Entrevista

Paco Cabezas y Nerea Barros entran en 'La red púrpura': “Hay que tener cierta elegancia y no caer en la pornografía”

Paco Cabezas y Nerea Barros

Lorenzo Ayuso

“Pocas veces he hablado de algo de lo que esté orgulloso”, afirma Paco Cabezas, exultante ahora que se estrena La red púrpura en Atresplayer. La segunda entrega de la saga literaria del colectivo Carmen Mola es en palabras del cineasta “la que me hizo hacer esta serie”, que comenzó hace un año su andadura con La novia gitana. Ahora, el sevillano no esconde su satisfacción por el producto final, sin miedo incluso a la hipérbole: “Si la primera era El Padrino, esta es El Padrino II”, llega a decir en un encuentro con prensa, verTele incluido, en el marco del Festival de Cine de San Sebastián.

A su lado, Nerea Barros también comparte el entusiasmo por el trabajo conjunto. La actriz afirmaba en la rueda de prensa del proyecto su convencimiento de que Elena Blanco era el personaje de su carrera. A juzgar por cómo habla de la experiencia, lo es no solo por los niveles de capas que le permite descubrir el rol, sino por el propio trabajo creativo que se ha desarrollado con Cabezas. “Nunca jamás con Paco he tenido que llegar a una secuencia y tener una marca. Primero se trabaja el espacio y la secuencia, vemos qué queremos hacer ahí, lo sentimos y, cuando lo tenemos claro, entra el director de foto y se empieza a hablar de luz”, afirma la ganadora de un Goya a mejor actriz revelación por La isla mínima. “Esa forma de trabajar hace que eso surja así”.

Y así surge La red púrpura, una adaptación que no tiene miedo a distanciarse progresivamente de la matriz literaria y que, como también remarcaron ambos en la puesta de largo del producto, tampoco tiene temor alguno por “enfangarse”. En este caso, la búsqueda de la inspectora de su hijo desaparecido, integrado en esa peligrosa red que comercializa con la muerte a través de retransmisiones de crímenes, le permite al director hablar sobre algo que le preocupa sobre manera.

“No podemos controlar lo que nuestros hijos ven: en el primer capítulo vemos a un adolescente viendo un viendo en el que torturan y asesinan a una persona. Al fin y al cabo nuestros hijos están viendo vídeos pornográficos sin ningún tipo de control; hay violaciones grupales... ¿Por qué está pasando? Tal vez no estamos controlando lo que está pasando en la sociedad”, reflexiona el realizador.

Precisamente esa escena inicial del primer episodio plantea ya dudas sobre cómo representar la violencia, especialmente para un director que nunca ha tenido remilgos en sumergirse en universos tenebrosos (de Carne de neón y Tokarev a sus incursiones en American Gods). El realizador expone su filosofía, partiendo del ejemplo de Tiburón de Spielberg, cuya aleta sugería un horror mayor que el que encerraba la imagen concreta del escualo. “Hay que tener cierta elegancia en lo que estás contando y no caer en la pornografía. A la vez, como director no quiero marcarme un límite”.

El año pasado hicisteis un trabajo muy intenso de promoción de 'La novia gitana', encomiando a la audiencia a verla y prometiéndole un gran impacto. Un año después, llega 'La red púrpura', su continuación, con las expectativas bien altas y con pleno conocimiento de causa por parte del público. ¿Cómo abordáis esa expectativa? ¿Cómo de fuerte es el regreso al universo narrativo?

PACO: Es difícil de explicar. Aunque adoro la primera temporada, cuando hemos visto la segunda, lloraba como una magdalena por lo emocional que es y lo potente que es el final. Me han llamado los jefazos de Antena 3 para decirme que estaba de puta madre la temporada. Y yo estaba en plan: 'Ya, ya...' [risas]. Realmente es increíble cómo puede estar mejor que la primera. Si la primera era El Padrino, esta es El Padrino II.

Realmente es una serie que creo que hablaba de temas muy potentes, de cosa que no se suelen hablar en las series, como la violencia y de los hijos, de cómo se puede querer a un hijo y que se convierta en un monstruo, qué hacer con un hijo que va por un camino por el que no puedes detenerle... Son mil cosas que están pasando en la sociedad y que contamos de manera metafórica. Es una manera de impactar en la sociedad. No podemos controlar lo que nuestros hijos ven: en el primer capítulo vemos a un adolescente viendo un viendo en el que torturan y asesinan a una persona. Al fin y al cabo nuestros hijos están viendo vídeos pornográficos sin ningún tipo de control; hay violaciones grupales... ¿Por qué está pasando? Tal vez no estamos controlando lo que está pasando en la sociedad. Habla de temas muy actuales, muy potentes, y lo hace como un thriller superpotente, pero trayendo cosas a la platea de las que no se suele hablar en la sociedad.

