Primero fue el turno de Georgina Rodríguez... y ahora se abre paso Tamara Falcó. Porque en Netflix parecen tener bien clara la idea de que si la mujer de Cristiano Ronaldo enganchó al público con su serie documental, ¿por qué no iba a hacerlo la hija de Isabel Preysler?
Este jueves 4 de agosto se estrena en la plataforma de streaming el docureality Tamara Falcó: La marquesa, la segunda oportunidad que se le brinda a la influencer para que cuente de su vida solo aquello que le interese contar. Porque, si Soy Georgina fue un falsity en toda regla, es decir, un retrato completamente maquillado sobre la modelo argentina, el documental de la celebrity madrileña no es más transparente que el de su predecesora.
En el caso que nos ocupa es menos sangrante ese 'peloteo' con el que se trata a las famosas porque, a diferencia de Georgina, Tamara, convertida en chef, llega a Netflix con un propósito: abrir un restaurante en El Rincón, el castillo que heredó de su padre, el marqués de Griñón.
Por lo tanto, su docureality es distinto. Tiene inicio, nudo y desenlace. No es una simple ventana que se nos abre para que podamos asomarnos a su vida. La puesta en marcha del negocio culinario es el objetivo final de La marquesa y el hilo que conecta los seis capítulos que ha grabado Komodo Studios, la firma que también siguió los pasos de Georgina Rodríguez.
Pero no nos engañemos: no es este un documental sobre cómo emprender tu propio negocio cuando has heredado lo más grande; sino que la apertura del restaurante es solo una buena excusa para contarnos quién es Tamara Falcó y mostrarnos cómo es su día a día.
Y es ahí donde empiezan a chirriar los engranajes de esta producción que esboza un retrato de su protagonista sin indagar en su vida. Quizá por ello aceptó la invitación de Netflix y la productora, que le garantizaron que buscarían un enfoque “distinto” y “nada maligno”, según explicó la influencer en la presentación del docureality.
Se deja de lado cualquier aspecto verdaderamente polémico para que toda la atención se centre en lo espectacular, en esa vida lujosa que provoca la curiosidad del público porque es inimaginable para la mayoría de los ciudadanos.
Una 'chica' sencilla... de la élite
Lo ideal sería hacer una valoración de esta serie documental sin juzgar a Tamara Falcó, pero es imposible dejar de lado al personaje cuando el personaje es el auténtico protagonista.
La marquesa de Griñón nos produce opiniones constantemente, a veces incluso contradictorias entre sí, y este es uno de los pilares fundamentales sobre los que se apoya cualquier fenómeno de masas.
La colaboradora de Pablo Motos, que perfeccionó sus dotes televisivas en MasterChef, habla poco en la tertulia de El Hormiguero, pero las dos o tres frases que suelta no pasan desapercibidas. Ese comportamiento aparentemente natural e infantiloide, quizá inocente o quizá inmaduro, la humaniza y la aleja de otras celebrities ariscas y calculadoras que tienen muy mala prensa.
Ella, en cambio, alardea de espontaneidad e incluso se permite perder las formas pese a la refinada educación que se le presupone. No escatima en risotadas y aprovecha cualquier oportunidad para bromear. Da las gracias y se muestra curiosa. Y se lía al hablar cuando las palabras se le quedan en la punta de la lengua o no tiene claro qué va a decir. Parece una chica normal que, además, no esconde ese carácter alocado que tanto la aleja de algunos autómatas de la élite.
Pero Tamara Falcó es marquesa de Griñón. Pertenece a la élite, a la alta sociedad española. Ahora está por ver si también ingresa con la misma facilidad en el selecto club de éxitos de Netflix, aunque apunta maneras ya que su nuevo proyecto televisivo tiene todos los ingredientes para triunfar: es más agitado que el de Georgina y tiene esa tensión dramática forzada por la apertura del restaurante, pero tampoco en este caso se ha querido investigar qué hay más allá del personaje al que ya conoce toda España.