Christian Gálvez está de regreso a la televisión. El mostoleño, que ha debutado este lunes al frente del nuevo ¡Boom! de Cuatro, vuelve a ponerse delante de las cámaras después de un periodo muy dulce en lo personal y de “incertidumbre” en lo profesional.
Tras convertirse en padre de su primer hijo junto a su compañera de Mediaset Patricia Pardo, y después de un periodo de un año sin apenas proyectos dentro del grupo, el presentador coge las riendas del mítico concurso, que inicia una nueva andadura tras su exitosa etapa en Antena 3 con Juanra Bonet. “En mi caso personal, la presión es demostrar o intentar demostrar que no estás oxidado”, empieza diciendo Christian Gálvez en palabras a verTele y otros periodistas, dejando claro que con las audiencias espera paciencia, ya que “un concurso necesita tiempo para asentarse”.
El presentador, que agradece que Mediaset aguardase para darle “algo más gordo”, reconoce a la vez que ese tiempo de espera -donde sólo hizo las Campanadas y grabó el Celebrity School que aún permanece en nevera- ha sido “complicado”. “Yo me quejaba, que no sé si tenía ningún derecho para quejarme, pero cuando estás en este mundo sabes que tarde o temprano te va a tocar un tiempo de barbecho”, confiesa. “Durante todo este periodo de tiempo yo demandaba hacer cosas, es una necesidad personal de sentirte útil”, añade, relativizando además la tranquilidad que da tener un contrato de cadena con el grupo.
“No se trata de tener un contrato de exclusividad y tener una nómina asegurada, tu quieres ser útil”, comienza insistiendo. “El problema es que si te pagan por no trabajar y dentro de un año tienes que renovar, ya no vales lo mismo. Ahí viene el drama”, analiza Gálvez, que compara su reciente situación con la de Beckham en el Madrid de Capello. “Yo no quiero estar en la grada. En el banquillo sí, porque ahí en cualquier momento puedes salir. Pero yo no quiero estar en la grada, yo quiero jugar”, expresa rotundo antes de explicar cómo compagina su trabajo como presentador con su labor como productor al frente de Fénix Media, compañía ahora a cargo del nuevo Socialité.
“Tenemos a dos presentadores que defienden el formato como Dios. Era difícil defender un formato que venía de ser un formato de autora, por decirlo de alguna manera, y está bien defendido. También es verdad que, dentro del corazón, se está llevando con otra línea. Ni mejor ni peor. Otra línea”, reflexiona, contraponiendo la etapa de María Patiño con esta nueva con María Verdoy y Antonio Santana al frente. La semana pasada, Mediaset anunciaba la cancelación de Socialité Club, versión diaria del formato en Divinity, dejando en emisión la habitual edición de los fines de semana.
Regresas a la televisión tras estrenarte como padre. ¿Se mezcla en este caso la parte personal con la profesional a la hora de encarar este nuevo proyecto?
Claro, claro que se mezcla. Vais a ver a un Christian feliz en todos los aspectos de su vida: feliz en el amor, feliz en el ámbito familiar, en el ámbito personal y ahora, gracias a ¡Boom!, también en el ámbito laboral. Claro que se mezcla. Sí que es verdad que en malos momentos te tienes que poner careta y no voy a esconder que yo he presentado programas en malos momentos, desde el punto de vista de las situaciones personales y, sobre todo, desde el punto de vista de la salud. Yo me rompí la espalda y seguí haciendo programas y te tienes que poner una especie de máscara. No interpretas un papel, porque no somos actores, nosotros somos presentadores, pero sí que te pones una especie de careta, como que todo va bien porque en la tele todo tiene que ir bien. Es verdad que no escondes las faltas. Es decir, hemos visto a presentadores en Mediaset presentando con un brazo escayolado, yo también he presentado con una faja o con una rotura de clavícula. Eso en el punto anímico te toca, así que entiendo que ahora vais a ver es un Christian con mucha más luz. Y si no la veis, os aseguro que está [risas].
Por televisión se te ha visto siempre feliz, igual es que lo enmascarabas bien...
