Jesús Vázquez: “Cuando no siento que lo que hago es verdad, el producto casi siempre no funciona”

Pedro Zárate

11 de diciembre de 2022 19:46 h

Jesús Vázquez (Ferrol, 1965) estrena programa en Telecinco. Una frase que es costumbre desde hace al menos 20 años, los mismos que el presentador lleva ligado ininterrumpidamente a Mediaset. Una “larguísima historia de amor”, como él mismo describe sobre su relación con el grupo, que vivió una primera etapa a principios de los 90 y que ahora, tres décadas más tarde, sigue sin dar atisbos de ruptura. Prueba de ello es que el gallego renovó su contrato de larga duración a principios de junio, y también que va a presentar desde este lunes 12 de diciembre, a partir de las 22:50 horas, la última gran apuesta de Telecinco: la adaptación española de The Bachelorette.

El formato, todo un fenómeno de audiencias en Estados Unidos, aterriza en nuestro país con Sheila, una joven que intenta encontrar el amor de su vida, y 20 pretendientes dispuestos a enamorarla. “The Bachelorette, en el terreno de los datings, es el gran programa”, asegura su maestro de ceremonias a verTele y otros medios a propósito de este reality de dating, producido por Warner Bros. ITVP (First Dates) y con el que Jesús Vázquez busca resarcirse de sus últimas experiencias en Mediaset, con las que ha acumulado satisfacciones personales, pero apenas éxitos en audiencias.

“Yo lo digo siempre: llevo 32 años haciendo tele, y cuando no siento que lo que estoy haciendo es verdad, casi siempre pasa que el producto no funciona”, afirma desde su bagaje profesional, tan amplio como la ilusión que aún siente por hacer televisión. “Cómo no la voy a mantener, si mi trabajo es maravilloso. Es un trabajo, pero son experiencias increíbles de la vida”, dice en alusión a The Bachelorette, pero también a muchos otros programas que ha conducido en Telecinco. La mayoría de ellos, bajo el paraguas de Paolo Vasile, con el que ahora firma este último capítulo antes de que el italiano deje Mediaset tras más de dos décadas siendo su consejero delegado. “Con Paolo he hecho los mejores programas de mi vida, así de claro. Y esto es algo que nada ni nadie va a cambiar”, zanja al respecto.

Después de tantos años y tantos programas, todavía mantienes la ilusión por la televisión.

Sí, claro. Cómo no la voy a mantener, si mi trabajo es maravilloso. Es un trabajo, pero son experiencias increíbles de la vida. Y es un poco ir haciendo 'check' en mi currículum de cosas que tenía ganas de hacer alguna vez en la vida. Y The Bachelorette, en el terreno de los datings, es el gran programa. Lo tenía [fichado] y decía “bueno, no sé si lo haré ya, pero si volviera a hacer un dating me gustaría que fuera The Bachelor, porque es 'el programa'”. Que haya llegado es una satisfacción personal y profesional.

Sheila, la protagonista del programa, es una chica independiente, de éxito, guapa, etc. ¿Qué hace que, hoy en día, una persona así tenga dificultades para encontrar el amor?

No lo sé. Supongo que la vida que vivimos, tan loca, tan ajetreada, con tantas redes sociales, tanto móvil y tanto virtualismo hace que se hayan perdido algunas cosas. Yo, que tengo ya una edad, soy de la época anterior a las aplicaciones. Ahora la gente entra en Tinder o en Grindr, hacen match, quedan, tienen un polvo y se van a su casa sin apenas haber hablado. Al final, entre el estrés, la vida y que ligar se ha convertido en una cosa old fashion, a la gente le cuesta encontrar el amor.

Además, encontrar el amor es jodidamente difícil. No encuentras cada fin de semana al amor de tu vida. Y tampoco pasa nada por no encontrarlo, porque hay que vivir, hay que disfrutar, hay que relacionarse y hay que tener historias. Pero, bueno, encontrarlo es muy chulo.

Dices que ligar es algo old fashion, como pasado de moda. ¿Te ha llamado algo la atención de los pretendientes de Sheila a la hora de intentar enamorarla?

Ellos lo hacen muy bien, pero no sé si están tan entrenados como estábamos antes [ríe]. O quizá es que esta chica les gusta mucho y les impresiona. Porque Sheila tiene algo que de verdad impresiona cuando estás con ella en las distancias cortas. Cuando se plantaba con ellos, ellos se derrumbaban, se desesperaban y lloraban más que ella. Sheila es una persona que va con toda la emoción dentro, pero que te aguanta la mirada. A veces, incluso eres tú el que dice “no me mires así, que me estoy poniendo nervioso”.

Sí, tiene tranquilidad. Te clava la mirada y sonríe. A ellos les impresionaba mucho, y ella jugaba con esa baza de que notaba que les gustaba a todos, de que manejaba el cotarro. Es muy bonito ver esto unido al empoderamiento de ella y al hecho de que a ella también le gustaban. Porque ella nos decía si uno le gustaba mucho, si otro le ponía físicamente o si cuando se acercaba otro le daban calores. Ella nos lo contaba todo, aunque también llevaba su procesión emocional por dentro. Pero lo jugaba muy bien.