¿Sentíais la presión por igualar el buen rendimiento de la primera parte?

PACO: De manera orgánica no lo he pensado demasiado, porque conocemos a los personajes, estamos tan enganchados a la historia... Las dos temporadas se han rodado muy juntas. Nerea se quitó el vestuario y a los dos o tres meses estaban otra vez. No nos dio tiempo a reflexionar demasiado, en el mejor sentido de la palabra. No dio tiempo a que diera miedo. Recuerdo que cuando leí las dos novelas, la segunda es la que me enganchó muchísimo, la que me hizo hacer esta serie. La primera me encantó, pero la segunda era... Hostia. No nos ha dado mucho miedo, al contrario. Era encontrarse con una familia. Era muy bonito el rodaje. Oscurísimo y violentísimo, pero pensaba: 'Qué bien me lo estoy pasando'.

NEREA: Era muy oscuro todo. Yo todo el rato me peleaba con los de cámara, con el directo de fotografía. 'Ya me estás poniendo un negro'. Nunca he tenido una luz blanca para darme. Todo negro, negro, negro... Pero es cierto. Pocas veces me ha pasado. En películas hay gente que se implica, otros que no y lo ven más como un curro, se van y se trasladan a otro... En esta serie, ya ocurrió el año pasado, pero todos están superimplicados. No paro de recibir mensajes de todo el mundo de que se estrena ya. Todo el mundo, desde alguien de dirección y producción a los cámaras. Hay algo muy bonito de familia, a pesar de contar las barbaridades que contamos.

PACO: Es una serie muy bestia a muchos niveles. Mira que he hecho cosas: Penny Dreadful, series americanas como American Gods, que tiene mucha violencia y muy pictórica. Pero nunca he llegado al nivel que llega esta serie. Yo me decía: 'Esto no puede ir más allá. Es imposible ir más allá de donde estoy yendo'. Todo ello sabiendo que estás contando una historia muy emocional, y muy importante, quiero pensar. Estoy deseando que la gente lo vea para ver hasta dónde hemos llegado.

"Mira que he hecho cosas bestias, pero nunca he llegado al nivel que llega esta serie"

Paco Cabezas

Nerea: como actriz, ¿a qué nivel has sentido volver a meterte en la piel del personaje?

NEREA: Algo positivísimo en esta segunda parte, en la que ya no está la trama como en la primera fuera de la BAC y que la BAC investiga, es que es la BAC y lo que ocurre con la búsqueda del hijo de Elena. Esto hace que se desarrolle mucho más cada uno de los personajes. Como espectador no solo empiezas a empatizar con Elena, que ha costado una barbaridad porque es la antiprotagonista, sobre todo siendo una mujer, y que no sonría y esté contenida es muy extraño y genera un tipo de rechazo hasta que vas entendiendo hacia el final lo que le pasa. En esta temporada hay una evolución absoluta: Elena se rompe, se desestructura con mucha más facilidad. Los eventos que ocurren la van modificando continuamente, la BAC se rebela, empiezas a entender a cada personaje: ves partes de Orduño, de Mariajo... A todos les pasan cosas. Es muy rica.

PACO: Una cosa que estaba pensando ahora es que es una serie muy feminista. Los tres personajes femeninos son los más activos, los que hacen que avance la trama todo el rato (Elena, Chesca y Mariajo), los masculinos de alguna forma son más parados. Detienen el tren de la BAC, porque se replantean las cosas que están haciendo. Las mujeres van tirando adelante. Estoy muy contento de haber contado una serie en la que los personajes femeninos son el tren dramático que tira hacia delante.

Decías que con la primera temporada querías trasladar lo que habías aprendido en tus años en América, especialmente en el tratamiento de la violencia en plano. ¿Había, de cara a esta segunda temporada, alguna asignatura pendiente, algo que quisieras plasmar de tus años fuera y que no hubieras visto en nuestra televisión?

PACO: Sí. Hay muchas set pieces de acción, mucho más grandes de las que hicimos en La novia gitana. Tienen una onda muy French Connection, con muchas escenas de vigilancia, con personajes hablando los unos con los otros, tratando de encontrar y cazar a alguien. Hay un elemento muy de los setenta, que a mí me flipa, como de French Connection y de La conversación de Coppola. Esto es muy friki: La conversación empieza con un plano de zoom lentísimo... y verás que en el capítulo 2 está exactamente ese zoom [risas].

