Tras 19 temporadas ininterrumpidas de éxito en la autonómica vasca ETB, el reality de aventuras más extremo de la televisión, El Conquistador, fichó también por TVE para llevar su exitosa fórmula al ámbito nacional, sin suponer eso su adiós a la original que celebrará sus dos décadas y ya promociona su estreno en La 1 iniciando el goteo de concursantes.
Sin embargo, para su presentador Julian Iantzi este salto ha acabado siendo agridulce. Como él mismo anunció en la final de la 19ª edición en ETB, no seguirá en el programa que había presentado desde su estreno: “Muy muy a mi pesar es mi última final y va a ser mi última edición como presentador de El Conquistador. La vida va por ciclos y mi ciclo ha durado 19 años”, dijo en directo, aclarando luego en una entrevista que no había sido por decisión propia: “La propia ETB ha dicho que habrá cambios en la temporada 20, y entre los cambios estará el del presentador. Alguien más lo presentará. Me quedaré fuera. Tienen su razón. Yo la escuché, y eso es todo. Nosotros somos profesionales, a veces nos contratan y deciden si renovamos o no. Después de 19 años, ETB ha decidido que es el momento de cambiar”.
Iantzi, que ya había mostrado su motivación en la primera presentación que realizó TVE, estaba pletórico cuando la cadena pública permitió a un grupo de periodistas, entre los que se encontraba verTele, viajar a la grabación del formato en República Dominicana. Allí, a parte de poder mostrar nuestro viaje a las entrañas de la aventura televisiva más extrema, pudimos charlar con el presentador que supondrá la línea continuista para RTVE, y que estará acompañado por Raquel Sánchez Silva.
Julian Iantzi nos habló de qué supone este formato en el País Vasco, qué hemos de esperar de su adaptación para toda España, lo que se aprende de la aventura más extrema de la televisión, y también recuerda otras de sus experiencias, como el verano que presentó Vaya par con María Patiño y Jesús Mariñas.
¿Esta versión para TVE va a tener diferencias con las 19 de ETB?
Yo que he estado en las 19 vascas, esta es igual de dura e intensa. Está siendo igual. Imagino que habrá más presupuesto, y tendrá menos capítulos. Nosotros hacemos 24 más la final, y aquí son menos capítulos. Eso es un poco lo que cambia, pero lo que es la intensidad de las pruebas, los campamentos... está siendo igual.
¿Personalmente, tú como afrontas el reto de dar el salto a la televisión nacional con este formato en el que llevas tantos años?
¡Mírame la cara! [dice mientras sonríe]. Siempre digo que trabajo en el mundo de la comunicación, y es una cámara, yo estoy en un lado y en el otro lado está el público. Entonces, mientras yo entretenga al público y tenga la capacidad de contar historias y que me las crean, pues guay. El que sea TVE, ETB, o Canal Cuatro Navarra... en lo que es mi trabajo, yo siempre intento hacerlo bien. Evidentemente cuanto más grande es la televisión, mayor la repercusión, y mejores son las condiciones. Vale, bien, perfecto, Pero yo trabajo siempre igual.
El caso es que tú siempre has tenido El Conquistador, pero has compaginado con saltos a la tele nacional.
Siempre he dicho que mientras en ETB haya trabajo, pues yo, mi familia, mi casa... todo está ahí, donde he hecho muchas cosas. Pero profesionalmente el ir a otros también es enriquecedor. Cuando yo arranqué en Madrid lo primero que hice fue creo que fue Brainiac para Cuatro, que hacía el trabajo de especialista y contábamos la parte de ciencia que hay en todos los retos y tal; pues fue una temporada en la que yo no tenía trabajo y dije: pues me voy a plantar en Madrid, y toqué puertas. Además fue curioso porque primero me llamaron, yo me había comprometido con ETB para hacer El Conquistador, y no tenía nada firmado, pero me había comprometido. Entonces me llamaron de la productora para ofrecerme un programa, y les dije: pues Dios, qué pena, pero ya me he comprometido y he dado mi palabra. Me preguntaron si había firmado, y les dije: ¿A ti te gustaría que fuera a la inversa, que yo te diga que sí y a un mes te diga que no? Pues no puedo fallar. Y me dijo: “¡Hostia, qué buena respuesta! Te voy a tener en cuenta en mis plegarias. ¿Cuándo vuelves de Patagonia?”, le dije que en diciembre, y en enero me llamó para ofrecerme directamente Brainiac.