¿Cómo has llevado esa parte de consejero o 'hermano mayor' de Sheila y los pretendientes que te toca asumir en el programa?

Muy bien. Me ha gustado mucho porque Sheila es una niña estupenda. Yo no voy a contar su vida, pero ella cuenta en el programa que ha tenido experiencias bastante negativas a nivel afectivo que le marcaron mucho, y que incluso le cerraron un poco el corazón a encontrar el amor. Pero cuando intimas un poco con ella ves que detrás hay una niña de 26 años con muy buenos valores, con muy buenos principios y con muy buen corazón a la que, en el fondo, le encantaría volver a enamorarse. Y para mí esto es un bombón. Una chica así, cariñosa, simpática, inteligente, empoderada... Vamos, es el sueño de cualquier gay como mejor amiga [ríe].

Esto es broma, con los estereotipos, pero sí que tuvimos química. Porque es verdad que las chicas y los gays tenemos una química especial. Se rompe un poco ese rol que las mujeres heterosexuales tienen con el hombre heterosexual. Sin quererlo, por mucho que avancemos, siempre hay un rol. “Yo soy la chica, tú eres el chico”, puede haber tensión sexual a la mínima, hay que jugarlo, “yo llego hasta aquí, tú hasta ahí”... Bueno, un juego como el que hay entre hombres que tienen sexo con hombres del mismo sexo, que también tienen tensión sexual. Entonces, como con los gays no hay este tipo de tensión y las cartas están boca arriba desde el primer momento, hablamos tranquilamente. Y gracias a esto es muy fácil tener química. Ella me lo contaba todo [ríe]. Los conozco a ellos mejor que sus madres cuando los trajeron al mundo, me sé todo.

Dices que el programa ha sido una experiencia vital. ¿En la televisión hay más verdad de la que parece?

Si en la televisión no hay verdad, la cosa no funciona. Yo lo digo siempre: llevo 32 años haciendo tele, y cuando no siento que lo que estoy haciendo es verdad, casi siempre pasa que el producto no funciona. Y aunque la gente se crea que no, que todo esto está inventado, cuando juegas con sentimientos y emociones y uno pone la carne en el asador, sale la verdad. No hace falta que sea el amor para toda la vida, hay otro tipo de emociones compartidas que son verdad en la televisión. Nosotros podemos intentar hacer un guion, pero cuando la gente pone el corazón, los sentimientos, las ganas y la pasión encima de la mesa, no hay guion que lo resista.

De hecho, nosotros hacíamos nuestras quinielas, nuestros guiones y nuestras escaletas, porque teníamos nuestra legión de redactores que iban con Sheila y los pretendientes todo el rato y nos decían “sí sí, en la cita ha habido feeling y la rosa seguro que se la da a este”. Es más, preparábamos las cámaras seguros de lo que iba a pasar, pero luego llegaba ella [y decía otra cosa]. Porque ella era 100% libre de elegir en cada gala. Al final siempre decía “¿qué hago?” y nosotros respondíamos “lo que te diga tu corazón, nosotros vamos detrás”. Momentos que no esperábamos hay muchos, y momentos que de repente rompen el programa porque no solo no le daba la rosa a quien nosotros pensábamos, sino que se cabreaba con otro y decía “pum, me voy de la ceremonia”. Y parábamos la ceremonia. Esto es muy de verdad y pasa todo el rato en este programa.

¿Qué equilibrio tienes que mantener tú entre implicarte y quedarte al margen porque eres el presentador?

Ahí he estado jugando yo. En la presentación se dijo que me vais a ver de otra forma, y no es que me vayáis a ver de otra forma. Soy el yo de siempre haciendo el payaso igual que siempre y siendo igual de empático que siempre, porque siempre me pongo en la piel del otro y pienso cómo lo estará pasando e intento ayudarle. Pero en este programa me sujetaban todo el rato las riendas. Me decían que no me mezclara tanto, que yo era el maestro de ceremonias y el coach de todos por igual, así que no podía tomar partido ni sentir más pena por uno que por otro.

Había un punto en el que, a partir del cual, yo no me podía meter. Ellos y sus emociones las tenían que resolver entre ellos. Y me ha costado, porque yo enseguida le decía a Yolanda [Martín Campayo, directora del programa] “entro, entro”. Y ella me decía que no, que lo resolvieran ellos como fuera. Y si se iban, nosotros íbamos detrás con las cámaras. Si se iban, se iban. Si rompían la baraja, se rompía. Y si uno de ellos quería abandonar, que lo abandonara, pero yo no me podía meter a arreglarlo. Me he trabajado, estoy muy maduro y muy imparcial.

Has comentado que durante viaje y viaje hablabas con los pretendientes. ¿Te ha llamado la atención la historia de alguno?