No soy muy consciente de las referencias. Es una cosa muy graciosa. Estoy tan contento del lugar en el que estoy como contador de historias, tan cómodo, que no referencio otras películas, ni pienso en otras. Hemos encontrado algo muy bonito y queremos mostrárselo al público. Lo mismo con la música: toda la banda sonora de La red púrpura es también flamenco pero le hemos metido un componente electrónico, como está pasando en la realidad, con El niño de Elche o Rosalía. Ahora tenemos dos series completas con música flamenca. A mí me flipa que podamos hacer eso y que la gente lo pueda disfrutar.

Contando temas tan duros como decía que se abordan, ¿cuesta desconectar durante el periodo de rodaje de lo que ocurre en el set? ¿Tenéis algún mecanismo para ello?

NEREA: Yo, deporte. Es cierto que no he tenido tiempo para hacer los deportes que me gustan, que son ir al mar, donde me limpio entera, pero iba con el carver a rodaje, en monopatín. También es cierto que, como dice Paco, es muy duro pero me siento una privilegiada estando con vosotros, pudiendo hacer lo que hago.

PACO: Hablar de algo de lo que uno está orgulloso marca mucho la diferencia. Yo pocas veces he hablado de algo de lo que esté orgulloso. Siempre está la opción de pensar: 'Pero realmente está esto tan bien?'. De verdad, estamos muy orgullosos.

¿Cómo era entonces el ambiente en el set?

NEREA: En el propio rodaje, ha crecido la familia, está todo el mundo implicado, y no suele pasar siempre. Todo el equipo era muy fan de lo que pasaba, siempre. No veías a ninguno bostezar, que pasa y lo entiendo, es normal. Y no. Estaban siempre ahí: veías a gente contigo emocionada. Todos sabemos lo que nos cuesta. Como actriz hablaba mucho con Lucía y con Mona: cómo trabajamos esto que es tan loco y tan duro, pero buscando organicidad a cada cosa. Qué hacemos y por qué pasa esta locura, cómo ha llegado hasta ahí y cómo lo afrontas. Intentando ser lo más honestas posibles, disfrutando y queriéndonos en cada momento.

PACO: Hemos tenido casos de nuevos como Roberto Álamo, que hace la entrada. Yo me decía: 'Hostias, Roberto Álamo, a ver este hombre...'. Y recuerdo que el segundo día de rodaje fui con la guitarra al camerino y nos pusimos a cantar juntos; él canta muy bien, pero le da vergüenza. Y ya empezamos a entendernos desde ese momento. A él le encantaba el personaje, que es una especie de animal encerrado, un asesino. Alguien criado como si fuera el Azarías de Los santos inocentes, pero convertido en asesino. Lo disfrutó tanto... Decía: 'Me están dando un personaje que no me habían ofrecido nunca, tan brutal, y me están dando libertad'. Hay unas escenas entre él y el niño, el hijo de Elena, con las que dices: ¡¿Cómo estamos haciendo eso?' Viendo el monólogo yo, desde el monitor, me decía: 'Madre de dios, lo que estamos haciendo... Alguien debería detenernos en algún momento' [risas].

Volvéis a San Sebastián, al festival de cine, con la segunda temporada. ¿Cómo veis ahora mismo los límites entre cine y ficción televisiva?

NEREA: Por eso hablo del privilegio de la serie. Normalmente, una película la tienes y se acaba; aquí, puedes disfrutar haciendo una peli, y peli, peli, peli, parón... Y peli, peli, peli. Rodamos una película, no hay diferencia

PACO: El acabado es de peli. Y pasa una cosa muy bonita: en las series, algo que ocurre es que cuando llega la segunda temporada le has cogido mucho cariño a los personajes, y cuando los vuelves a ver es como encontrarte con un viejo amigo, cosa que en las películas no pasa, es otra energía. Aquí te reencuentras con la BAC y el gustazo como creador era que no necesitaba presentar nada más, no tengo que presentarles porque ya les conocemos. Ahora podemos disfrutar las relaciones, lo que les va a pasar, cómo van a sufrir, cómo las pasan putas. Es muy bonito que en esta temporada pasan muchísimas cosas, más que en ninguna otra, lo mejor para el espectador es la conexión emocional con todos los personajes y cómo vamos en ese viaje emocional. Es lo que disfruto de series como Succession.