Hice un piloto, incluso con Ana Rosa, y todo muy bien. Al final entró Joaquín Prat
Hiciste un programa también muy arriesgado con María Patiño.
Sí, muy bien, si son un encanto luego ellos. Mariñas el pobre, ya no está. Y yo conocí a la María, no la de la vena, que yo también la veía y decía: hostias, cómo será esta mujer. Lo recuerdo como una experiencia agradable, porque al final a mí me va la marcha, y somos comunicadores. A mí me gusta probarme, hacer siempre lo mismo es un coñazo, es un aburrimiento. Entonces yo intento hacer diferentes cosas. Hago magacines, hago aventura, directos, no directos, plató, reportajes en la calle... y el corazón era algo que yo nunca me había planteado, pero fue un cúmulo.
Ocurrió cuando Óscar Martínez se fue de lo de Ana Rosa, y estaban buscando sustituto. Yo hice el casting, las pruebas, y les gusté. Hice un piloto, incluso con Ana Rosa, y todo muy bien. Al final entró Joaquín Prat, pero se quedaron con la copla y al mismo tiempo la productora estaba haciendo para Antena 3 el piloto de Vaya par, y estos dos [Patiño y Mariñas] andaban que se pisaban, que no se arreglaban, y dijeron: hay que poner ahí uno en medio, a ser posible que no sepa de corazón, porque si no es un mini-DEC, y que intente poner un poquito de orden. Y por eso me llamaron, porque yo no tenía ni idea de corazón. Si a mí me decían el hijo de Thyssen, que si Manolo Santana... yo pensaba que hablaban del tenista, y resulta que era otro. Ese era mi nivel de conocimiento. Pero esa era mi labor, llevar un poco el tempo del programa, poner un poco de orden, sacar la cara también por el famoso diciéndoles que son unos pelmas, estáis todo el día encima, dejadle respirar un poco... Ese era un poco el papel, ahí estuve un verano, y aprendí cosas.
¿Qué aprendiste?
Pues que en ese mundo también hay el que no quiere estar, y el que sí quiere estar. Y que muchos igual dicen que no quieren estar, pero sí quieren estar. Y todo el tejemaneje que hay detrás. Al final es un espectáculo, es un entretenimiento y ya está, aunque hay gente de todo tipo. Y luego a nivel de compañeros muy bien. Mariñas era así dentro y fuera, y María a mí me ayudó mucho. Muy buena compañera, la verdad.
¿Se agradece que una televisión nacional se fije en un formato autonómico que estaba triunfando tantísimo, es una manera de reconocer el trabajo?
Sí, de hecho, todo el mundo lo comentaba. Un programa que a nivel vasco es más que un fenómeno televisivo, es un fenómeno social. No os podéis llegar a creer lo que es El Conquis en el País Vasco. Allí es la excusa para juntar a la familia, a los amigos... Gente mayor, que igual está un poco jodida, va llegando el lunes y como que se van encendiendo hasta llegar arriba por verlo, y acaba el programa y de repente vuelven a bajar y otra vez la tortura de la semana. Como que El Conquis les da la vida. Muchas veces la gente dice: hostia, pero me estás exagerando. Y no, no, que nos lo dicen ellos.
¿Por qué engancha tanto?
La verdad. Es que es verdad. Estos campamentos son de verdad, todo es verdad.
¿Y crees que esa verdad se va a exportar a toda España, que será un éxito como en Euskadi? ¿O es imposible esa media del 20%?
Eh, eso no es 'espíritu Conquis' eh. El 'espíritu Conquis' es que se puede todo. Por poder... Pasapalabra anda en torno al 22%, nosotros hemos tenido hasta treintas.
A nivel vasco es más que un fenómeno televisivo, es un fenómeno social
¿Pero no puede ser que el espíritu vasco sea más aventurero?
