Este 4 de junio llega a Movistar+ su nueva serie: Paraíso. Con la producción de The Mediapro Studio y bajo la dirección y creación de Fernando González Molina – una de las mentes de El Barco- junto a Ruth García – guionista de El Internado- y David Oliva – otro de los artífices de Sky Rojo-, por lo que con tanta imaginación al volante no podía salir menos que una historia de suspense y aventura envuelta de la fantasía noventera que a muchos nos enseñó a soñar.
Paraíso se anunció en la plataforma como la Stranger Things a la española, con un grupo de niños como protagonistas y tintes sobrenaturales. Nuestra propia Dark también podría titularse, pero la realidad es que ambas comparaciones dejan mucho en el tintero.
La nueva apuesta es también un homenaje a aquella época en la que la cultura audiovisual lo era todo. Esos años antes de que nos interrumpiera Internet. Cuando aún podíamos concentrarnos en la tele y todos veíamos los mismos dibujos. Por las noches nos juntábamos a ver un capítulo de la serie que tocara. Íbamos a ver seis veces la misma película al cine y después la alquilábamos en el videoclub.
Paraíso hace referencia a esa etapa en la que aún nos creíamos todo lo que aparecía en la pequeña pantalla. El Paraíso de la inocencia. Como también hace referencia a ese mismo Paraíso que nos ofreció Tarantino en Érase una vez en... Hollywood, en el que el asesinato de Sharon Tate acababa de la forma que a todos nos hubiera gustado. Pues ese mismo sueño es el Paraíso de Movistar+ en el que todo empieza con el aura de las Niñas de Alcásser pero continúa de la forma que ojalá hubiéramos podido vivir.
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Érase una vez en el Paraíso…
“Tenían entradas para el concierto de Mecano, ¿quién se escapa unas semanas antes del concierto de Mecano?” y con esa frase una de las niñas protagonistas nos contextualiza por completo en esos 90 en los que el mejor plan era ir a ver a tus ídolos.
Esa es una de las delicias de esta serie: el trasladarnos a lo mejor de aquellos maravillosos años en los que sonaba OBK y Chimo Bayo. En los que Los Goonies y Terminator compartían las paredes de las habitaciones y en muchas mesas habían micrófonos de radioaficionados.
El vestuario de los personajes, el maquillaje y por supuesto los peinados también son exactamente los mismos que se veían en las calles por aquel entonces. Como también expresiones que al escucharlas te dibujan una sonrisa en la cara automáticamente.
La alargada sombra de Alcásser
Pero no todo era luz y color en aquellos 90 porque también hubo mucha oscuridad. Como recuerdan desde el principio de la ficción, escogiendo el año 1992 para arrancar la historia de tres niñas desaparecidas. El mismo año en que ocurrió lo de las niñas de Alcásser. Incluso las imágenes que difunden en la serie recuerdan a las de Miriam, Desirée y Toñi.
No es extraño, pues aquella era una época en la que los programas de desapariciones, las revistas de crímenes y las leyendas urbanas eran las estrellas de las conversaciones. Así lo recuerda Paraíso que, sin embargo, no hace sangre de todo ello. Al contrario, propone una alternativa a la narrativa que nos habían contado.
Un reparto propio de “Los cinco” y lo sobrenatural
Como decíamos, Tarantino nos demostró en Érase una vez en... Hollywood y también en Malditos bastardos que, aunque la realidad es una, la ficción nos puede contar la misma historia de una forma totalmente distinta. Y así lo hacen en Paraíso: deconstruyen un relato que suena a conocido para darle la vuelta por completo y proponernos un viaje totalmente distinto.
De la mano de un grupo de adolescentes que aún cree en lo sobrenatural. Pau Gimeno, Cristian López, León Martínez, Héctor Gozalbo, María Romanillos y Patricia Iserte, son protagonistas desconocidos para el gran público (como suele hacer Movistar+ con gran acierto) a los que el espectador se entrega desde su parte más niña para creerse todo lo que quieran vivir. Ventajas con las que solo los pequeños pueden jugar.
Así volvemos a aquellos 90 en los que crecimos, nos subimos a sus bicicletas, a sus motos, sentimos de nuevo la amistad en estado puro. Aquello de “todos para uno y uno para todos” hasta el final. Regresamos a aquel Paraíso que fue nuestra infancia en el que todo podía ocurrir.
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