Yo en Mediaset he sido feliz siempre. Caiga quien caiga era más duro, pero en el momento en que empecé con concursos en Mediaset siempre he sido muy feliz. Pero hay momentos en los que no lo eres, porque la felicidad no es un estado sempiterno en el que siempre estás bien. A veces no puedes estar feliz, pero no solo por ti, porque tu madre está enferma u otros problemas. Pero joder, ahora estoy pleno.
Te pones una especie de careta, porque en la tele todo tiene que ir bien
¡Boom! llega a Cuatro después de marcar una época en las tardes de Antena 3. ¿Tienes cierta presión por este relevo, especialmente en un momento complicado en audiencias para Mediaset?
La presión la tengo siempre. Pero yo creo que la tenemos todos. No la obsesión, que hay gente que sí. Pero la presión no la tengo el lunes a las 19:00 de la tarde en Cuatro, o el martes a las 8:15 cuando salen las audiencias. La presión la tengo en el momento que me dicen: “Vas a hacer ¡Boom!, ¿quieres?”. Ahí ya tengo la presión, porque se trata de adaptarte a una nueva forma de trabajar, a un nuevo equipo, a una nueva mecánica que tienes que estudiar, que tienes que aprender porque desde el minuto uno no puedes dudar, no puedes zozobrar. La presión ya viene ahí. Lo de las audiencias es el pan nuestro de cada día. La presión es prepararse y salir ahí a defenderlo. También, en mi caso personal, la presión es demostrar o intentar demostrar que no estás oxidado.
¿Cuántos programas se grabarán de ¡Boom! en principio?
65, siempre son 65.
¿Y cuántos lleváis?
Llevamos un poco más de la mitad. Tenemos unos 40 y tantos.
En mi caso personal, la presión es demostrar o intentar demostrar que no estás oxidado
¿Habéis hablado con la cadena sobre un objetivo de audiencia?
No, a mí eso no me llega, no tengo ni idea de si lo han hablado con la productora. Yo soy de los que considera que un concurso necesita tiempo para asentarse. Cuando dejé Caiga quien caiga para apostar por Pasapalabra, fue un concurso para tres meses solo, en una pausa de Allá tú.... Nunca sabes lo que va a pasar, pero necesitas tiempo para que se asiente.
¿Cómo valora la evolución del concursante anónimo que pasa a ser concursante personaje cuando llevan muchos programas seguidos?
Eso nació en Pasapalabra, nació en Telecinco. El nombre es Juan Pedro, Juampe. Juan Pedro cambió la historia de los concursos. Juanpe, un tío que estaba en la construcción, que le echaron y dijo: “En vez de sacarme una carrera o una oposición me preparo un concurso”. Se llevó el bote y ahí cambiaron las reglas del juego. Ahora ya son superhéroes intocables. Aquí lo bueno que yo veo es que sí que es verdad que vemos héroes intocables, pero juegan en equipo. Cuando juegas tú solo, dependes de ti. Cuando juegas en equipo dependes de ti, de tus compañeros y de que el otro equipo diga “tú fuera”. Entonces tu estrategia se cae. Mola mucho porque hay mucha parte de estrategia en el concurso.
¿Alguna vez te ha pasado en ¡Boom! que sabes que el concursante va a fallar, cortando el cable erróneo, y te toca poner cara de póquer para que no se den cuenta?
Ellos van cortando y yo mantengo siempre el rostro hierático, como una estatua. Todos tenemos que mirar a la misma pantalla para leer las posibles respuestas y la pregunta. Ellos van cortando y el público me mira a mí a veces, porque hay un momento en que cortan, se oye el “pipipipipi” -sonido de la bomba- y si dicen “continúa”, ahí se destensa todo. Pero cuando no continúa es que es ¡boom! y yo justo un milisegundo antes me doy la vuelta y salgo corriendo para que no me pille. Se generan momentos muy cómicos, porque dirección y realización se parten de risa y me dicen: “¿Pero dónde vas corriendo?”. Es que he llegado a comerme trozos de bomba. Los concursantes intentan ver si yo pongo alguna cara, pero no, yo rostro hierático. Todo forma parte de la diversión.
¿Por qué este nuevo proyecto no lo hacéis con tu productora, Fenix Media, y ha surgido hacerlo con otra? ¿Por qué ha habido este cambio?
Realmente no es ningún cambio, porque mi productora nunca tuvo ¡Boom!.