Con todo lo malo que ha traído la pandemia, a nosotros como programa nos ha venido muy bien, porque la gente estaba en casa aburrida, empezaba a trastear y de repente: El Conquistador, ¿qué es esto? Y se ha enganchado mogollón de gente. Entonces, más allá del País Vasco, a nivel de toda España, nos siguen. Somos trending topic todos los lunes y los miércoles en redes, y en realidad somos muy pequeños. Nosotros somos un caballito pequeño con los purasangres estos, y les ganamos. Es que hay algo que también atrae. Lo de la montaña, el País Vasco... sí, somos muy de trekking, de montaña, de aventura, pero por España también hay gente. En Catalunya hay mucha gente, en Galicia, en Andalucía, en todos los lados hay gente que le gusta la aventura. Pero este programa no solo es aventura, también es la parte de reality y convivencia en unas circunstancias fuera de tu zona de confort, las estrategias... Esto es una parte de Ironman, una parte de reality o salseo, llámalo como quieras; una parte de estrategias, de ver gente muy diferente fuera de su zona de confort y cómo conviven... Gente urbanita que de repente le sueltas aquí, ¿qué hacen? ¿Saben hacer fuego, hacer una cabaña, cazar, pescar? Son como muchas cositas, que a unos le gusta más esta parte u otra, pero al final todos ven de todo.
¿Tú que tienes bastantes ediciones a tus espaldas, cuál es la característica que más se repite en los ganadores de El Conquistador?
Partimos de la base de que la gente que viene a El Conquistador es gente normal, de la calle. Urbanitas, no urbanitas; la mitad son hombres, la mitad son mujeres; deportistas, no deportistas; el alto, el pequeño; el más corpulento, el menos corpulento... Hay un poco de todo, y para nosotros todo el mundo es igual. Normalmente ha habido ganadoras femeninas y masculinos, y en una edición ganaron un chico y una chica. Es gente sobre todo fuerte mentalmente, y luego el físico también tiene que ayudar. La última prueba es larga y bastante dura, y tienes que tener algún tipo de conocimiento de cuerdas, de navegar, de nadar... Pero hay mucha gente que llega a la final y no son los típicos mazas de CrossFit. La gente se piensa que para venir aquí tiene que ser un mazado fuerte. Y no, eso te puede ayudar a ganar pruebas, pero si tú sin ser un mazado eres alguien inteligente, estratega, que sabes mover bien las piezas, te plantas en la final y no te has desgastado. La final luego hay que ganarla, claro. Y es un hándicap el no dominar algunas de las modalidades que suele haber.
Insistes en que todo el mundo que viene sabe a lo que viene, que no abandona nadie.
Bueno, eso de que no abandona nadie... [ríe]. Hay gente que abandona porque puede haber lesión, o que llegan al límite de sus fuerzas y no aguantan. Hay un poco de todo, en ETB también. La gente bromea con “vosotros los vascos...”, pero déjate, que no tenemos un ADN diferente, somos iguales. Sea andaluz, gallego, siempre hay gente dura y gente menos dura; hay de todo en todos los lados. Hay gente que aguanta y gente que no, hay gente que llega al fondo, le animas y se viene arriba, porque esto es un constante dientes de sierra. Lo bueno de este programa es que los llevamos al límite y les enseñamos que cuando estás jodido tienes que sacar el animal que llevas dentro, el conquistador que llevas dentro. Porque cuando el cuerpo no puede, si la mente tira, la mente tira del cuerpo. Pero al revés no. Cuando ya la mente se va, el cuerpo aunque esté bien no va a tirar de la cabeza. Aquí es una de las enseñanzas que ellos llevan, que cuando creen que ya no pueden, que están jodidos y tal, de repente una victoria, campamento rico, una comida y dices: ¡hostia, ya le he dado vuelta! O mucha gente que abandona, a la media hora les das un caldito, un bollito, y: “¡Hostia! ¿Qué hago yo aquí?”, y dice: “Yo hubiera podido aguantar un poco más. Aquí aprenden también eso, que sus niveles de tolerancia al esfuerzo, al sacrificio, son mayores de lo que ellos creen.
¿Cómo es el día a día de un presentador aquí?