Nunca jamás con Paco he tenido que llegar a una secuencia y tener una marca

Nerea Barros

Como director, ¿sientes algo diferente a nivel técnico o de dirección de actores?

PACO: En ningún caso. He tenido menos tiempo y más presión trabajando en una película como Mr. Right, con Sam Rockwell y Anna Kendrick. En esa película íbamos con menos presupuesto y menos tiempo y más corriendo que aquí, donde haces las cosas con más calma y más cariño. El cine independiente no es como antes. Ahora incluso tienes más tiempo con las series. No ya a tiempo de contar, que lo tienes, sino a tiempo de rodar.

NEREA: Paco al principio revolucionaba todo, porque es un director que ensayamos en rodaje. Trabajamos mucho los personajes antes, pero él ensaya en rodaje, y es una maravilla. Para mí, con mi forma de trabajar, me viene fantástico. Yo hasta que no estoy en el sitio, si coloco el texto antes, se agarra a unos lugares que son de memoria no de memoria emocional. Hay un intercambio de energías, no sé si es muy loco o me entendéis... Pero va por ahí. Ir con Paco una hora antes, aunque sean las cuatro de la mañana, llegar y tener ese espacio para la secuencia, con todo trabajado, trayendo esta propuesta, y Paco tiene la suya, y de repente y poder encontrar una en la improvisación, de forma que todo es orgánico. Hay mucha verdad, hay un viaje y un transito en esa secuencia maravillosa. Nunca jamás con Paco he tenido que llegar a una secuencia y tener una marca. Nunca. Primero se trabaja el espacio y la secuencia, vemos qué queremos hacer ahí, lo sentimos y, cuando lo tenemos claro, entra el director de foto y se empieza a hablar de luz.

PACO: Muchos directores empiezan al contrario.

NEREA: Es lo que pasa siempre.

PACO: Hay otros directores que, mientras al actor le están maquillando, ya deciden cómo van a rodar, dicen: 'Siéntate ahí'.

NEREA: Lo habréis visto muchas veces. Haces cosas y todo por la luz. Aquí nunca ha pasado eso. Por eso también hay algo tan potente por debajo. Esa forma de trabajar hace que eso surja así.

La violencia, y la relación que establecemos con ella, es la clave de 'La red púrpura', como se refleja en esas grabaciones snuff que se investigan. Hay ejemplos reconocibles que se sumergen en torno a ello, a esta leyenda urbana, como 'Asesinato en 8mm' o 'Hardcore', u otros más ignotos y recónditos como 'Faces of Death'.¿Había límites autoimpuestos sobre cómo representar esa violencia de acceso libre que se trata de cuestionar? ¿Cómo se trabajaba para no caer en lo escabroso?

PACO: Yo siempre pienso en Tiburón de Spielberg. Pienso que uno tiene más miedo a ver la aleta del tiburón que al tiburón completo. Nosotros llegamos a grabar un vídeo snuff, que les dimos a los productores en el segundo día de rodaje. Y dijeron... '¿Pero esto no será así, no? Esto no puede ser, no se puede enseñar en televisión'. Y yo les respondí que no, que era todo mentira: la chica [la actriz] estaba muy feliz, y no pasó nada. Pero quería que los actores lo vieran. Quiero proyectar el vídeo en una pared mientras estamos rodando y ver la cara de los actores viéndolo. Mona Martínez cuando lo vio...

NEREA: Mona estaba... No podía verlo más.

PACO: La idea era tener ese impacto de lo que estaban viendo. Sin embargo, al espectador lo escondo y le dejo ver solo cinco segundos. Pero vas a escuchar un grito y vas a pensar: 'Dios mío'. Imaginas que es algo mucho peor. De todas formas, es muy delicado. Hay que tener cierta elegancia en lo que estás contando y no caer en la pornografía. A la vez, como director no quiero marcarme un límite. Como director quiero hablar de una problemática. Le puse el capítulo a mi hija de 15 años y mientras mi mujer me decía que era muy fuerte para mi hija, mi hija ha visto cosas mucho más fuertes que esas. Vivimos en una burbuja, pensamos que nuestros hijos están a salvo, cuando están viendo barbaridades. Es una problemática muy interesante. Es una historia teatral con un final superpotente que espero que la gente entienda que estamos hablando de una metáfora. Que la relación tormentosa entre una madre y un hijo es una metáfota de lo que nos pasa a todos, y que se pone en la carne.

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