Yo no trabajo exclusivamente, ni quiero, para Fénix Media. Mi summum es ser presentador de Mediaset
O sea que es porque los derechos los tenía la productora Mediacrest.
Claro, los tenía Mediacrest. Además, esto está bien que me lo preguntes, porque una cosa es que yo tenga participación y me encargue de investigación y desarrollo en Fénix Media, pero yo no trabajo exclusivamente, ni quiero trabajar exclusivamente, para Fénix Media. Yo soy presentador de Mediaset y mi summum y mi máxima es ser presentador de Mediaset para todas aquellas productoras que tengan productos interesantes y para todos aquellos directivos, en este caso, que decidan que Christian Gálvez tiene que presentar este programa con esta productora. Si tuviésemos que depender de mí para Fénix Media, sería una responsabilidad que yo no querría. Entonces, ahora mismo en Fénix Media estamos en otras cosas, más allá de los concursos estamos con documentales, y Mediacrest tiene una larga experiencia al hacer concursos y lo hace muy bien.
Ellos tuvieron la rapidez de coger ¡Boom! en un momento muy determinado y cuando me lo ofrecieron dije que sí. Además, está muy bien diversificar. Yo con Fénix Media he trabajado muy bien y, antes de Fénix, también trabajé muy bien con Xanela Producciones [productora de Pasapalabra en su etapa en Telecinco]. Ahora seguiré trabajando muy bien con Fénix, pero el hecho de poder salir de ahí y empezar a trabajar con otras personas también está muy bien porque aprendes. No sólo aprendo como presentador, aprendo también como productor por cómo se hacen las cosas, qué se hace guay, y qué se puede mejorar. Bueno, en este caso [el de Mediacrest] poco se puede mejorar, porque es que trabajan de puta madre.
¿Y echas en falta tener más poder en la productora?
Nunca tuve poder, porque los roles están muy bien diversificados. Te pongo un ejemplo de cuando hacíamos Alta tensión o 25 palabras: claro, mis socios son de mis mejores amigos, en el caso de Rafa Guardiola, de toda la vida. Entonces, cuando hacemos una producción de Fénix Media, en la que el presentador es Christian Gálvez, diversificamos bien los roles y no aparecen los productores como tal. Aparece en los créditos Rafa Guardiola como director y Christian Gálvez como presentador. Aquí pasa lo mismo, yo no quiero. Yo cuando presento un concurso no quiero tener ningún tipo de decisión administrativa, no quiero. Yo me encargo de presentar y me encargo de lo que se me exige como presentador, que es conocer muy bien la mecánica.
Y luego también la psicología de los concursantes, de por dónde van, por dónde vienen. Si te tiro una broma y me la recibes, sé que voy a poder jugar contigo. Si de repente tiene un papel y cae, sé que contigo no puedo jugar, porque tú vienes a otra cosa o porque hay nervios... Eso estaba muy bien diversificado por un lado, y aquí yo me tengo que basar y me tengo que centrar en controlar lo que sucede dentro. Lo que pasa es que tengo muchas ayudas. Hay gente con mucha experiencia, desde dirección, realización, cámaras... Hay parte del equipo que sabe mucho cómo funciona esto y es una maquinaria perfectamente engranada. O sea que no, responsabilidades no, pero no las tengo ahora, ni las tuve antes, ni las quiero mañana.
Su productora Fénix Media está ahora detrás de Socialité. ¿Cómo ha sido ese trasvase con La fábrica de la tele?
[Se lo piensa] No sé cómo contarte, porque yo no me encargo de esa parte. Ha sido un cambio de rumbo. Seguimos trabajando y respetando los mismos equipos. Se sigue haciendo, es un encargo bonito, porque permite producir y permite mantener la empresa, además de otras producciones. Yo el corazón no lo trabajo ni lo consumo, pero hay un equipo maravilloso que sigue haciendo las cosas muy bien. Tenemos a dos presentadores que defienden el formato como Dios. Era difícil defender un formato que venía de ser un formato de autora, por decirlo de alguna manera, y está bien defendido. También es verdad que, dentro del corazón, se está llevando con otra línea. Ni mejor ni peor. Otra línea. Pero no estoy muy versado en el mundo Socialité.