Pues bueno, levantarte a las 5:00 de la mañana, acabar las 23:00 de la noche, calor, humedad, bichos, y muchas horas de grabación. Muchas horas de espera también, porque entre acto y acto todo el equipo, que estamos más de 200, en cada evento hay un pre, hay un evento y lo que es el post evento más los copetes. Estás de 5:00 a 23:00 en standby, pendiente de que te llamen. E incluso a la noche, de repente hay un cisco en no sé qué campamento, pues venga, cógete tu cámara, coge tal, y tienes que hacer una intervención, y vas. Son 24 horas para el programa, y las condiciones son duras. Eso lo puede contar más Raquel [Sánchez Silva], que ha estado en Supervivientes, y está flipando con con el nivel de exigencia.
¿Qué tal el trabajo con Raquel, que debuta en El Conquistador?
Acojonante. Es que es buenísima, es una máquina. Para el capítulo tres ya lo había pillado todo. Porque aquí hay una jerga, una manera de trabajar, de apretar... es un poco diferente a otros realities, no tiene nada que ver ni con Pekín Express ni con Supervivientes. Aquí todo es verdad, y la reacción del concursante también lo es, para bien y para mal. Aquí se nos encaran, se nos encabronan, se alegran, nos dan besos, nos quieren abrazar... Depende de si ganan, de si pierden, de si les ha gustado el premio o no, depende de si vienen del campamento rico o vienen del infernal... Todo esto es muy verdad, entonces igual te choca un poco que sea tan bestia, tan brutal, tan heavy o tan intenso, y que la gente pueda aguantar todo eso. Y la gente aguanta eh.
Raquel es acojonante. Es que es buenísima, es una máquina
En El Conquistador hay tres equipos con caracteres muy marcados: los hombres bien preparados físicamente, las mujeres bien preparadas físicamente, y el equipo azul, que hay un poco de batiburrillo. ¿Con cuál te sientes más identificado?
Es que son tan diferentes... Yo no sé si en España alguna vez ha habido este reparto de capitanes. Nosotros ya estamos acostumbrados a verlo, pero un equipo 100% femenino, un equipo 100% masculino y un equipo mixto, esto fue una evolución. Porque en El Conquistador siempre era la duda de ¿qué es ser fuerte? o ¿quién es más fuerte?, o el hombre, o la mujer, quiénes son más fuertes. La fortaleza no solo está en la fuerza, también en la mentalidad. Entonces partiendo de ahí, se empezó con el reparto de estos equipos y la verdad que funcionó. Ha habido mujeres que han ganado El Conquistador, ha habido hombres, ha habido equipos de mujeres que han funcionado muy bien, otros no tanto, pero lo mismo que los azules, que ha habido equipos muy potentes que luego no han funcionado. Aquí nunca sabes qué va a pasar.
El Conquistador es de mujeres, de hombres, y del Corocote. El Corocote siempre es un equipo muy especial. Son diferentes, ni peores ni mejores, ni más ni menos. Son equipos muy divertidos pero que luego funcionan muy bien. Yo creo que son equipos que vienen con menos presión, porque si eres un macho ya eres fuerte y tienes que ganar todo, y como no ganes mal; y las mujeres que vienen también están muy preparadas. Y el Corocote hay gente también preparada y otros que igual no lo están tanto deportivamente, pero sí tienen otras condiciones, y entre ellos son un equipo muy divertido.
¿Qué equipo tiene el mayor porcentaje de ganadores?
Entre hombres y mujeres, ha habido más hombres y menos mujeres. Mujeres creo que cinco o seis, y el resto han sido hombres. Y de equipos, es que en 19 años no siempre ha habido estos equipos, no ha habido siempre chicas, chicos, y mixtos... No sabría decir.
¿El equipo de los Corocotes ayuda a que el público se sienta muy identificado con ellos?
Sí, y además ellos son muy divertidos. Son diferentes. Pero luego los chicos son muy noblotes, y también la gente empatiza con ellos. Y las chicas también son unas máquinas. Al final es un poco de todo. Yo creo que el casting es tan bueno por eso, porque al final todo Dios simpatiza con todo Dios. Pero teniendo en cuenta que sí, el equipo Corocote es un poco diferente, y no dicho de mala manera.
Habéis rodado en muchos países, ¿qué aporta el actual, República Dominicana?