Precisamente eso, que detrás de cada pretendiente hay una historia. A veces la televisión es tan rápida que en otra clase de formatos no da tiempo [a conocer a los participantes]. Yo he hecho programas de todo tipo, pero en los talents no te da tiempo a ver quién está detrás de una voz maravillosa. Haces un pequeño vídeo, pero más allá de eso no sabes nada más. Aquí no. Aquí descubres personas, y todas las personas tenemos una historia detrás. Una historia de desengaños, de lo que nos ha costado salir adelante, de familias desestructuradas, de problemas con tus padres... De repente empiezas a establecer vínculos. No solo con Sheila, sino también con ellos.

No íbamos a hacer sangre con nadie ni a reírnos de nadie

¿También sufrías cuando alguno era descartado?

¡Claro! Porque los conocía y me decían “Jesús, que Sheila me gusta de verdad”, y yo “sí, si ya lo sé”. Y de esto va también esta historia, de que para ellos también ha sido difícil porque uno siempre se protege ante el amor. Cuando uno nota que el corazón le empieza a latir piensa que va a hacer el ridículo, que le va a decir que no y que se va a ir a su pueblo. Todo esto lo tenían en la cabeza y nosotros les decíamos “chicos, os vamos a proteger y os vamos a cuidar”. Ellos se iban de uno en uno, porque al final ella podía elegir a alguien o no elegir a nadie, pero a todos los demás los iba descartando. Estábamos preparados para eso y no íbamos a hacer sangre con nadie ni a reírnos de nadie. Todos iban a estar maravillosamente bien tratados, así fue y así se va a ver en el programa. Lo que pasa es que ella tenía que elegir, y claro que te daba pena.

Cuando estábamos en un aeropuerto tras aterrizar en Atenas a las 2 de la mañana y hasta las 6 no salía el puto vuelo para Turquía, porque estaba cerrado el aeropuerto y la conexión eran 4 horas, pues te sentabas en el Starbucks a tomar café y hablabas. Y ellos me contaban para lo que se estaban preparando, que uno iba a estudiar no sé qué, pero lo dejó porque se murió su padre y se tuvo que poner a trabajar... Y, claro, de repente dices “tío, ojalá Sheila te coja a ti” (ríe). Pero luego venía otro, te soltaba su historia y decía “tú también mereces que te coja”. Por eso The Bachelorette va más allá que un programa de plató, es una experiencia vital que estoy feliz de haber hecho. Es como cuando hicimos First Dates: Crucero, también con Warner, que fue una súper experiencia. Pero aquí he tenido mucho más contacto con los participantes.

No sabemos cuál fue la decisión final de Sheila, pero fuese la que fuese, ¿estabas de acuerdo con ella?

Me gusta muchísimo cómo acaba el programa. Estoy 100% de acuerdo con su decisión, sí. Y como ha dicho ella, es más feliz después de terminar el programa que antes de empezarlo, y esto es lo más importante. Los últimos días, que fueron el viaje largo que os acabo de contar, nos fuimos con los que más le gustaban a Sheila. Fue el momento más difícil, porque imagínate que de 20 pretendientes te quedas con 4 ó 5 que te gustan mucho, que los has conocido de una forma más íntima y que has compartido muchas horas con ellos porque las citas cada vez han sido más largas, pasaban más cosas en esas citas, quitábamos las cámaras cada vez más tiempo para que ellos hablaran de sus cosas... Y las quitamos de verdad. Hay cosas que nos perdemos, porque no es que les diéramos una hora sin cámaras, pero más o menos. Y para ella ese viaje con esos cuatro chicos que le gustaban fue muy difícil. Porque eran cuatro chicos y solo había tres rosas, así que tenía que decirle a uno que se fuera para Madrid. 

¿Desde tu experiencia personal, cuál es la receta para un amor para toda la vida?

No hay recetas. Cada uno construye su historia de amor como puede y como le va saliendo en la vida. Hay recetas que funcionan para unos y para otros no. Creo que hay que tener mucha tolerancia, mucha empatía con tu pareja y ponerte mucho en su piel, porque a veces tu pareja hace cosas que no te gustan, pero cuántas veces haces cosas que a tu pareja le revientan y no lo dice, te cubre y lo pasa por alto. Hay que pensar todo el rato en esto porque es un toma y daca. Y luego creo que hay que regar todos los días un poquito. Todos los días hay que hacer una pequeña cosa que rompa la rutina del día a día. Un WhatsApp, un emoticono, una flor, una rosa, pero algo. Hay que echar un poco de agua porque si no pasa como con las plantas. Esto es para toda la vida [ríe].

Lo que también es para toda la vida es tu idilio con Mediaset. ¿Cómo valoras la marcha de Paolo Vasile después de tantos años?

Es un tema del que prefiero no hablar mucho. Me remito a que Mediaset y yo vivimos una larguísima historia de amor. Con Paolo he hecho los mejores programas de mi vida, así de claro. Y esto es algo que nada ni nadie va a cambiar, pase lo que pase a partir de ahora. Es algo que le debo y por lo que estaré siempre en deuda con Paolo Vasile, porque él trajo a este país La Voz, Supervivientes, Gran Hermano y todos los programas en los que yo he crecido como persona y como profesional. Todos me los ha traído él, incluido The Bachelorette. ¿Ahora viene un cambio de ciclo? Pues vendrá lo que venga, y bienvenido sea, pero que conste todo esto.