Durante todo este periodo de tiempo yo demandaba hacer cosas, es una necesidad personal de sentirte útil
¿Cómo se gestionan los vaivenes que da un sector de tantos altibajos como el de la televisión?
En mi caso, mi parón con otros trabajos sucedió hace muchísimos años. Estamos hablando del 2003 y luego me rescataron, entre comillas, con Caiga quien caiga y desde entonces no paré de trabajar en la tele. Una cosa es ser presentador y otra es ser famoso. En el primer caso, el de presentador, la voluntad la pones tú, y en lo de famoso, la voluntad te la ponen los demás, es la etiqueta que se te cuelga. Pero dicho lo cual, es complicado. Sí que es verdad que, de hace un tiempo acá, yo me he vuelto mucho más espiritual y sé llevar las cosas de otra manera. Por ejemplo, desde septiembre del año pasado, cuando terminó 25 palabras, hice las Campanadas y grabamos Celebrity School, que de momento está en nevera. Esto no es nada, en un año es muy poco.
Yo me quejaba, que no sé si tenía ningún derecho para quejarme, pero cuando estás en este mundo sabes que tarde o temprano te va a tocar un tiempo de barbecho. Lo han tenido todos, lo han tenido los más grandes y es verdad que, afortunadamente, yo no lo había tenido nunca, nunca había parado tanto tiempo, con mayor o menor suerte. Incluso cuando terminó Pasapalabra, automáticamente se inventaron un formato que funcionó muy regular, y luego más o menos me he ido colocando. Sí que es verdad que durante todo este periodo de tiempo yo demandaba hacer cosas, es una necesidad personal de sentirte útil. Además, yo soy hiperactivo y necesito estar haciendo cosas todo el rato.
¿Necesitabas volver a la actividad entonces?
Ahora echo la vista atrás y claro, desde mayo del año pasado hasta este mayo de 2024, he terminado mi próxima novela, que hacía cinco años que no escribía y después de la inspiración de un viaje a Jerusalén con mi mujer lo he podido hacer. Y he sido padre, y he tenido la gran suerte de poder disfrutar no solo del nacimiento de mi chaval, sino de los primeros meses, que son súper importantes. Entonces, ahora doy gracias, porque en la cadena me decían: “Espera, espera, que cuando tengamos algo, lo harás”. Pero esto es como cuando eres adolescente y te dice tu pareja que vamos a darnos un tiempo. Y piensas: “¿Un tiempo es una semana o 15 años? ¿Un tiempo para ti es lo mismo que para mí? Porque yo voy a estar esperando...”.
El proceso de incertidumbre es muy complicado. No solo en la tele, sino también en la literatura, dependes de lo que digan y de lo que consuman los demás. Y cuando la cadena dijo “ya lo tenemos” fue porque estaban esperando a lo más gordo para dármelo. Así que estoy agradecido, y me siento afortunado. He podido escribir, he criado a mi bebé y ahora lo compagino muy bien con mi mujer, y estoy trabajando en un formato que me enamora.
Si te pagan por no trabajar y dentro de un año tienes que renovar, ya no vales lo mismo. Ahí viene el drama
¿El hecho de tener un contrato de cadena no te da una tranquilidad y una confianza extra?
Sí, claro. Yo llevo con un contrato de exclusividad con Mediaset muchísimos años. Pero no se trata de tener un contrato de exclusividad y tener una nómina asegurada, tú quieres ser útil. O sea, si amas el trabajo... Yo, que soy muy futbolero, yo no quiero ser Beckham cuando estaba con Capello. Yo no quiero estar en la grada. En el banquillo sí, porque ahí en cualquier momento puedes salir. Pero yo no quiero estar en la grada, yo quiero jugar. Yo soy delantero centro, pero si me dices que salga de lateral derecho, salgo a jugar, pero igual pierdes 5-0. Yo prefiero jugar y perder 5-0. Porque igual mañana pierdo 4-1, y pasado igual empatamos a 2... Pero yo quiero jugar ya.
[Irónicamente] Ya, que te paguen sin trabajar debe ser traumático...
[Risas] Es gracioso, pero no lo es. El problema es que si te pagan por no trabajar y dentro de un año tienes que renovar, ya no vales lo mismo. Ahí viene el drama. Yo pienso a medio y a largo plazo.