Aquí llegó Colón y dijo: el ojo humano no ha visto una cosa tan bonita como esta. Eso está datado, escrito. Lo que no sabemos es lo que dijo cuando se metió dentro [ríe]. Hay que aguantar aquí dentro, pero es espectacular. Yo soy más de frío, por ejemplo, lo soporto más que el calor. Y aquí el calor, la humedad, es un poco heavy. Y si te metes en la selva ya ni te cuento, porque es una sensación también un poco claustrofóbica, y si estás horas y horas ahí metido, como que te va minando un poco. Si te metes dentro la fauna, la flora, estamos viendo lugares espectaculares... A mí cuando me dicen: “¿Tú no te aburres de hacer El Conquis?”, yo digo: ¿Aburrir? ¿Tu oficina cómo es? Porque la mía es esta, y además siempre intentan cambiar. El título es el mismo, y aunque aquí llevemos 4 años, o haya estado 11 en Argentina o en Colombia, en Panamá o lo que sea, siempre intentan dar una vuelta, un cambio; porque los propios directores no se quieren aburrir, a ellos también les va la marcha.
¿Serías concursante?
Yo fui concursante en El Conquistador del Aconcagua. Bueno concursante, fui presentador y expedicionario, convivía con ellos, subí con ellos, hice cumbre, fui uno de los tres que hizo cumbre de veinte que fuimos. Yo estaba con ellos, en sus tiendas de campaña. Y luego ya cuando había que hacer las pruebas, pues yo cambiaba mi rol, estábamos de cachondeo y al minuto les estaba dando caña. Era el colega, y de repente era el cabrón [ríe].
¿Cuál es la prueba más dura para ti?
Buf, es que hay pruebas... hay unas que son las que la gente está esperando: la de caníbales, la del laberinto, la de hacer ellos mismos la propia tirolina, la de troncoalas... son digamos las míticas pruebas que todo el mundo quiere ver, para ver cómo reaccionan. A mí en concreto hay una que nunca nadie en la historia de El Conquistador ha conseguido superar, y hemos dicho: ¡a ver si en España lo hacen, me cago en la leche! Ya veréis, ya veréis [ríe]. Se llama 'Palos borrachos'.
¿Qué es lo que puede motivar a alguien a venir a estar así de puteado?
[Ríe] Es que es curioso, porque ahí la gente cuando dice: Joder, qué malos sois, qué cabrones, cómo les puteáis y tal.. Yo digo: No, no, no te equivoques. La lectura es otra diferente: El Conquistador es un regalo a la gente que quiere descubrir sus límites físicos y mentales, que quiere salir de su zona de confort y se quiere probar realmente, que se quiere conocer en lo bueno y en lo malo. Nosotros somos la parte un poco psicológica de desenmascarar, de apretar, también de ayudar cuando hay que ayudar... O sea, somos presentadores, pero igual somos algo más que presentadores, porque somos un poco parte también de lo que es la aventura. Entonces los que vienen, vienen a eso. ¿Que todo el mundo sabe a lo que viene? Creen que saben a lo que vienen, porque muchas veces el segundo día te dicen: joder, esto cambiará, ¿no? Y tú dices: sí, pero a peor eh, pero lo vas a disfrutar. La gente que ha estado aquí luego ha querido repetir. Y la gente que ha estado aquí pasándolas canutas, cuando salen eliminados, algunos lloran y otros dan mucha pena. Sí, alguno igual saldrá y dirá: joder, ya he conocido mis límites, y me voy para casa; hay de todo. Pero por lo general no. Esa es la parte que nosotros vemos, y cuando decimos que esto no es un reality, es porque muchas veces se utiliza el término reality en plan despectivo. Es telerrealidad, efectivamente, pero esto es una aventura real contada por cámaras.
Todo lo que viven es real, y sacan enseñanzas de vida. Aprenden a valorar lo realmente importante, aprenden muchas cosas, valoran lo que tienen allá, que estamos nadando en la abundancia y nunca nos damos cuenta. Valoran vivir sin móvil, que ni nos acordamos qué era... Son un montón de cosas que pueden llamar la atención, pero cuando estás aquí te das cuenta.
