su inicio, también sigue latente y los remanentes de explosivos de guerra permanecen en las calles amenazando la integridad física y psicológica de quienes allí viven, incluidos los menores. Recientemente siete niños refugiados de Palestina fueron hospitalizados por la explosión de dichos restos mientras jugaban en la calle. Además, según el último informe de la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios, tras los recientes ataques en Dera’a, al sur de Siria, existe peligro de explosivos que amenazan infraestructuras como colegios.  

Las escuelas y la educación de los estudiantes refugiados de Palestina son inviolables. Por ello, la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados y Refugiadas de Palestina ha lanzado una recogida de firmas por una #vueltalcolesegura.

En un mes protagonizado por la alegría de niños y niñas, y en especial de padres y madres, con la vuelta a las aulas; al otro lado del mundo llegar a las escuelas es un desafío. La incertidumbre y el miedo invaden estos días los pensamientos de miles de alumnos y alumnas de Palestina. 

La tranquilidad de llegar al colegio, aún en circunstancias de “nueva normalidad” por la pandemia de COVID-19, es un sentimiento del que no goza el alumnado de Cisjordania, incluida Jerusalén Este. Los alumnos y alumnas se enfrentan a los ataques, controles militares, acoso y lanzamiento de gases lacrimógenos diarios por parte de las fuerzas israelíes y de colonos.