Ese lapso de tiempo en el que había temor por sentirte en la grada ha coincidido con el cambio de dirección en la cúpula de Mediaset. ¿Te dio miedo de que dejasen de contar contigo definitivamente?
No, no, no especialmente, no. Además, yo tenía una relación muy buena con Paolo [Vasile]. Se podía hablar cara a cara con él. Es verdad que en 14 años le llamé tres veces y las tres veces hablamos y se solucionó todo. Que nunca hubo un problema sino de decirle: “Oye, mira, me preocupa esto” u “oye, me gustaría hacer esto”. Además, durante la pandemia, incluso hacíamos reuniones con la productora con videollamadas y la verdad que muy bien. Luego me dijeron quién era el nuevo consejero delegado, quién se iba a hacer cargo, y la primera vez que vi a Alessandro [Salem] fue en unos desayunos en Mediaset. Se acercó y me dijo que le encantaban mis estudios de Leonardo da Vinci. Pensé: “Hostia, es un tío al que le gusta la cultura, un tío que se preocupa por la gente que tiene alrededor, por la gente que va a defender su línea editorial o lo que él cree en la manera de hacer televisión”.
Tampoco soy un presentador muy versado en política, o un activista social en una determinada causa que sea problemática para la cadena
Y no, no me dio ningún miedo. No tenía que ver con el cambio [de directiva], porque, que yo sepa, no tengo nada que temer como presentador. Quiero decir, que tampoco soy un presentador muy versado en política, o un activista social en una determinada causa que sea problemática para la cadena. Yo participo con FEDER, con la Federación Española de Enfermedades Raras, con Paco Lobatón en la Fundación Europea por las personas desaparecidas, que no son objeto de conflicto con nada de lo que hago. Entonces no, no especialmente. De hecho, yo renové con Alessandro. Mi último contrato se firmó con con Alessandro ya en el mando. Entonces, en el momento en el que ya apuestan por una continuidad con determinadas personas yo estaba tranquilo. Lo que pasa es que luego tiene que venir el formato, que somos muchos y que se está buscando una programación competente.
Ha citado varias veces Caiga quien caiga, que va a regresar a Mediaset. ¿Te lo han propuesto?
Si te lo contara, tendría que matarte [risas]. Es verdad que hablo con la productora y tal, pero nunca he preguntado por el formato. Siempre he dicho que creo que ha sido un programa muy necesario durante los últimos años y ahora no sé si es un programa necesario y peligroso al mismo tiempo, porque la situación está a nivel político complicada y no sé si es más necesario que nunca, o no. No lo sé.
¿Te gustaría volver a formar parte de él si te lo ofrecen?
A mí me gustaría formar parte de Mediaset. Si me llaman para Caiga quien caiga, yo me quedo con ¡Boom!. Si me piden compaginar, pues tendré que valorarlo, pero me quedo con ¡Boom! porque lo amo y segundo porque amo mi vida personal también. Yo le quiero dedicar muchas horas y bien a mi trabajo, pero a mi vida personal también. A mi me gustaría, más allá de diversificar o duplicar trabajo, que renovaran ¡Boom! durante mucho tiempo.
Mediaset ha dado un paso adelante este año, creando a la primera presentadora hecha por IA. ¿Le da miedo real que el día de mañana haya presentadores virtuales?
No es un miedo real en tanto en cuanto me gustaría que si en el día de mañana hubiera presentadores virtuales, que pusiéramos directivos virtuales y espectadores virtuales. Entonces, no tendría ningún miedo, porque entonces todos nos daríamos cuenta del daño que puede hacer eso.
En esa faceta como productor, ¿busca o ve formatos internacionales, cosas nuevas que se están haciendo, para traerlas a España? ¿Cuál le ha gustado últimamente?
Yo me encargo casi más de la creación propia en Fénix Media, pero sí lo hago. A mí siempre me gustó un concurso que estaba bastante al alza hace unos años, All against one [el Todos contra uno que emitió TVE], que se hacía en el norte de Europa, que me parecía maravilloso. Es un tío que se enfrenta a todo su país, se puede jugar desde casa y la gente se va eliminando desde casa. Al final queda uno contra uno y el dinero se lo lleva el tío que está en el plató o el tío que está en casa.