Esto es una aventura real contada por cámaras
A mí hay una persona que me emocionó, y yo no me emociono fácil. En la edición que ganó Iceta, yo le dije: ¿Qué te llevas de esta aventura? Y me dice: “Hostia, el valorar lo que tengo cercano a mí, mi familia y tal”. Y me dice: “Mira, yo tengo mi padre que es muy rudo, es casero, de caserío, y yo tampoco te creas que soy muy así, y joder, el decirnos 'te quiero' y tal... como muy vascos, ¿no?”, y me cuenta: “Pues mira, lo primero que voy a hacer es que voy a llegar a Bilbao, voy a coger el coche, me voy a ir al caserío, voy a ir a donde mi padre, lo voy a mirar, lo voy a abrazar y le voy a decir maite zaitut”, que es Te quiero. Y tú te quedas diciendo: ¡Hostias! Que parece una chorrada, pero tú analizas, y no lo es. Y de todo eso se dio cuenta aquí, en veintipico días que dura la aventura.
¿Y hasta donde te has probado tú aquí?
Yo aprovecho El Conquis para hacer una cura de móvil. Yo estoy aquí desconectado. De hecho, cuando me quieren dar tarjeta de móvil, digo que no quiero. Quiero estar un mes desconectado del mundo. Con mi familia, que es lo que importa, ya me conecto por WhatsApp o lo que sea, desde el hotel, y yo aquí estoy totalmente out. Esto para mí es como una especie de limpieza mental, en la que solo estoy aquí y ya está. Echo de menos el deporte y tal, porque aquí no puedo practicar, pero el conocer gente, psicológicamente y sociológicamente lo que aprendemos aquí, porque las reacciones de la gente ante determinados temas que se repiten... Al final también es una enseñanza para nosotros. Por eso no nos aburrimos nunca.
¿Haces las pruebas, o has pedido ir al campamento infernal para vivirlo?
No. Hemos tenido que ir, pero para hacer intervenciones, para hacer entradillas, copetes que hicimos nosotros y tal. Hemos andado un poco por todo. Pero lo de hacer las pruebas a mí me pone muy cachondo [ríe]. Yo soy deportista, yo he competido toda la vida. ¿Qué pasa? Me gustaría hacerlas, pero me acuerdo, para que veáis un poco, que estaba yo en Bilbao y quería hacer parapente. Había hecho puenting, paracaidismo y tal, pero nunca había hecho parapente, y tenía ganas. Estábamos en Getxo, en una piscina donde se hacen los saltos, y Carlos Apolinario, productor de Globomedia de muchas series, y yo hablé con un monitor y le dije: oye, ¿tú después de la prueba me darías una vuelta? Y él encantado. Acabó la prueba, yo ya me estaba montando, y se me acerca Carlos y me dice: “¿Tú que vas a hacer?”, pues yo voy a dar una vuelta aquí en parapente aquí con el socio, y dice: “No, no, no, que igual te pasa algo”. Le agradecí que se preocupara por mi integridad física, y me dijo: “No, no, a mí tu integridad física me la pela. Lo que no quiero es quedarme sin presentador”. En Patagonia, una vez que hice una prueba, de repente me caí y me marqué toda la cara. Entonces, me gustaría hacer cosas, pero no se puede. Y lo entiendo eh.
¿Y al acabar la grabación?
Ahí sí. Por ejemplo el año pasado con mi compañera Lur, había que hacer un salto desde 19 metros en trampolín. Le tocó hacer a ella, pero si me toca a mí, sí. Impresiona, pero ahí está lo bueno. El valiente es el que supera el miedo. El que hace las cosas sin miedo no es valiente, es temerario, o simplemente no tiene miedo.
¿Eres valiente, o inconsciente?
Tengo de las dos. Yo te diría que valiente, y mi mujer te diría que inconsciente [ríe]. Pero sí, me gusta. ¿Al final la vida qué es? Es un cúmulo de situaciones, de vivencias que tienes. Y los que andamos un poco metidos en el mundo de la de la aventura y tal, pues al final haces cosas. Yo acabo de bajar del Kilimanjaro con Juanito Oiarzabal, he hecho tres veces el Aconcagua, cuando hice el programa Brainiac di saltos de mil metros, subí a la a la estratosfera en en un minuto a dos mil y pico a la hora, me quemé a lo bonzo... Por suerte, y gracias a la televisión, he hecho mil barrabasadas, y me encanta.